A través de su blog, Alex y Martina Gronberger compartieron su ruta de vuelo en avioneta, contaron los desafíos frente a la pandemia y anticipan otros proyectos en las redes sociales.
En la cocina de una calle en Olivos, en la ciudad de Buenos Aires, había un sueño. Al lado de la heladera, Alex y Martina Gronberger habían desplegado un mapa con una línea que marcaba cuál iba a ser el curso de sus vidas en el próximo año: recorrer el mundo en avioneta.
Antes de embarcar en esta aventura, podría decirse que ambos llevaban a cabo una vida tradicional: Alex trabajaba en una multinacional, mientras que Carmen, una de sus hijas que vive en Buenos Aires había empezado la universidad y Tobías, su hijo más chico, transitaba su último año escolar.
La pareja había tenido mucho tiempo para prepararse. La idea surgió tres años antes de que Tobías termine la escuela, y cuando finalmente el joven definió que iría a la universidad en Francia, tanto Alex como Martina se dieron cuenta de que el sueño que se encontraba en la cocina estaba más cerca que nunca de cumplirse. “Buscábamos vivir una vida más simple para ser bastante libres, sin ataduras”, explica Martina, quien nació en Rotterdam, Holanda.
“Antes de pensar en la vuelta al mundo, pensábamos más en vender las cosas que nos ataban, como las casas y autos, entre otras cosas; y así estar más ligeros para movernos. Y quisimos ir a explorar, ser un poco nómades y ser un poco más livianos”, agrega Alex, quien fue al colegio y estudió en la Universidad Católica Argentina antes de emigrar por cuestiones laborales.
De este modo, ambos se pusieron en mente el deseo de construir una “especie de casa rodante que vuela” y viajar por el mundo. El viaje inició mucho antes de los minutos en los que la avioneta despegó de la ciudad de Buenos Aires y partió hacia su primer destino.
La cuenta regresiva
“Todos los fines de semana íbamos mirando la ruta, poniendo todos los lugares a los que queríamos ir y que estaban en nuestra bucket list. También unimos los puntos en función de la autonomía del avión, porque si la distancia era muy grande teníamos que frenar a cargar combustible”, cuenta Martina, haciendo referencia a la capacidad que tenía su avioneta de volar, que era una distancia de aproximadamente 1500 kilómetros.
Si bien Alex es aficionado del vuelo desde hace muchos años, Martina fue la protagonista de uno de los principales desafíos que debieron sortear antes de partir. Y es que la holandesa tuvo que realizar el curso de pilotaje para llevar a cabo esta aventura.
‘’Nosotros empezamos a averiguar todos los pasos que necesitábamos hacer para realizar el viaje muchos años antes del día en el que despegamos. Obtener la licencia de piloto fue un desafío personal para mí’’, comenta Martina.
Luego de realizar el curso y firmar múltiples permisos de viaje, llegó el inicio de un recorrido donde no solamente descubrieron nuevas culturas y paisajes, sino también a ellos mismos y un mundo que se enfrentaba a nuevos desafíos nunca antes vistos.
‘’Tuvimos que cambiar muchas cosas por la pandemia del COVID-19. Hubo muchos países que queríamos visitar y no pudimos ingresar porque habían cerrado las fronteras’’, relata Alex.
Pese a esto, la pareja logró recorrer unos 80.500 kilómetros en total. ‘’Alex y Martina fueron los primeros en salir desde Argentina, dar la vuelta al mundo y volver a aterrizar en suelo argentino’’, específica Pedro Bustamante, una de las autoridades de la Administración Nacional de Aviación Civil.
Después de hacer varias paradas en países de América Central, la dupla continuó su viaje hacia los Estados Unidos y luego siguió rumbo a Islandia y Groenlandia. Después de recorrer varios países en Europa, emprendieron un vuelo hacia Rusia y, desde Siberia, cruzaron el estrecho de Bering hacia Alaska. Finalmente, iniciaron su recorrido de regreso a Argentina luego de pasar por varias ciudades de México e iniciar su camino en descenso.
Uno de los hitos más memorables para el padre de la familia Gronberger fue aterrizar la avioneta en el medio de El Gran Cañón en Colorado, Estados Unidos. ‘’Fueron vistas impactantes, uno de los paisajes más lindos que vi y que jamás olvidaré en la vida’’, comenta Alex.
Además, conocer distintas culturas y conversar con la gente local siempre fue una cuestión central para la pareja. ‘’Durante todo el fin de semana, nos sumergimos en nuestra piscina de 42 grados celsius 3 veces al día durante 20 minutos y leímos los libros de autores rusos que Alex había comprado a un vendedor de libros de segunda mano en Nantes, con la intención de mejorar nuestra experiencia rusa, a través de la literatura local’’, menciona la holandesa.
Sin embargo, luego de visitar rincones algunos de los rincones más recónditos del planeta, Martina explica que su próximo proyecto es ‘’quedarse en un sitio fijo durante más de tres meses’’. Al día de hoy, ambos se encuentran en Italia mientras Alex cumple su sueño de aprender a hablar con fluidez el idioma.