Punto Convergente

Si aspiramos a un futuro mejor, la producción alimentaria deberá ser agroecológica

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La agroecología no solo protege la salud de los consumidores de frutas y verduras, también cuida la tierra y el agua y no usa plaguicidas. Voces a favor y en contra del uso de agroquímicos. Niños en riesgo. La producción hidropónica como propuesta superadora.

La aplicación de la Ley de Etiquetado Frontal comenzó a verse en las góndolas en marzo de este año y hasta las galletitas “famosas para la dieta” tienen más de 2 sellos. La ley fue implementada con la finalidad de “garantizar el derecho a la salud y a una alimentación saludable”, según el Boletín Oficial. Sin embargo, el derecho a la salud se ve limitado porque existe un segundo problema relativo a los procesos de producción de frutas y verduras. “La industria y el agronegocio transgénico niega por completo el impacto en la salud que generan los agroquímicos”, afirma el investigador y periodista especializado, Patricio Eleisegui y recuerda el caso de Nicolás Arévalo, niño de 4 años fallecido en Corrientes después de pisar un charco con insecticida. 

La Ley de Etiquetado Frontal ya entró en vigencia en Argentina Foto: sumario.com.ar

Cómo se produce en Argentina 

En nuestro país existen muchísimos agroquímicos que están categorizados en diferentes niveles de toxicidad, representados por una banda de color en su marbete/etiqueta, que van desde el verde, azul, amarillo y rojo, siendo el primero el menos nocivo para la salud. Los herbicidas se usan para el control de plantas, los fungicidas para controlar los hongos y los insecticidas para el control de insectos.

Su uso tiene como finalidad solucionar un problema, como lo es una plaga: cuya consecuencia mínima es la reducción de la tasa de crecimiento del cultivo y de máxima la muerte del mismo, lo que genera grandes pérdidas económicas. Además, se busca evitar las malezas, que son aquellas especies vegetales que no se catalogan como cultivo productivo y compiten por elementos la luz, el agua y los minerales de la tierra. “Lo que se busca es erradicarlos en la medida de las posibilidades”, afirma Eleisegui. Pero como toda especie viva se desarrolla la resistencia de las malezas mientras que los vegetales y los insectos generan inmunidad al uso de plaguicidas. 

Según la Sociedad Argentina de Pediatría, en el país aún no existe “una ley nacional que regule
el uso de los agroquímicos” Foto: radio kermés

Y es acá donde, para el profesional, comienza el problema que tiene como principal culpable a la industria química: “En vez de decirte que el problema es que estás haciendo un solo cultivo y que en realidad deberías estar rotando para que las malezas no se acostumbren al veneno, te dice que deberías usar otros herbicidas. La industria busca que el productor no salga nunca de su circuito de venenos”. Para Eleisegui, la industria se esfuerza por producir y vender nuevos productos y así seguir “engordando sus billeteras”.  Además, la Asociación Argentina de Pediatría afirma que en el país la reglamentación sobre el uso de los mismos “es muy laxa” y que “no existe todavía ninguna ley nacional que regule el uso de estos productos en todo el territorio”.

Sin embargo, existen diferentes posturas a la hora de hablar del uso de agroquímicos. Franco Massa, ingeniero agrónomo y becario doctoral del Conicet, afirma que su uso es “beneficioso para la plantación ya que el objetivo es no perderla”. En contraposición, Eleisegui cree que es un negocio que tiene que cambiar “porque lo que genera es un desastre enorme en términos socioambientales: desde la contaminación con plaguicidas y la desertificación creciente hasta el agotamiento de los recursos de la tierra”.

Las consecuencias del uso de agroquímicos

Cuando se realizan producciones a gran escala, como podría ser 5.000 hectáreas de frutas, los insectos y pájaros se acercan a alimentarse y, por consecuencia, dañan la producción. Una solución para este problema podría ser “combinar cultivos de otra manera o no hacer grandes concentraciones de una misma variedad”, según Eleisegui, y agrega: “la industria te incita a echarles venenos” creando nuevos tipos y así matar a los insectos. También menciona la peligrosidad del uso de insecticidas en las producciones, ya que, “son los venenos más poderosos de los tres grupos”. 

