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Todo por llegar a Primera: el incierto camino de los juveniles en el fútbol nacional

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La vida de los jóvenes que deciden dedicarse por completo al fútbol está llena de decisiones críticas que deben afrontar a temprana edad. ¿Cómo los acompañan las familias y los entrenadores en este camino? ¿Qué pasa con quienes no llegan?

Lautaro Luján, jugador de las inferiores de Huracán, se levanta todos los días a las 5 de la
mañana para darle comienzo a su rutina. Desayuna en su casa, y a las 5:30 parte hacia la
estación de Merlo, donde el micro del club lo espera para llevarlo a “La Quemita”, centro
deportivo del Globo. Tras varias horas de entrenamiento, llega a su casa a las 12, y dispone
de una hora para almorzar, bañarse y preparar todo para el colegio, al cual asiste durante la
tarde. Al regresar a su hogar, Lautaro hace los deberes, toma mate y cena alrededor de las 20. Su día concluye tras una larga jornada, el desgaste físico y mental es muy grande, pero
el objetivo de triunfar en el fútbol puede más.

La carrera de los futbolistas tiene un alto grado de exposición; sin embargo, el trayecto que
realizan para llegar no es sencillo: exige una serie de sacrificios y obstáculos que hacen que
muchos queden en el camino y solo pocos puedan concretar su sueño.

Muchas veces invisibilizado, el camino de los jóvenes que se insertan en el mundo del fútbol
con el sueño de llegar a primera implica una serie de sacrificios, no solo físicos sino también
mentales; entre ellos, convivir con la incógnita de no saber qué les deparará el futuro. Para
poder sostener un buen rendimiento y, a la vez, una vida social activa, los jóvenes requieren
de un pilar fundamental en toda esta estructura: la familia. Para cada familia también implica
un sacrificio diario la inserción de los chicos en este ámbito. Desde acompañarlos en lo
educativo como también ser un sostén psicológico, cada uno de los integrantes de las
familias deben aportar su granito de arena para que el trayecto sea lo más llevadero
posible.

La carrera de los futbolistas tiene un alto grado de exposición; sin embargo, el trayecto que
realizan para llegar no es sencillo.

La psicología y el caso más reciente: Christian Eriksen, jugador de Dinamarca, sufre un paro en medio del partido y es asistido. Tras ello, sus compañeros recibieron contención

El recorrido de los futbolistas comienza desde muy pequeños, incluso antes de tener la
capacidad de tomar decisiones por cuenta propia. Carolina Ortega, madre de Demian,
jugador de las inferiores de Boca, contó: “Desde los nueve años ya jugaba en cancha de 11.
Luego, al conseguir un contacto, logró probarse en Boca y por suerte quedó. Esto le
proporcionó un montón de responsabilidades: que no falte al entrenamiento, el cual es
bastante intenso, levantarse temprano todos los días, horas de viaje; es mucho desgaste y
deja cosas de lado”.

Una de las mayores dificultades de este trayecto radica en poder hacerse el tiempo para
continuar con la escuela. Solo clubes como River, Estudiantes de La Plata y Vélez cuentan
con un colegio en sus propias instalaciones, es decir que la mayoría de los clubes del fútbol
argentino no tienen la posibilidad de otorgarles una educación propia a los futbolistas. Tanto
Luján como Ortega dejaron en claro que los clubes no ofrecen ninguna solución a los
jóvenes en este ámbito, lo que los obliga a tener que buscarse, por cuenta propia, una
manera de seguir estudiando. A pesar de que no contribuyen en este aspecto, las instituciones futbolísticas exigen al jugador una constancia, o incluso el boletín de notas,
para corroborar su asistencia a clases.

Aunque para el jugador el apoyo de su familia es incondicional, algunos entrenadores y
formadores prefieren tenerlas lejos. Tanto Néstor Apuzzo, exdirector técnico de las
inferiores de Huracán durante dos etapas de 15 años, como Hugo Tocalli, coordinador de
inferiores de Platense y ex DT Sub-20 de la selección, coinciden en esta afirmación: “Lo que
siempre he querido es que los chicos trabajen, y los padres no vean ni siquiera el
entrenamiento, porque la mayoría se meten en las decisiones y las cuestionan. Salvo que
sea para tratar un tema personal del chico, que en ese caso sí, estoy abierto a hablarlo con
la familia”, afirmó Tocalli.

Una de las mayores dificultades de este trayecto radica en poder hacerse el tiempo para
continuar con la escuela.


Pese a que el formador tiene trato constante y directo con el jugador, es importante que se
rodee de un equipo de trabajo que responda a todas las necesidades del futbolista, no solo
en el aspecto físico o deportivo, sino también en el acompañamiento psicológico. Para ello,
es primordial la inclusión de un espacio en donde los jóvenes puedan compartir todas sus
inquietudes y/o problemáticas personales con un profesional. Aquí entra en juego la figura
de los psicólogos deportivos, otro pilar fundamental en el recorrido de los jóvenes. Lucas
Kualich, psicólogo deportivo, explicó: “Lo que se busca es que esta experiencia del chico
dentro de la actividad deportiva le brinde diferentes tipos de herramientas, o le ayude a
descubrir y a generar nuevos recursos personales, que sirvan para el deporte pero más que
nada para la vida en general”. Sin embargo, en la mayoría de los clubes, el
acompañamiento psicológico no se trata como algo obligatorio y rutinario, sino que está a
disposición de quien lo crea necesario, lo que puede generar que un chico que esté
necesitando ayuda y no se anime a decirlo, no reciba el tratamiento psicológico que
requiere.


