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Entre el cielo y la ciudad: un recorrido por las cúpulas de Buenos Aires

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En Buenos Aires, las cúpulas son una patrimonio arquitectónico. Una influencer, el director de la Fundación Los Amigos del Barolo y un arquitectoexplican los secretos de estas estructuras que coronan los edificios más emblemáticos.

Más que simples estructuras arquitectónicas, las cúpulas porteñas encierran historias, testimonios silenciosos que se extienden a lo largo de épocas pasadas, y se convierten en guardianas de la identidad cultural de la Ciudad.

El auge de las cúpulas en Buenos Aires se sitúa entre finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se convertían en el distintivo de las esquinas y símbolo del progreso de la burguesía argentina. No responden a un estilo único; se mezclan elementos arquitectónicos árabes, españoles y rusos con la influencia del art nouveau europeo, creando una amalgama de formas y diseños. 

Aunque son más notorias en Avenida de Mayo, el Microcentro, Congreso y Tribunales, estas majestuosas estructuras se extienden por toda la ciudad: la del Congreso de la Nación y la del Palacio Barolo son algunas de las cúpulas más destacadas, cada una con su propia historia y esplendor distintivo.

La reina de las Cúpulas en las alturas de Buenos Aires

Bajo el cielo de Buenos Aires, donde la arquitectura se erige como un testamento de la opulencia y el ingenio, una persona se destaca: Adriana Claudia Cichero, o mejor conocida como la “Reina de las Cúpulas” en las redes. 

Su cuenta de Instagram fue declarada la primera de interés cultural por difusión arquitectónica en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Ahora, con el reconocimiento, se embarca en eventos y busca conectar con restauradores y entusiastas del patrimonio arquitectónico.

Recorriendo sus recuerdos de infancia, Cichero recordó la época donde las visitas a su tía en la Plaza Congreso desencadenaron su primer enamoramiento con las alturas. La imponente presencia del Congreso y la estructura de El Molino parecían salidas de cuentos de hadas en contraste con el barrio de casas bajas donde ella creció. Este idilio inicial con las cúpulas allanó el camino para una conexión más profunda en su vida adulta.

“Era ir a darle de comer a las palomas, ver la fuente. En esa época la Plaza Congreso no estaba cerrada con rejas y podías subir las escalinatas. Era hermoso. Fue el primer amor con algo que tenía cúpulas. Cuando ya era jovencita empecé a trabajar en Microcentro. Yo siempre miraba la arquitectura por lo que ves a la altura de tus ojos. Hasta que un día vi unos turistas mirando para arriba y señalando y era en diagonal norte y Florida. Eran las Bencich, la esquina de las 5 cúpulas. Cuando alzo la mirada y veo todo eso dije `Wow, hay un mundo ahí arriba´. Y empecé a mirar automáticamente para arriba y empecé a descubrir que había un montón y me empezó a dar curiosidad”.

Su curiosidad la llevó a armar un censo fotográfico único en su tipo. Su empeño por conocer cada detalle, desde la cantidad hasta la historia y la ubicación exacta, se convirtió en un proyecto de amor personal.

“Un día decidí poner cara de turista y empezar a sacar fotos. Cuando vi que había tantas cúpulas me generó la curiosidad de preguntarme cuántas hay en Buenos Aires. Dónde están, cómo son, quién las hizo, cuanto tienen de alto”, contó.

Censo de cúpulas en Buenos Aires

Fue entonces cuando comenzó con el censo. “En marzo del 2021 me propuse hacer un censo con un registro fotográfico de todas las cúpulas de la ciudad y la geolocalización en google maps. Un seguidor me facilitó una base de datos que él había armado, pero que para mi gusto no estaba ordenada de la manera que yo quería y la empece a modificar y separar los datos. Hay muchos edificios de los que no se encuentra información pero lo que más consiga mejor”.

