Punto Convergente

Para los exferroviarios el derecho a la vivienda propia está suspendido

Una de las casas de los inquilinos
Compartilo

Un día, el tren dejó de pasar. Los empleados empezaron a irse. Algunos porque no eran de esas localidades, otros simplemente porque fueron reubicados en otros ramales que aún funcionan. Entonces hubo que salir a buscar una nueva fuente de trabajo y aprender un nuevo oficio para no emigrar.

La soledad y el abandono comenzaron a reinar en lo que en sus épocas de esplendor se conocía como la colonia ferroviaria. Cuando una estación cierra la identidad del tren se diluye pero no todo se extingue. Queda el edificio, los baños, la garita de señales, el tanque, el cuarto de la bomba de agua y las casas de los empleados del tren. 

​Mapa de la ubicación de las casas de la colonia ferroviaria en la localidad de Chillar.

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Los 90´

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El cartel de la estación de Chillar fue colocado en 1912, inaugurando un servicio de ferrocarril que cerraría en 1993.

Así ocurrió en Chillar, un pueblo de 3.083 habitantes, muy cerca de Azul en la provincia de Buenos Aires, a 360 kilómetros de la Capital Federal. En esta localidad, hay un total de nueve casas construidas especialmente para los empleados del tren, en el momento

de mayor crecimiento de los ramales, se trata de casas centenarias que quedaron a la deriva por el cierre del ramal en 1993. Sólo dos de las casas estaban habitadas por gente del lugar, el resto se fue y como el tren, no volvió más. Fue el tiempo del expresidente Carlos Menem cuando sentenció: “Ramal que para, ramal que cierra”. Manuel Lucero trabajó durante 10 años en el ferrocarril, (1981-1991). Cuando se produjo el cierre definitivo del servicio, la ida del jefe de la estación y el cese de las actividades, decidió buscar otro trabajo para que no lo alejen de su pueblo natal y desde entonces vive en una de las casas del terreno ferroviario, entregada por medio de un comodato con Ferrocarriles Argentinos por haber sido empleado de la empresa. 

Sin embargo, su situación es de incertidumbre debido a que la casa no es de su propiedad.  “Estoy hace más de 12 años esperando para comprar la casa. Hace 10 años mandé los papeles, la cooperativa de agua me salía de garantía. Para mí esta todo cajoneado”.

La casa de Rolando Capusi, ex empleado del Ferrocarril e inquilino legal de una de las casas de la colonia.

En la misma situación se encontraba otro ex empleado de la cuadrilla del Ferrocarril Roca, Rolando Capusi, quien en 2005 envió una carta al entonces Presidente de la Nación, Néstor Kirchner, pidiendo por la compra de la casa que habitaba. Pablo Zabalza, ex delegado de Chillar y actual concejal, afirma: “Él quería comprarla de alguna forma para que le quedara como capital que él le dejaba a sus hijas. Sin embargo, no tuvo respuesta”.  

La realidad es que sí obtuvo una respuesta de la ONABE (actual Agencia de Administración de Bienes del Estado) indicándole que la vivienda “se encontraba pedida por la Municipalidad de Azul”. Manuel Lucero, interiorizado en el tema, opina: “El tema de las estaciones depende de los municipios. La Municipalidad (de Azul) no tiene nada que ver con las viviendas. Porque las viviendas son de Ferrocarriles Argentinos y la vía es Ferrosur”. 

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Ocupas versus inquilinos

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Sin embargo, hay otras siete casas que están en situación irregular, es decir, que no tienen contrato ni permiso alguno pero lo que más preocupa a los vecinos de la zona es el escaso mantenimiento de esos terrenos que además, algunos de ellos fueron tomados por expresidiarios. Pablo Zabalza reflexiona: “Si vos te metés ahí, nadie te saca. Se adueñan del lugar y al no haber una legislación a cumplir, no se los puede sacar de las casas”. Muchas de ellas no tienen asegurados los servicios básicos por la falta de una herramienta legal que posibilite la conexión. “Al tener contrato, Camuzzi (empresa de gas) para ponerte el gas te pide el contrato de alquiler o comodato. Si vos no lo tenés, no te lo dan. No tenés ningún servicio”, dice Manuel Lucero. 

Si antes existía algún tipo de control de las viviendas, el Estado se encargó de eliminarlo. La representante de las viviendas ferroviarias, Mary Bustamante, se encargaba de ir una vez al mes a las colonias ferroviarias de la zona para asegurarse que esas casas recayeran en manos de sus propietarios. La oficina de viviendas del ferrocarril, con sede en Olavarría, fue removida hace más de cinco años y con ella, el control a los ocupantes ilegales.

En los últimos años, en la localidad cercana de Gardey (partido de Tandil) se han efectuado ventas de algunas de las casas del ferrocarril y pese a que Chillar presenta una situación similar sus residentes no tuvieron la misma fortuna.

José Barbero, decano del Instituto de Transporte de la Universidad de San Martín, considera que “mantener todo como era el ferrocarril hace años no tiene sentido. La Agencia de Administración de Bienes del Estado tiene que tener una política clara para ver de qué se desprende y que no”. 

Para Manuel Lucero y otras decenas de personas que están en la misma situación en todo el país, el derecho a la propiedad parece una quimera y cada día se aleja más el deseo de sus legítimos inquilinos de disponer de un bien que les corresponde. 

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