11.40
Alto porcentaje de humedad, probabilidad de lluvias y nubes cubren la zona norte en Olivos, sobre la calle Rawson, en el Colegio San Andrés.
Media cuadra de fila, únicamente para entrar. “La última vez pregunte por mi mesa en la puerta y entre directamente sin hacer fila”, susurra una señora de cabello castaño y estatura baja
Se aclaran gargantas, se tose, pasan autos cuidadosos de no rozar a los otros autos estacionados en ambos lados de la calle.
Dos chicos que aparentaban unos veinte años, tan parecidos que parecían hermanos se reencontraron en la cola.
-Ay, hola ¿Por qué votas acá?
-Porque me toco acá.
-¿Y por qué no viniste con papa?
-¿Y por qué debería haber venido con él?
-¿Buen, y qué onda Mili?
-Hizo cambio a Capital la boluda.
-¿En qué mesa votas?
-623.
-Igual que yo, siempre es la más complicada.
-Sí, la última vez vine más tarde y estuve como dos horas.
Avanza la fila y llega a la puerta del colegio, aun en la calle. La gente empieza a empujarse para entrar al lugar y se dividen en diferentes hileras. Hay mucha bronca y enojo por la desorganización.
-“Así está el país”, se quejó un señor.
-“Tiene que pasar la 622, esta vacía”.
-“626 está más allá con la 629”.
“Me dijeron que venga acá, no sé cómo ira Gastón, pero tendrá que cocinar, yo estoy cagada de hambre”
Una vez en el interior de la escuela, los policías y gendarmes indicaban dónde hacer las filas en el all de entrada según la mesa destinada a cada elector.
Uno de los hombres de seguridad permanecía parado y, desde su lugar, ordenaba las filas. En seguida, entró más gente y el guardia seguía indicando.
“¿Para qué es esta fila?”, preguntó un chico, de unos siete años. La mamá no le respondía. El chico, de buzo rayado verde y gris, inquieto abrazó a su mamá, le pegó en la pierna buscando llamar su atención de alguna manera. “Para Fran”, lo retó la señora para sacárselo de encima.
11.55
Aumenta el volumen de las charlas. En la fila de la 623, otra señora cuenta una anécdota de la oficina a un señor de mayor edad y todo termina en risas. Se siguen riendo simpáticamente recordando partes de la historia.
Otra vez el chico de buzo rayado quiere llamar la atención de su madre: “Mamá mirá, mirá!”, le dice mientras le muestra una cámara de fotos roja, de las viejas digitales, y en seguida la mujer que está delante suyo en la fila se ríe. El chico sigue jugando con la cámara. “No la vas a perder”, le advierte la madre.
Se llena de gente. Aumentan las voces.
-La mesa 624 trabaja bien. Yo la última vez fui guardia y organizando bien, las cosas van, dice un hombre alto a una señora con sus mismos rasgos faciales, en la fila de la 623.
-Hay gente que viene con las boletas ya separadas, es más fácil.
-Che, yo no sé adónde iremos a comer, yo estoy cagada de hambre
-Yo creo que a la una ya estaremos allá
-No, con suerte a la una salimos de acá
Silencio.
-¿Habrá gente arriba?
-Levanta los hombros.
Delante de ellos, una pareja joven comenta:
-Che, a todo esto, esta mesa ni se movió desde que entre que estoy acá…
Con tono de indignación – Esta gente está parada hace una hora, sabes lo que nos queda a nosotros.
-Si así esta acá, arriba debe ser peor.
Minutos después, la fila avanza y suben las escaleras a su izquierda. Gente que se va, gente que arregla para volver más tarde. Gente que se cuela.
Desorden
-Estamos muy cómodos- bromea un señor en la fila.
-Es que dejan entrar a mucha gente- le contesta una señora mientras trata de subir las escaleras.
-Nunca vi tanto desorden, así somos los argentinos, acota una señora en la misma posición que la anterior.
12.23
Se llevan la urna de la 623.
La gente se queja, los fiscales levantan los hombros
Un niño vestido todo de naranja se sienta en un escalón y juega con sus pies mientras juega con un teléfono. Va bajando sentado escalón por escalón gritando “No” “Si”, a medida que avanza el juego. Se frustra, luego ríe y exclama sonidos sin sentido “Paa!”. Repite esta frecuencia. Deja el teléfono, se para, le sonríe a la mama y ella le devuelve el gesto.
En ese momento, el señor que bromeó sobre “estar cómodos” se adelanta en la fila para corroborar si unas adolescentes se colaron en la fila de la 623 o no. Al parecer no.
“Hay mucha gente, se nota que está organizando mal”, comenta una señora adulta de mediana estatura.
12.32
Vuelve la urna, tardan mucho entre sobre y sobre. De una punta a la otra una señora saluda al señor que bromeó sobre “estar cómodos” diciéndole que estaba ahí desde las 11.45, el responde “si yo también, esto es imposible”.