Punto Convergente

Una organización alfabetiza a los hijos de cartoneros

Fundación cartoneros y sus chicos
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La fundación ofrec”Cartoneros y sus chicos” istintos programas, tanto para niños como para adolescentes, y su objetivo es crear un espacio educativo y de contención para los hijos de los cartoneros.

La Fundación Cartoneros y sus Chicos nace como una iniciativa de la empresaria suiza Renata Jacobs, hija del dueño de Jacobs Suchard, una de las fábricas de chocolate más importantes del mundo. Conmovida por la situación de los hijos de los cartoneros, Renata Jacobs decide hacer algo al respecto y comienza a trabajar con diferentes cooperativas. Es así como en 2011 conoce a Carlos Mansilla, presidente de la cooperativa Las Madreselvas, y se unen para armar este proyecto.

“Renata tenía el deseo de armar un espacio para los hijos de los carteros que además sea educativo, ahí es donde nace el proyecto “Mejor educación, mejor vida”, que es este espacio que funciona a contra turno de la escuela recibiendo a los hijos de los cartoneros”, comentó Diego Guilisasti, director ejecutivo de la fundación.

La organización ofrece dos programas. Por un lado, el Programa de Alfabetización, el cual se lleva a cabo de lunes a viernes a contra turno de la escuela y reciben a más de 150 chicos de entre 6 y 14 años. Por otro lado, el Programa de Jóvenes Libres, en el que buscan “empoderar a jóvenes de entre 15 y 18 años para que sean dueños de su futuro y cuenten con conciencia de transformación social”.

Programa de Alfabetización

El programa de alfabetización nace a partir de un relevamiento de los estudiantes que asistían al espacio educativo. Encontraron que muchos niños no estaban alfabetizados y es por eso que decidieron acompañarlos a través de la propuesta “DALE”, que es el “Derecho A Leer y Escribir”.

El proyecto inicialmente había sido pensado para llevarse a cabo de manera presencial. Sin embargo, debido a la pandemia, debieron enfrentarse a un gran desafío: adaptarse a la virtualidad.

“Pudimos acercarles a las familias los cuadernillos de actividades y dispositivos para que los chicos pudieran conectarse, y aquellos educadores que ya estaban llevando adelante el programa de alfabetización de manera presencial, lo hicieron de manera virtual”, contó Lucía Monsalvo, coordinadora del programa.

Hoy en día, la fundación de cartoneros trabaja tanto de manera presencial como virtual. Más de 60 chicos escolarizados, de entre primer grado y primer año, asisten a los encuentros educativos. “Además, detectamos 150 chicos, de entre 6 y 19 años, que no saben leer ni escribir. Lo que hacemos es darles un dispositivo electrónico y vincularnos con un voluntario que los quiera ayudar”, dijo Guilisasti.

El equipo de educadores trabaja de manera individual con cada uno de los estudiantes, adaptándose a las necesidades que tiene cada niño y cada familia. A principio de año, los alumnos realizan una evaluación para ver cuál es la necesidad educativa puntual de cada uno de ellos, lo que les permite elaborar estrategias de acompañamiento personalizadas. El objetivo es no solo brindarles educación, sino también contención, dos ejes fundamentales para el desarrollo del proyecto.

Educar contra corriente

El contexto socioeconómico y la conectividad son unos de los principales desafíos que debe enfrentar la fundación para lograr llevar a cabo la alfabetización de los hijos de cartoneros.

“Los chicos viven en hogares en donde solo el 12% de los adultos terminaron la escuela secundaria. Hoy estamos haciendo un relevamiento por los hogares de los cartoneros y el 83% de los padres tienen solamente estudios primarios, ya sean completos o incompletos. Entonces, para las familias se les hace muy difícil poder acompañar la educación de sus hijos”, explicó el director ejecutivo.

Otro gran desafío fue el de la virtualidad, la conectividad y la falta de dispositivos electrónicos. La fundación no solo tuvo que transformar la propuesta educativa, sino que también les brindó a los estudiantes teléfonos con datos móviles para que pudieran presenciar las clases.

“Si bien nosotros les ofrecemos dispositivos, conexión a internet y un cuadernillo de actividades, muchas veces la conectividad depende de la zona en la que viven”, comentó Monsalvo.

La luz al final del camino

Más allá de las dificultades y los desafíos que deben enfrentar, la fundación ha logrado cumplir varios de sus objetivos.

Durante el año los alumnos deben realizar tres evaluaciones para poder hacer un seguimiento de su evolución. Según las estadísticas de la organización, el 97% de los estudiantes obtuvieron mejores resultados entre el primer examen y el último examen. Las mejoras fueron de entre un 20% y un 30% en relación a los resultados de las evaluaciones.

No solo eso, sino que este año lograron que una de las jóvenes que asiste a la fundación se inscribiera en la universidad. “Es un gran logro que tenemos para contar porque es nuestra primera joven líder inscripta en la universidad y eso es espectacular. Va a estudiar trabajo social y lo que ella quiere es trabajar en la fundación, me dijo que cuando se reciba quiere que la contratemos”, contó Guilisasti.

Cómo colaborar con la fundación de cartoneros

Las personas no solo pueden ayudar a la fundación haciendo donaciones mensuales, sino que también pueden ser parte del proyecto como voluntarios. Actualmente, la organización está en busca de voluntarios para el programa de alfabetización.

“Puede sumarse cualquier persona, mientras esté alfabetizado y que tenga ganas de ayudar a otro. No se busca que tenga ningún estudio en particular en educación, sino las ganas y la flexibilidad para poder acompañar en este proceso de alfabetización”, aseguró la coordinadora del programa.

Luciana Redondas, de 41 años, decidió sumarse a esta iniciativa a principios de año. Ella es Licenciada en Ciencias de la Educación y actualmente le da clases a Juan Cruz, un joven de 13 años.

Si bien Juan Cruz puede leer, no lo hace de manera fluida y encuentra dificultades a la hora de reconocer sonidos y de escribir por sí solo palabras complejas. “Yo no sé qué pasó a nivel escolar o institucional, pero hay cosas que tienen que estar bien asentadas y bien aprendidas para poder pasar de año, porque sino lo perjudicas. Es muy extraño que un niño de 13 años haya pasado a primer año de secundaria sin saber bien cómo leer y escribir”, dijo Luciana. No obstante, ella destaca la buena predisposición de Juan Cruz y sus ganas de aprender.

Luciana Redondas, voluntaria de la fundación, dándole clases a Juan Cruz.

Los voluntarios dictan dos clases de 30 minutos por semana. Previamente, la fundación realiza dos encuentros para capacitarlos y brindarles toda la información y el material necesario.

“Pueden contactarnos y hacernos consultas ante cualquier duda en relación tanto de lo pedagógico, como alguna situación particular socioemocional que suceda con el niño o con la familia”, comentó Monsalvo.

Luciana invita a que las personas se animen a unirse a la fundación y se sumen al voluntariado. “Lo que más me gusta es poder brindar mi tiempo para ayudar a otra persona y que esa ayuda también sea un ida y vuelta, porque hay un aprendizaje para mi en ese ayudar. Hay reciprocidad. Me gusta sentir que puedo ser útil, que puedo ayudar. Como dice la palabra voluntariado, es voluntad, es proponérselo y hacerlo, así de simple”, reflexionó.

Para colaborar, pueden contactarse con ellos a  info@cartoneros.org o a través de su Instagram @cartonerosysuschicos.

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