Ya no hay banderas ni vuvuzelas amarillas: el oficialismo porteño obtuvo menos del 16% de los votos en las elecciones legislativas locales. La sorpresa inundó Balcarce 412. Crónica de una derrota inesperada.
[…] Sospecho que el tiempo se nos va a acabar.
El himno amarillo siempre advirtió que un día el mapa podía llegar a despertarse teñido de otro color. Tan solo dos años atrás habían confirmado su eternidad en la capital del país con el 49% de los votos y el total de las comunas excepto por la ocho. De tanto cantarlo se volvió realidad: el Pro está tercero, con el 15,93%. El mapa de la Ciudad de Buenos Aires es violeta y verde.
“Está bueno filmar afuera, por lo menos pasa gente”, comenta un movilero de TV a su camarógrafo: es la hora del escrutinio y en el búnker del PRO hay más periodistas que militantes. Al igual que en el acto de cierre de campaña, la calle está cortada por la policía de la ciudad. Sin embargo, menos de diez personas aguardan los resultados frente a la pantalla gigante de luces amarillas.
La música se escucha a la distancia: cuarteto, cumbia, cachengue, rock, pop. Una lista curada minuciosamente: las letras nombran las palabras amor, amarillo y ciudad. Una fiesta para las estatuas que adornan el Paseo de la Historieta. Costa Salguero – espacio habitual del Pro para las celebraciones– fue reemplazado por la sede central del partido, una casona blanca ubicada en Balcarce 412, San Telmo. La baja convocatoria electoral (53% del padrón), replicada a la perfección.
“Vienen a festejar que pierden”, grita una señora de unos setenta años a los hombres y mujeres con cámaras que cruzan la valla. Los miembros del partido llegan de a poco y, a pesar de –en palabras de la ex Vicepresidenta de la Nación Argentina, Gabriela Michetti– “estar confiados”, a la jefa de campaña María Eugenia Vidal se le quiebra la voz durante la conferencia de prensa. En la carpa, los periodistas verifican los resultados que empiezan a llegar. De todas formas, la ex-gobernadora bonaerense asegura no contar con boca de urna. Pasa el tiempo y solo llegan más micrófonos.

Son las siete y cuarto de la tarde. Los militantes y miembros del partido que se encontraban dentro de la sede salen en pequeños grupos que susurran. “Un desastre”, escupe un joven recién salido a otro que no llegó a ingresar. El mago sin dientes – presente en todos los búnkers del Pro desde sus inicios– asegura que el clima es igual al de los primeros años del partido. Desencantado, se acomoda el sombrero, le grita a un camarógrafo, graba historias de Instagram.
Con casi el 80% de las mesas escrutadas, la dirigencia se sube –tanteando– al escenario. No hay cantos ni banderas, solo unos breves aplausos aislados. “No son los resultados que esperábamos”, sentencia Silvia Lospennato, cabeza de lista, ante el público que tiembla – literalmente– de frío.
La candidata agradece el apoyo y da un discurso cargado de denuncias a la “campaña sucia” de otros partidos: “Esta campaña cruzó todos los límites. No es un chiste”. Entre cada oración deja silencios que son rellenados con aplausos sombríos. La energía del cierre de campaña 72 horas antes parece haber quedado en el olvido.
El último representante de la victoria del Pro es quien finalmente admite la derrota. Vestido con un traje azul que bajo las luces de la plataforma se asemeja al violeta, Jorge Macri felicita anticipadamente a Manuel Adorni, cabeza de lista de La Libertad Avanza y actual vocero presidencial, por su victoria. Tiene tantos papeles en la mano que le pasa la mitad a Lospennato para que no se le vuelen mientras habla.
Acompañado por la dirigencia actual del partido, el Jefe de Gobierno porteño anuncia, esbozando una sonrisa, el fin de 18 años de indiscutido liderazgo sobre la capital. “Por supuesto que tenemos futuro, yo soy jefe de Gobierno dos años y medio más, así que voy a seguir gobernando”, sostiene.

No hace autocrítica, más bien habla de la falta de capacidad de la agrupación para “instalar una agenda de la Ciudad” y asegura que la elección se “nacionalizó”. A su vez reconoce que hay un claro mensaje: “La gente quiere evidentemente una Legislatura más plural así que voy a tener que hacer un ejercicio de mayor diálogo, mayor acuerdo”.
Se abrazan uno por uno, entre todos. Nada más que decir. Mauricio Macri es el primero en bajar y en abandonar el lugar. Algunos pocos militantes se quedan en la calle hablando en grupos de 4 o 5. Culpan a la falta de fiscalización, asumen que les espera un periodo de bullying, y afirman, al igual que sus dirigentes, que “siempre hay equipo, ahora mas que nunca”. La canción de Chano amaga en sonar por los parlantes. Los técnicos suben el volumen, lo bajan, lo suben, lo vuelven a bajar. Queda de fondo mientras desarman el escenario.
[…] Qué noche mágica Ciudad de Buenos Aires.