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En primera persona: centennials ucranianos y rusos cuentan cómo es vivir en el drama de la guerra

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Son jóvenes, con sueños y aspiraciones que tuvieron que suspender porque en el cielo caen bombas en lugar de lluvia. Tres ucranianos y dos rusos revelan cómo les impacta la guerra.

Punto Convergente dialogó con los jóvenes a través de Instagram y Tandem para conocer en primera persona lo que sucede en el lugar de la guerra

Nikita, el chico que actualmente está en Ucrania y no puede irse

Hace poco Nikita visitó un supermercado y se encontró con casi todos los estantes vacíos. Pero su vida no cambió el pasado 24 de febrero, sino que cambió hace ocho años.

Nació en la región de Donetsk. Después de la revolución en Ucrania en 2014, Nikita se despertaba por las explosiones y desde ahí vivió como un nómada: por ejemplo, se cambió 6 veces de escuela. “Esperé los años más terribles de la guerra en el centro de Ucrania. Fue una época muy dura para mí”, relata.

Imagen: Casa de Nikita

Luego se fue de la República de Donetsk en 2019 dejando atrás a su madre y a su hermano durante tres años. Ahora Nikita vive en Druzhkovka, una ciudad que no sufrió daños aunque antes estuvo ocupada. Acaba de graduarse de una escuela técnica, y pensó que la guerra ya no lo atraparía, “pero estaba equivocado”.

“Siempre soñé con salir de aquí y creo que pronto tendré una oportunidad”, cuenta el joven. Actualmente vive con su padre y su abuela, y piensa que su vida ordinaria ahora es más limitada y muchas cosas le parecen inaccesibles.

Su cumpleaños era el 25 de febrero, y para festejarlo Nikita y su padre querían ir a Kyiv, la capital ucraniana. Sin embargo, un día antes estalló la invasión rusa. En lugar de soplar las velitas para festejar sus 20 años de vida, tuvo que cerrar todas las ventanas para que no entrara la luz del exterior.

En estos últimos días le tocaron experiencias cercanas a la muerte: la compañera de su madre murió por una bomba; el amigo de su abuela se asustó tanto por la explosión que ahora no puede hablar; y el amigo que estudió con Nikita, ahora está luchando en Kyiv y “cada día ve muerte y gente lisiada”.

Nikita dice que “sólo llegar a la frontera es largo y peligroso”, aunque espera abandonar el país en los próximos meses a pesar de que “ahora la situación no es tan buena”.

No sabe cuándo podría terminar este conflicto. Incluso pensó que “la guerra en el Donbass no duraría mucho tiempo, pero lleva 8 años y ahora todo ha empeorado”. Según Nikita, ahora se ha iniciado un “proceso irreversible”, y se desconoce a qué conducirá.

A pesar de la incertidumbre, temor y frustración, Nikita sonríe a través del chat y cuenta que tiene un hermoso paisaje con nieve desde la ventana donde vive.

El paisaje desde la casa de Nikita. Crédito: Nikita

Mila, la joven que se salvó “de milagro”

Sus padres cumplieron 35 años de matrimonio y, por primera vez en la vida, decidieron irse juntos de vacaciones al extranjero. “No sé si es una suerte o una desgracia”, cuenta la joven ucraniana. Vinieron por 6 días a Georgia, y el día antes de volver a Ucrania empezó la guerra.

Actualmente están “atrapados” en España, pero reciben ayuda y alojamiento gratuito por parte de “buena gente de aquí”. Sus padres no son tan jóvenes, y a pesar de que sean médicos Mila cuenta que se les hace “muy difícil conseguir acreditación en Barcelona”. “Sólo espero que podamos volver pronto”, dice la joven de 21 años que cursa su último año en la Licenciatura en Informática.

Mila, quien también es activista ambiental, vivió toda su vida en Mariúpol, una ciudad al sur de Ucrania y lejos de las fronteras, que desde hace más de una semana está rodeada por las fuerzas rusas. “Hace cinco días que no me puedo contactar con mi abuela”, dice.

También cuenta que sus otros familiares y amigos en Mariúpol no tienen electricidad, agua, calefacción o alimentos. La mayoría de las tiendas fueron saqueadas; las farmacias están vacías o cerradas; y tampoco hay cobertura telefónica. “Las fuerzas rusas están bombardeando y Mariúpol está en constante fuego”. Confiesa que “es horrible, pero espero lo mejor”.

Así está el hospital de Mariúpol donde la madre de Mila la dio a luz hace 21 años. Crédito: Instagram de Mila

Acerca de los corredores humanitarios para abastecer a los civiles de provisiones o permitir que vayan a un lugar seguro, Mila cuenta que “los rusos no cumplen ni una palabra y no cesan el fuego”. “Es simplemente horrible”, agrega.

