Punto Convergente

La escritora que describe la asfixia de lo cotidiano

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Mariana Travacio, psicóloga y escritora, define sus textos desde el dolor, la búsqueda y lo insuficiente de la palabra

Con tan solo dos años de edad, Mariana Travacio se trasladó con su familia a São Paulo, Brasil. Un pequeño departamento en el centro de la ciudad tropical se convirtió en su mundo entero. Allí cursó estudios primarios en un Liceo en lengua francesa y comenzó la convivencia con tres idiomas: el español de sus padres, el portugués de la calle y el francés.

Los libros siempre estuvieron presentes en su vida. En el escritorio de su madre, en la estantería de madera en el medio de la sala de estar. Su primer amor fue un libro de Dickens que descubrió a los siete años. Todavía se acuerda, o su cuerpo recuerda, una tarde, en su dormitorio, llorando como loca, desesperada por lo que iba a pasarle al protagonista en sus adorados libros de Dickens. “Los textos de él son crueles, te retuercen en lo más profundo del cuerpo”, comenta. Entendió que había algo ahí, en los libros, y ya no pudo dejarlos.

En su adolescencia su familia se mudó a la ciudad de Buenos Aires donde siguió devorando a los grandes de la literatura. Y hace memoria para mencionar los libros que la marcaron.

“En 1982 tenía quince años, cuando García Márquez ganaba el Nobel de Literatura. Mi madre entró a casa con Cien años de soledad. Venía de leer sólo en portugués, o en francés, y me plantaban un libro en castellano: mi lengua madre. Y encontré oraciones que recuerdo de memoria, hasta hoy. Frases como: “era el olor del demonio”. No podía creer que se escribiera eso. Venía de leer a Julio Verne, a Hemingway, a Salinger. Entonces, me encuentro con el castellano, sin intermediarios. Y fue un hallazgo. Ese libro me llevó a Cortázar, y a Vargas Llosa, y a Rulfo. Y después a Borges. Borges me llevó a Kafka. Mucho tiempo después, me encontré con Bolaño, con Antonio Lobo Antunes, con Foster Wallace, con Nabokov, con Vila-Matas, con Lispector, con Duras”, cuenta con nostalgia y ternura.

Al terminar el secundario, decidió inscribirse en la Universidad de Buenos Aires, donde años más tarde egresó como psicóloga, además de haberse desempeñado como docente en la cátedra de Psicología Forense. Realizó también una Maestría en Escritura Creativa en la Universidad Nacional de Tres de Febrero para comenzar a sacarle músculo a su “pluma”.

Travacio nunca se puso a pensar mucho en cómo se define. ¿Una psicóloga que escribe? ¿Una escritora que estudió psicología? Ni ella conoce la respuesta, y tampoco le interesa mucho ser tan fácilmente definida.

Mariana Travacio
(fuente: Educacción)

Su primer libro llegó en 2015 con Cotidiano, publicado por la editorial Baltasara de Rosario. En este conjunto de cuentos se narran historias sin final, como lo cotidiano que transcurre y permanece en nuestra conciencia. Con una prosa simple, directa, que se ha vuelto característica de Travacio.

Uno de sus cuentos más reconocidos de esta colección se llama “Hendijas”. El monólogo de una mujer que extraña los gritos de su vecina que escucha por los respiraderos que dan en frente a su galería. Al final del cuento se lee: “Me atormenta la idea de perder mi historia; de repetirla. No lo permito: escribo una lista de insultos, de lamentos, de llantos, de enconos, de quejas, de inquinas, de reclamos, de reproches, de rencores. Los recito por las noches, en mi galería, cuando salgo con mi copa.”

Los relatos de Cotidiano exponen la tragedia diaria que nunca llegamos o nos damos el tiempo de lamentar. Esos “pequeños” dolores del día a día.

En 2015, la autora obtuvo el Premio Internacional de Relatos Cortos José Nogales (Huelva, España) y el Premio de Narrativa de la Hispanic Culture Review (George Mason University, USA). Pero aún así, luego de ser agasajada y comenzar a ser reconocida en el campo literario, para Travacio la escritura es una disposición al fracaso.

Mariana se abre y comparte: “Nunca me sentí orgullosa de lo escrito: siempre falta algo. La palabra es todo lo que tenemos y, sin embargo, resulta insuficiente. Marguerite Duras decía que un libro no es más que una pregunta que no se ha dejado responder. Eso habilita el siguiente libro”

En 2016, Mariana le mostró al mundo Como si existiese el perdón, su primera novela publicada por la editorial Metalúcida. La obra explora temáticas que tiene que ver con la traición y venganza, con un estilo de escritura que busca marcar los rastros de la masculinidad clásica. Los personajes son hombres de pocas palabras y armados hasta los dientes.

En cuanto al proceso creativo de sus obras, dice no tiene la menor idea de cómo surge la inspiración. Borges decía que “la creación poética es misteriosa, reducirla a una serie de operaciones del intelecto no es verosímil”, y Mariana no puede estar más de acuerdo.

Para Travacio es muy difícil dar cuenta de la escritura. Ella observa que es una pulsión, como cualquier otra que la obliga a sentarse y escribir. Hay que buscar el sustantivo que hace falta ahí, en esa oración, o buscar el verbo adecuado, el que viene reflejar la acción que ha de ocurrir en ese párrafo. Una palabra detrás de la otra, una por una.

Su última obra se titula Cenizas de carnaval. Editado por Tusquets, reúne diez cuentos que abordan el tema de la muerte, la memoria y el encierro con climas familiares opresivos, a través de un realismo absurdo donde lo cotidiano se vuelve asfixiante.

Cenizas de Carnaval (2018)

En éste libro se ven diversas relaciones parentales al borde de la locura, obsesión, dejadez, exigencia y demás. Es inevitable pensar que puede llegar a haber algún aspecto de la obra que pueda llamarse autobiográfico. Sin embargo, explica que no suele servirse de experiencias autobiográficas: “Suelo partir de escenas, de algo que me ha conmovido, algo que pude haber leído o que pude haber visto en la calle. Pequeñas escenas que condensan algo que me interpela y que necesito bajar al papel.”

El dolor parece ser una temática repetida a lo largo de sus obras. Explica que gracias a ese sentimiento ella puede amar su presente, su hoy, su ahora. Al preguntarle qué día le gustaría volver a experimentar, tanto de su carrera profesional como de su vida privada me responde casi al instante: “El día de hoy. Es verano y veo las flores florecidas en mi balcón. ¿Qué más puedo pedir?”

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