Intervención judicial

El Tribunal Oral de Goya condenó, en 2020, a 3 años de prisión condicional al productor Ricardo Prietto.. El empresario hortícola fue hallado responsable de la muerte de Nicolás Arévalo, un niño de 4 años que murió en 2011 por intoxicación con endosulfán, agroquímico muy utilizado hasta que dos años después fue prohibido por el Senasa. “Hay varios casos que demuestran la nocividad de los insecticidas”, afirma Eleisegui y adelanta que “es peligrosísimo el efecto de los insecticidas, cuyas moléculas después van a parar al agua”.

Nicolás Arévalo, el niño de 4 años que murió después de pisar un charco con insecticidas.

El uso de agroquímicos representa un riesgo para la salud humana desde el momento en el que los mismos son manipulados, por lo que se debe hacer con un equipo de protección. También, deben ser respetados los tiempos de carencia a la hora de hacer uso de los mismos ya que el agroquímico se mantiene en la plantación durante un tiempo determinado y es importante controlarlos para que, a la hora de cosecharlos, no lo contengan. Cuando a la lechuga, por ejemplo, se le aplica un agroquímico, deben pasar al menos 30 días para que la misma pueda ser consumida. 

Equipo de protección que debe utilizarse en la aplicación de agroquímicos. Fuente: agroexportaciones.com

Con respecto a la salud, Patricio Eleisegui comenta que en la zonas donde “está instalado el agronegocio, en las poblaciones se dispararon los indicadores de cáncer, malformaciones, abortos espontáneos, alergias, problemas congénitos y problemas que tienen que ver con trastornos cognitivos”. Y la situación se intensifica ya que los productos “se trasladan a través de fenómenos atmosféricos como la lluvia e incluso, llegan a nuestras casas a través de los mercados centrales para ser consumidas”. En resumen, el tipo de producción de Argentina genera “una matriz sanitaria muy problemática”, según Eleisegui. 

Advertencia de la Sociedad Argentina de Pediatría

El Programa Nacional de Actualización Pediátrica afirma que los agrotóxicos “contaminan el suelo, el agua, el aire y los alimentos” y que, por lo tanto, debe existir una “estricta regulación gubernamental” y una “educación permanente para el uso responsable del agro” con la finalidad de “minimizar los riesgos para el trabajador, la comunidad urbana y rural vecinas y el ecosistema”.

Además, afirma que la “fuente más frecuente de exposición” de los humanos con los agroquímicos es “a través de los alimentos” y que estos se pueden dar durante la aplicación directa del producto, por la acumulación en las cadena alimentaria y durante los procesos de industrialización, transporte y almacenamiento de los alimentos. Incluso, advierten que los niños son los más vulnerables desde su concepción ya que “los plaguicidas atraviesan la placenta y alcanzan la circulación fetal”, lo que podría generar “alteraciones en los diferentes sistemas de desarrollo” y, la mayoría de estos, “podrían ser irreversibles”.

En conclusión, la Sociedad Argentina de Pediatría afirma que “la exposición de la población infantil a los agrotóxicos tiene efectos en el neurodesarrollo, en el sistema hormonal, en el sistema inmunológico y efectos genotóxicos”. Y advierten que las dificultades metodológicas “impiden una adecuada evaluación de los efectos debido a la exposición a múltiples contaminantes”, situación que podría agravar aún más la salud de las personas. También, afirman que el problema en Argentina “no está siendo resuelto de una manera adecuada” y enumera una serie de “deficiencias que impiden la protección de la salud de la población” como “la falta de leyes y el incumplimiento de las existentes, la ausencia de personal de salud capacitado en el tema, la falta de concientización de la población, falta de educación comunitaria y ausencia de registros médicos adecuados y de estadísticas que permitan medir la magnitud del problema”. 