A través de su lente, la Reina lleva capturadas más de 200 cúpulas, y su investigación no se detiene ahí. También ahonda en la diversidad de diseños, estilos arquitectónicos y la concentración de estas joyas en ciertos barrios.

Los diseños son diversos y más allá de que son de distintos estilos arquitectónicos había dinero y tanto poderío para demostrar quién hacía el más lindo”, remarcó. “Edificios que se construyeron como edificios de renta, porque no es que eran palacios. Eran departamentos de alquiler porque estaban en una esquina o en un momento se decía que era para rematar las esquinas. Hay otros que no están en las esquinas y están rematados con cúpulas”, comentó. 

Y agregó: “No escatimaban en gastos era como ver quien pone mas, quien tiene mejor ingenio, quien tiene al mejor arquitecto, quien trajo más materiales de europa, quien la hace más alta”. 

En este sentido, el Palacio Barolo se convierte en un claro ejemplo: “Imaginate la ambición de Palanti, el arquitecto del Barolo, a pedido de Luigi Barolo, de hacer algo monumental, algo por lo que la gente en 1923 se cruzaba de vereda porque les daba miedo el edificio”.

Explorando el Palacio Barolo: una charla con Miqueas Thärigen

En Avenida de Mayo al 1370 se encuentra el Palacio Barolo, una obra arquitectónica que cumplió 100 años desde su inauguración el 15 de julio de 1923. Miqueas Thärigen, directivo de la Fundación Los Amigos del Barolo, habló sobre la historia de este edificio, fruto de la visión del empresario italiano Luis Barolo y del arquitecto Mario Palanti.

Barolo y Palanti, temerosos de la desaparición de la arquitectura europea por las guerras mundiales, decidieron traer los orígenes arquitectónicos europeos y la Divina Comedia de Dante Alighieri a Buenos Aires. Aunque el mausoleo planeado nunca se materializó, el Palacio Barolo se erige como un homenaje a Italia y una representación única de la Divina Comedia. 

Dividido en infierno, purgatorio y paraíso, cada piso presenta un pecado capital. Tiene 100 metros de altura cómo el número de cantos y el faro representa el Empíreo, como lo definió Dante en la Divina Comedia. 

El edificio, con su arquitectura neorromántica y neogótica, desafió las reglas de su época y sigue destacándose en la actualidad. “Hacer un edificio de ese tamaño rompió todas las reglas habidas y por haber de esa época. El primer edificio de hormigón armado pudo llegar a los 100 metros, de hecho hoy en día lo disfrutamos porque los visitantes pueden llegar hasta el faro”, destacó. 

Desde 2004, las visitas guiadas ofrecen una ventana a la rica historia del Barolo, que fue originalmente un edificio de oficinas habitado mayormente por inmigrantes italianos en una época donde Buenos Aires tenía solo 2 millones de habitantes.

Uno de los puntos más emblemáticos del Palacio Barolo es su faro, restaurado en 2010 y consagrado como el Faro del Bicentenario. Y una curiosidad sobre su cúpula: “No se inspiró en europa, como dicen, sino en unos templos de una región de la India llamada Bhubaneswar para representar la unión céntrica y amorosa entre Dante y Beatriche, quien es su amor platónico en La Divina Comedia”. 

El Palacio Barolo tiene a su gemelo en Montevideo, el Palacio Salvo. La visión del arquitecto Palanti era que las luces de los faros convergieran para dar la bienvenida a los inmigrantes que entraban por el Río de la Plata. Aunque las luces nunca se juntaron, ambos edificios siguen siendo testigos de una época pasada, y el faro del Barolo, con su armazón original de Milán, sigue brillando, conectando el pasado con el presente.

En las alturas del Congreso 

Para coronar este paseo por Buenos Aires no podía faltar una visita al Congreso de la Nación Argentina, donde el arquitecto Lucas Echeverría se encargó de desentrañar los secretos detrás de la cúpula que corona este imponente edificio. Desde 2009, como miembro del departamento de obras y proyectos, y desde 2021 como su jefe, Echeverría lidera la custodia y el mantenimiento arquitectónico del Senado, con un enfoque particular en la parte urbana, que incluye los imponentes balcones que dan forma al perfil del edificio.

