Dentro de un mundo turbulento, el continente blanco es un ejemplo de cooperación internacional y desarrollo pacífico desde hace 65 años. La Argentina, además de reclamar soberanía, juega un papel protagónico tanto en la zona como en las negociaciones del Tratado Antártico.
Un 22 de febrero de 1904 Hugo Alberto Acuña izó por primera vez la bandera argentina en la Antártida. El joven de tan solo 18 años fue miembro de la primera expedición argentina a las islas Orcadas del Sur para inaugurar una oficina postal. Aun en operación a día de hoy, la base se convirtió en el asentamiento humano permanente más antiguo del polo sur y marcó el inicio de los 120 años de historia de la Argentina en el continente blanco.
Además de ser el lugar más frío e inhóspito del mundo, la Antártida es el único continente que oficialmente no le pertenece a nadie. Sin embargo, la falta de soberanía efectiva no implica que sea un territorio de conflicto. Firmado en 1959 por doce países, el Tratado Antártico instauró un marco de consenso y cooperación para la administración de la región que perdura hasta la actualidad. El espíritu de este acuerdo internacional es asegurar que la actividad en el polo sur sea estrictamente con fines pacíficos y científicos, prohibiendo la militarización y la extracción de recursos.
El Sistema del Tratado Antártico y los reclamos de soberanía
Los firmantes originales fueron Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Reino Unido, Sudáfrica y la Unión Soviética. De estos países, son siete aquellos con pretensiones de soberanía. Tanto nuestro país como Chile reclaman territorio por cercanía geográfica, mientras que los países europeos, Nueva Zelanda y Australia defienden motivos históricos. Cabe destacar que los reclamos argentinos, chilenos y británicos son los únicos que se superponen. Además, alrededor de otros veinte países tienen presencia permanente mediante bases científicas, como China, Alemania, Brasil y España.
Aunque no hay una aceptación de soberanía unánime a nivel internacional, el artículo 4 del Tratado establece que “ninguna disposición se interpretará como una renuncia por cualquiera de las partes a sus derechos o reclamaciones de soberanía territorial”. Al no impedir la existencia de reivindicaciones, se permite que países consideren a la Antártida como parte de su territorio. Bajo esta lógica, nuestro país reconoce al Sector Antártico Argentino dentro de la propia institucionalidad. No obstante, cualquier actividad debe ser aprobada por consenso y se realizan reuniones consultivas anuales entre los miembros. De esta manera, ningún gobierno puede tomar decisiones en la región por su cuenta.
El rol protagónico de la Argentina
Para Cristián Lorenzo, investigador del Centro Austral de Investigaciones Científicas y docente en el Instituto de Ciencias Polares, Ambiente y Recursos Naturales de la Universidad de Tierra del Fuego, la Antártida representa para la Argentina “una larga historia, un presente y una proyección a futuro que se está construyendo”. En margen de política internacional, el Estado argentino tiene alta capacidad de negociación por distintos motivos:
- Es firmante original del Tratado Antártico.
- La Ciudad de Buenos Aires es la sede de la Secretaría del Tratado Antártico.
- El continente se encuentra cerca geográficamente de la provincia de Tierra del Fuego.
- Tiene presencia ininterrumpida desde hace 120 años con la instalación de la Base Orcadas.
- Es el país con más bases científicas en la región con trece en total: siete permanentes y seis operativas solo en verano.
- Las Fuerzas Armadas realizan campañas todos los años durante los meses de febrero y marzo.
El desafío de la explotación de los recursos
Una de las claves de la problemática es la potencial explotación de recursos económicos como los energéticos y la pesca. El pasado 12 de mayo Rusia informó sobre el descubrimiento de una reserva de hidrocarburos dentro de la región reclamada por la Argentina, Chile y el Reino Unido. Esta sería 30 veces más grande que Vaca Muerta con un valor aproximado de 511 mil millones de barriles de petróleo. Si bien la explotación de minerales antárticos se encuentra prohibida gracias al Protocolo de Madrid firmado en 1991 para su protección ambiental, está pautada una renegociación dentro de 25 años entre los miembros.
Sin embargo, el investigador destacó que la Antártida no es solamente un gran ecosistema. “La explotación de recursos naturales no es una cuestión del futuro, sino que es algo que ya se está realizando mediante la pesca, tanto regulada como ilegal, y las expediciones turísticas, que cada vez son más populares”, explicó Lorenzo. Reflexionó que ambas cuestiones son imperfecciones del Tratado que no se tuvieron en cuenta inicialmente, pero que impactan en el medioambiente y en los intereses de todos los Estados.
Ezequiel Magnani, investigador sobre defensa y seguridad internacional en el CONICET y Secretario Académico de la Fundación Meridiano, analizó que una explotación de hidrocarburos “sería romper con uno de los pilares institucionales del Tratado”. Las regulaciones acordadas conllevan una colaboración pacífica que podría peligrar frente a la posibilidad de extraer petróleo y gas para su comercialización. “Todo lo que ocurre dentro del Sistema del Tratado Antártico y dentro de su zona delimitada geográficamente se rige por consenso”, aclaró.
El consenso como la clave
Aunque la presencia en el polo sur implica necesariamente una logística militar para ingreso y gestión, los Estados se encargan de controlarse mutuamente para evitar que se instalen asentamientos de uso dual. Mediante inspecciones solicitadas y documentadas, los países se comprometen a respetar el espíritu acordado de convivencia pacífica y desarrollo científico.
De todas maneras, el especialista consideró que “existe una iniciativa geoestratégica de obtener puntos cercanos” para facilitar la entrada y ampliar la influencia. Debido a esto, Tierra del Fuego y las islas del Atlántico Sur juegan un rol fundamental. No obstante, Magnani afirmó que “todos los países que reclaman soberanía tienen interés en que la Antártida se mantenga como un área de paz”.
Respecto al papel del Estado argentino, el investigador destacó que “las acciones sobre Malvinas varían entre gobiernos, pero la Antártida es un lugar donde hay consenso”. A pesar del cambio de gestión, tanto el expresidente Alberto Fernández como el actual mandatario Javier Milei visitaron el continente blanco y se expresaron a favor de fomentar la presencia argentina. Sin embargo, frente a la urgencia del contexto político y socioeconómico, la atención política no suele enfocarse en la región a pesar de su potencial. Magnani reflexionó que lo que nos hace falta es “darnos cuenta de que nuestro norte es el sur”.