Un negocio millonario 

Franco Massa admite que la aplicación de los agroquímicos, cuya finalidad es disminuir la merma (pérdida de materia prima, productos o componentes durante el proceso de producción, almacenamiento, transporte y distribución), “deberían hacerse no preventivamente sino cuando la problemática ya está en el cultivo”. Con respecto a esto, Eleisegui afirma que al hablar de agroquímicos se habla de “moléculas de veneno” y que el incentivo por parte de profesionales al uso de los mismos está “ligado de muchas maneras a las empresas del sector que dicen que estos productos no hacen nada”. Lo que considera erróneo.

También, el investigador critica las publicidades que afirman una mejora en el rendimiento de los cultivos producto del uso de los “venenos”: “Los transgénicos si bien se presentan publicitariamente como una suerte de mejora en el rendimiento de los cultivos, en algunos casos se habla hasta de mejoras nutricionales y, eso hasta ahora no se probó”. Incluso, Elestegui afirma que “los que dicen que en Argentina hay problemas de alimentación son las empresas que facturan millones pero invierten nada en mejorar los mecanismos de generación, distribución y comercialización de alimentos”. 

Producción hidropónica de Pehuén Verduras, en la provincia de Neuquén. Foto: @pehuen.hidroponia

Una solución para el medio ambiente y la salud

Emiliano Manzetti es ingeniero agrónomo y en enero de 2021 creó su emprendimiento Pehuén Verduras Hidropónicas en la ciudad de Cutral-Có, provincia de Neuquén. Manzetti afirma que la producción hidropónica es la más saludable ya que “se reduce al mínimo el uso de plaguicidas”. Esto sucede ya que “durante el ciclo del cultivo, no usamos tierra, que puede contener organismos patógenos, como hongos, bacterias, insectos y nemátodos”, lo que hace que no sea necesario el uso de productos para combatirlos. Además, afirma que “al producir en un ambiente controlado, como en un invernadero, la temperatura y la humedad son óptimas para el cultivo durante todo el ciclo, lo que hace que éste no sufra estrés y sea más tolerante a las plagas y enfermedades”. 

La diferencia entre los productos agroecológicos de los que no lo son es la manera de producirlos. En los primeros, “se trata de cuidar al máximo el medio ambiente y respetar todos los procesos que hacen a su cuidado”, mientras que “en la agricultura tradicional esto no es así ya que es una forma de producción que requiere más insumos y no tantos procesos”. Si bien Manzetti y Eleisegui afirman que hoy en Argentina no existe la posibilidad de hacer una producción 100% natural, Eleisegui afirma que la pregunta que se deben hacer los empresarios y el modelo agroindustrial es “qué tipo de producción queremos (de producción, de exportación o de consumo interno) y para quién (para nosotros o para afuera). 

La práctica hidropónica es “la más saludable” para la salud y el medioambiente. Foto: pehuen.hidroponia

“La agroecología privilegia primero la generación de alimentos, que es algo que el agronegocio no hace”, afirma Eleisegui y piensa como ideal un alimento “sano, seguro y soberano” en el cual “los productores tengan el control de las semillas y de los insumos que utilizan y que no haya organizaciones que los manipulen”. “La agroecología tiene un vínculo con el cuidado de los recursos naturales: no desgasta la tierra, propone descansarla, hacer un uso racional del agua, no tirar plaguicidas”, reconoce el investigador. 

A la premisa de que un modelo agroecológico no es escalable para abastecer de alimentos a todo el país, Eleisegui comenta que “está comprobando que el problema no es la producción sino la distribución” y que “somos uno de los países que tira mayor cantidad de comida a nivel mundial”.

En conclusión, un modelo de producción más amigable con el medio ambiente y con la salud de la población es posible en la medida que los problemas de distribución y comercialización de los alimentos sean resueltos. “No hay que producir a gran escala porque la agroecología no contempla eso, no lo piensa y privilegia el consumo interno, la generación de alimentos y eso no tiene nada que ver con las escalas de grandes producciones que nosotros estamos viendo hoy en la Argentina”, finaliza Elestegui.  

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