Llegar hasta la cúpula del Congreso implica subir 140 escalones que llevan desde el tercer piso de la terraza hasta la primera base conocida como “el anillo”. Este anillo, que configura el techo y el casquete interior de madera, yeso y hierro con cubierta de cobre, es solo el inicio. Una escalera flotante conduce hacia el segundo techo, lo que da cuenta de la complejidad de la estructura. 

Desde el cielo raso del Salón Azul, en el epicentro del Congreso, Echeverría se refirió al significado y la historia que impregnan estas alturas. “Estamos en el cielo raso, en el centro del edificio, la cúpula está encima de eso. El gran lugar donde fue el velorio de Perón, de Alfonsín, entre otros. El gran lugar donde accede el presidente y pasa al salón de pasos perdidos para abrir las sesiones el 1 de marzo”, precisó. 

Internamente, el edificio se divide entre senadores y diputados, desplegando una escala que abraza tanto el techo del Salón Azul como la urbe que se vislumbra desde las alturas. 

La cúpula del Congreso por dentro

Restaurado meticulosamente desde 2009, el Salón Azul y sus cúpulas han sido parte de un proceso continuo de preservación, que ahora se extiende a la envolvente exterior. En este aspecto indicó que “se viene restaurando el salón azul, el primer casquete y el segundo casquete, la parte de iluminación, y ahora estamos retocando la envolvente (es toda la fachada)”. 

La cúpula por dentro “soporta el peso del revestimiento de hormigón y el cobre”, según Echeverría. “Todo esto tiene un correlato hacia abajo y va armando toda la parte del tambor y desciende hacia una parte más muraria de ladrillo que está revestida en piedra. De aca para abajo es la falsa cúpula, porque no es lo que se ve de afuera. Hay como doble lectura entre lo que es el relato urbano y lo que tiene que ver con la escala”, detalló. 

Desde los balcones más altos hasta la estructura del casquete y las vistas panorámicas de la ciudad, Echeverría se refirió al universo arquitectónico que fusiona la elegancia neoclásica francesa con la impronta italiana, por su arquitecto, Vittorio Meano. 

“Meano había ganado el concurso para empezar la construcción del edificio en 1895. Tras su asesinato, la construcción la llevó a cabo el Ministerio de Obras Públicas, que en ese momento existía -comentó- Entonces van tomando decisiones en base a los distritos, a la documentación pero a partir de su muerte todo para adelante es una idea de hipótesis sobre qué hubiera hecho. Por eso el edificio está dividido en dos momentos: antes de su muerte y después de su muerte”.

Además, al abordar la restauración y el proceso de preservación, Echeverría invitó a contemplar la dualidad del edificio: “Un todo desde afuera, pero un compendio de distintos lados con diferentes materiales y erosiones desde adentro. El misticismo del Palacio del Congreso radica en esta fragmentación, una narrativa que se entreteje entre el relato urbano y la escala monumental”.

La estructura completa de la cúpula pesa 30.000 toneladas y alberga la falsa cúpula y la cúpula exterior. Con material premoldeado, madera cubierta en láminas de cobre y un malacate que sostiene una araña de más de 2 toneladas, la misma está llena de óculos que se iluminan de noche. 

Al subir por una escalera caracol, se llega al primer mirador, que ofrece impresionantes vistas de la Plaza de Congreso, la Avenida de Mayo y más. Desde el segundo mirador pueden apreciarse los cuatro leones que sostienen a la aguja pararrayos. 

Cada detalle de la cúpula revela una narrativa única, desde las marcas de bala de la revolución de 1955 hasta la vista de las cúpulas rojas que datan de 1920 sobre la Cámara de Diputados. Sin dudas, un testimonio vivo de la historia argentina, un monumento de 80 metros de altura que desafía el paso del tiempo. 

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