El momento más crítico en el recorrido de los jóvenes que aspiran a ser futbolistas
profesionales, en el que más necesitan de un acompañamiento psicológico, se da cuando a
determinada edad se les comunica que el club no los va a tener en cuenta y quedarán
libres. Generalmente, los clubes no brindan ningún tipo de apoyo a estos jugadores una vez
dejan de formar parte de la institución, y el rol de los formadores puede jugar un papel
clave. Como consecuencia de frustrarse este sueño, los jugadores pueden tener distintas
reacciones como depresión, el abandono de la actividad física, cambios actitudinales,
replanteos de la vida propia, o incluso perder la motivación para seguir adelante. Por esta
razón Kualich plantea que los psicólogos deben ayudar a los chicos a que puedan sentirse
útiles, que encuentren sus gustos por fuera del deporte, y sobre la base de eso poder salir
adelante; invertir mejor su tiempo y enlazarlo con algo que les guste. A su vez, este
tratamiento debería darse en forma de prevención, y tratarse durante el recorrido del
futbolista, para que una vez llegue, o no, la noticia menos deseada, el jugador ya esté
preparado. Para dimensionar la situación, según una estimación de la plataforma Libro De
Pases, solo el 3% de aquellos que inician su proceso de inferiores logran establecerse en el
alto rendimiento.


Como requisito, casi excluyente en la actualidad, para poder acompañar a los jóvenes en
este proceso y además poder tener una ventaja con respecto a los demás, es importante la
consideración de un representante, aquel que ayude en el asesoramiento del chico, que
pueda conseguirle indumentaria, contactos con otros clubes, pero sobre todo que les asegure un contrato que les permita insertarse en primera. “Es un mal necesario”, aseguró
Apuzzo, quien reconoce que, aunque impliquen una ventaja, también pueden ser
peligrosos, ya que pueden llevar al chico por un mal camino, o pelearse con los dirigentes
por un poco más de plata. Una vez que los representantes se meten en el juego comienzan
a correr los intereses de más personas que los de un solo jugador, además de que muchas
veces se aprovechan de lo maleable que puede ser un adolescente que recién está
comenzando a conocer el mundo del fútbol y los negocios. Lo cierto es que, para Apuzzo, la
diferencia la hace aquel que por medio de un representante puede conseguir firmar un
contrato.


A pesar de implicar un proceso largo y cansador para el que se requieren muchos
sacrificios, las divisiones formativas del fútbol argentino están entre las más halagadas a
nivel mundial: salen permanentemente jugadores de gran nivel, y la competitividad de los
torneos de inferiores es muy alta en comparación con la de otros países. En Europa, los
torneos de España, Alemania y Francia, entre otros, no tienen la misma competitividad ya
que los equipos de mayor prestigio dominan a los demás que no alcanzan el nivel
necesario. En nuestro país, cualquier equipo compite de igual a igual en cualquier división.
Esto evidencia que Argentina sigue siendo un “semillero” de talento, reconocido en todo el
mundo por sacar futbolistas que en muchos casos llegan a ser piezas claves en clubes del
extranjero.


Si bien las dirigencias tienen la obligación de brindar las mejores condiciones a los
futbolistas de estas divisiones formativas para que puedan desarrollarse de la manera más
idónea, para Apuzzo, en ocasiones las exigencias exceden los objetivos que deberían
plantearse. Si bien en el fútbol profesional lo que prima por sobre todas las cosas para
evaluar un trabajo son los partidos ganados y los títulos conseguidos, en estas categorías
un buen resultado va mucho más allá de eso. Consta de un proceso a largo plazo en el cual
se debe preparar a los futbolistas tanto en el ámbito profesional como individual. “La
dirigencia que evalúa los resultados para mí está equivocada, porque no estamos hablando
de formación, que es la prioridad. Tienen que evaluar el trato, cómo trabajan, qué
herramientas le entregan al futbolista para que crezca y que llegue de la mejor manera a
primera división. Un formador que piensa solo en los resultados no es formador”, planteó
Apuzzo.

El vínculo de los jugadores con sus formadores resulta esencial para el desarrollo integral
del futbolista. Por esto es que se deben cuidar las formas en las que se transmiten las ideas
y cómo se llega a los jóvenes. Kualich concluye: “Aprendí a no decir divisiones inferiores
sino divisiones formativas, porque los chicos no son inferiores a nadie, sino que están
atravesando un proceso de formación”.

Por Joaquín Ibarra, Juan Pablo Marco y Felipe Rossi

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