La pandemia transformó la manera de educar y aprender en las escuelas secundarias. Entre clases virtuales, falta de recursos e innovación digital, la calidad educativa busca reponerse del golpe.
En el año 2020, la pandemia de COVID-19, dejó encerrada durante casi un año a la población argentina y cambió muchos aspectos de la sociedad. Uno de ellos fue el sistema educativo. El encierro provocado por la pandemia obligó a modificar el dictado de clases, haciendo que los alumnos pasen de la modalidad presencial a la virtual. Esto afectó el rendimiento de los estudiantes, ya que, al estar en sus casas teniendo clases frente a una computadora, eran más vulnerables a distracciones como los videojuegos o las redes sociales. El bajo rendimiento, junto con otros factores, impactó negativamente en la calidad educativa del país.
¿Qué es la calidad educativa?
La idea de calidad educativa hace alusión a cómo se lleva a cabo un proceso de formación. Cuando los resultados y los efectos de la educación son valorados de manera positiva por la comunidad, la calidad educativa es alta. En cambio, cuando esto no sucede, la calidad educativa será calificada como baja. Los factores que se toman en cuenta para medir la calidad educativa son la pedagogía, que se relaciona a cómo se educa, las instalaciones donde se enseña y la validez o utilidad de los títulos otorgados.

La difícil adaptación a la virtualidad
Natalia Arzamendia, vicedirectora y profesora del Instituto San Miguel, comentó cómo tuvieron que adaptarse tanto los directivos como los docentes durante las clases en cuarentena. “El proceso de adaptación a la educación virtual fue paulatino. A nivel personal, primero me negué, sentía que exponía mi casa, mi vida privada, pero leer el contexto y comprender que no iba a ser pasajero me hizo replantearme críticamente mi rol.”
Para poder sostener las clases virtuales, era muy importante que tanto el alumno como el profesor pusieran de su parte. “Hubo una autocrítica a mi propia didáctica”, señala Arzamendia, quien no duda en afirmar que la escuela post-pandemia exige más del cuerpo docente. Sin el esfuerzo de ambas partes, habría sido imposible continuar con la educación. El entonces jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, expresó en un comunicado “la educación es la base de nuestro desarrollo, del futuro de nuestros hijos”
Además, la vicedirectora comentó los cambios que su colegio debió aplicar para desarrollar las clases virtuales. En su institución se incorporaron herramientas digitales como Google Classroom, el aula virtual usada para la entrega de trabajos, y la plataforma institucional Colegium. También fue necesario invertir en tecnologías: nuevas computadoras, mejor conexión a internet e incluso micrófonos. Muchas de estas implementaciones siguen utilizándose hoy, a cinco años del inicio de la pandemia, para dar continuidad a las clases.

Los efectos inmediatos
Por otro lado, Arzamendia explicó cómo se vio afectada la calidad educativa en el país. “La calidad educativa se vio afectada y sigue siendo una deuda, puesto que en ese tiempo no todos los chicos tuvieron acceso a la conectividad para realizar sus clases. El impacto de la pandemia fue negativo en el aspecto económico, y este condiciona a su vez el educativo y social.”
También señaló una diferencia entre los colegios de Capital Federal y los de la Provincia de Buenos Aires. Según ella, hubo colegios en Capital donde no se ofrecieron clases virtuales por Zoom y los estudiantes solo debían entregar trabajos; en cambio, en muchas instituciones de la provincia sí se brindaron clases virtuales en vivo.
No es novedad que el aislamiento obligatorio perjudicó el rendimiento escolar de los alumnos. Las distracciones presentes en el hogar, como los videojuegos o las redes sociales, hicieron que muchos estudiantes no prestaran atención en clase, disminuyendo su rendimiento académico. A esto se sumó la falta de recursos tecnológicos adecuados para sostener la educación virtual. “No todos pudieron conectarse o contar con los recursos para seguir aprendiendo”, admite la vicedirectora Arzamendia.
El futuro de la educación
Luego de haber estado en cuarentena durante un año, lo que más preocupaba era cómo se iban a retomar las clases presenciales. Una vez que vuelvan las clases en los colegios, se sabía que no iba a ser lo mismo. La mayoría de colegios volvieron con las burbujas, se dividían los cursos para que hubiera menos gente dentro de las aulas para evitar contagios de COVID, y continuaban con el dictado de clases con una doble modalidad, presencial y virtual. Arzamendia comenta el efecto de esto: “No concurría todo el alumnado, los alumnos considerados de riesgo no volvieron al aula, sino que siguieron con clases virtuales.”
La pandemia marcó un antes y un después en el uso de la tecnología. El aprendizaje en línea, anteriormente considerado un complemento, se convirtió en el principal medio de educación durante la pandemia. A pesar de que el uso de tecnología fue sumamente importante, hay algo que no se puede reemplazar: la interacción humana. Los docentes demostraron ser una pieza imprescindible para mantener al sistema educativo en pie. La creatividad y la adaptación del cuerpo docente durante este contexto marcaron una diferencia enorme y ayudó a que la adaptación post pandemia fuera más fácil.

La tecnología se convirtió en la principal vía de educación durante la pandemia
A pesar del mal momento que vivió la educación durante el contexto de una pandemia, permitió mejorar al sistema educativo para que en el futuro sea mejor. El futuro de la educación está en manos de una combinación de lo mejor que dejó la modalidad virtual y la presencial. Con modelos híbridos y la implementación de mejores herramientas digitales, se presentó la oportunidad de construir un sistema educativo más flexible, inclusivo y que esté preparado para los próximos desafíos que se presenten a futuro.
Si bien el impacto negativo fue notorio, especialmente por la desigualdad en el acceso a recursos y la baja en el rendimiento estudiantil, la experiencia dejó importantes aprendizajes. La pandemia de COVID-19 transformó profundamente el sistema educativo argentino, evidenciando tanto sus fortalezas como sus debilidades. Aunque el contexto obligó a una adaptación rápida y forzada a la virtualidad, también impulsó la incorporación de nuevas herramientas tecnológicas y replanteamientos pedagógicos que continúan vigentes hoy.