Mariúpol, la ciudad donde vive la joven. Imagen: Instagram de Mila

Yuliya, la ucraniana que pudo escapar a Polonia

Eran cerca de las 6 de la mañana, y dormía plácidamente en su cama hasta que una explosión la despertó. Al principio ni Yuliya ni sus padres entendían lo que había pasado, pero luego sus familiares empezaron a llamarlos diciendo que la guerra había empezado.

La joven de 23 años, oriunda de Ivano Frankivsk, estaba desconcertada porque su ciudad está bastante lejos de Rusia. “No sabíamos que habían empezado a bombardear y pensábamos que estaban destruyendo casas normales y civiles”, cuenta la magister en derecho.

De pronto comenzó a recoger documentos, dinero y objetos de valor. Pero en ese instante se produjo una segunda explosión, y lo peor de todo es que “no entendíamos cuál era el objetivo del bombardeo”. Entonces, su mayor miedo en ese momento fue “no poder despedirse de la familia”.

Como el oeste de Ucrania es mucho más pacífico, Yuliya dice que tanto ella como sus familiares y amigos asumieron “la responsabilidad de apoyar al ejército y ayudar a las víctimas“.

Por lo tanto, su rutina diaria cambió empezando por la Universidad. Cursaba otra maestría en la Facultad de Lenguas Extranjeras (inglés y alemán), pero tuvo que pausar tanto el estudio como el trabajo.

Una semana después, Yuliya junto con su prima, tomaron un autobús y luego un avión para refugiarse en la casa de unos familiares en Polonia.

Hace tres días que está en el extranjero, y por suerte “no le resultó difícil” la movida. Mientras tanto, sus abuelos siguen viviendo en un pueblo ucraniano y trabajando en el campo. Pero la joven asegura que están bien.

Del otro lado de la frontera

Ivan, un futuro piloto ruso que no encuentra trabajo

Tenemos muchos problemas debido a la guerra”, comenta Ivan del otro lado de la frontera, quien está a punto de graduarse de la escuela de vuelo en verano en Rusia. Antes del 24 de febrero se estaba preparando para trabajar como piloto en un Boeing 737. Pero debido a las consecuencias económicas, ahora no sabe cómo encontrar trabajo, y espera que la situación se estabilice para el verano. “No sé lo que pasará después, todo es malo”, agrega.

El joven de 21 años dice que “los ucranianos nos odian porque no organizamos huelgas”. Aclara que las manifestaciones contra la guerra -llamada “operación militar especial” por los medios rusos- están prohibidas en su país, y que incluso se pueden condenar con penas en prisión. Aún así, asegura que “la gente de todo el mundo nos odia porque no podemos derrocar al gobierno”.

Vladislav, el joven que está en contra de Putin

Cuando se despertó en Moscú, su padre le dijo que su ejército había atacado Ucrania. Se sorprendió y al principio no le creyó. Pero luego leyó las últimas noticias, y su vida dio un vuelco. “Putin nunca será perdonado por sus crímenes”, dice Vladislav.

Nos convertimos en una nación marginada”, cuenta el joven de 24 años, quien observa mucho odio y racismo en Internet para todo su pueblo. “Se nos reclama que no hayamos detenido a Putin y que todos nos merecemos lo peor”.

Confiesa que no está de acuerdo con las críticas, y que no se avergüenza de ser ruso. Sin embargo, tanto él y todos los “rusos cuerdos” sí se avergüenzan de su gobierno.

Con las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, la economía rusa “se hunde” y la gente vulnerable (sobre todo los ancianos) que vivían con 185 dólares al mes (unos 13.000 rublos), ahora “viven aún peor porque los precios han aumentado dos veces”.

Al ser reclutador en Innotech, una empresa rusa, Vladislav no tiene ningún problema con el empleo. Pero conoce casos de personas que “están sufriendo y buscando un trabajo”, ya que las empresas occidentales “los han abandonado” y sólo les pagan el salario mínimo.

Mientras tanto, “nuestra gente valiente va a las manifestaciones y es castigada por la policía y criticada por la gente zombi (gente que cree en la televisión)”. También añade que muchos abandonan Rusia porque tienen miedo o vergüenza.

Vladislav dice que casi todos los medios de comunicación opositores están bloqueados. “Es cuestión de tiempo que el gobierno bloquee todo lo que pueda conectarnos con el mundo moderno y la verdad”, afirma, anticipando un poco lo que pasó con la empresa estadounidense Facebook.

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