Según datos del Observatorio Argentino por la Educación, seis de cada diez organizaciones de la sociedad civil aumentó su actividad durante la pandemia. ¿Cómo? Brindaron más poyo escolar y entregaron viandas. En primera persona, historias de voluntarios que ayudaron en el momento más difícil.
Por la pandemia mundial, en Argentina, durante todo el 2020 y una parte del 2021, la modalidad de clases fue virtual. Esto provocó que se agudizaran aún más las diferencias educativas entre chicos de barrios populares y de otros sectores. De acuerdo a la proyección hecha por el Ministerio de Educación nacional, en junio de 2020 un millón de chicos se habían desvinculado de la escuela.
Las escuelas además de ser un lugar de aprendizaje para los niños y niñas en muchos casos también es un lugar en donde comen. El 84,4% de las escuelas de barrios populares brindan comida para sus alumnos pero esto se vio afectado por la pandemia ya que, producto por la cuarentena y por la modalidad de clases virtuales: un 43,3% de los chicos y chicas vieron afectada su asistencia alimenticia brindada por las escuelas, según datos del Observatorio Argentino por la Educación.
Esto hizo que las organizaciones sociales que ayudan en la educación, tengan un rol más importante ya que, si bien uno de cada cuatro estudiantes de escuela primaria dejaron el colegio en algún momento del 2020, la mitad de ellos pudo recibir ayuda de alguna manera por parte de estas organizaciones. Estas ayudas pueden ir desde brindar alimentos para los niños, ayuda escolar y distintos elementos para que puedan realizar sus actividades escolares.
De acuerdo a datos del informe elaborado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina, si el estado argentino no hubiera aplicado el programa Alimentar durante la pandemia hubiera habido un 9% de niños más por debajo de la línea de la pobreza y un 22,7% por debajo de la línea de indigencia. El programa alimentar esta compuesto por la Asignación Universal por Hijo y por la Tarjeta Alimentar.
Este programa tuvo efectos positivos en la disminución de la inseguridad alimentaria de los sectores más vulnerables que fueron los principales receptores de este programa. Sin embargo, el mayor impacto del programa fue en rubro no alimenticio en los productos de limpieza para el hogar y de higiene y aseo personal.
Si bien esto sirvió de ayuda para las personas de los sectores más vulnerables para que puedan comprar comida y productos de limpieza, la modalidad virtual siguió siendo un escollo para este sector ya que conforme a un estudio realizado por el Observatorio Argentino por la Educación, uno de cada cuatro estudiantes de primaria de escuelas de barrios populares dejó la escuela en algún momento de 2020. Una de las razones que dificulta la educación es la mala conectividad que afecta a algunos sectores, principalmente a los de más bajos recursos.
A su vez, sumado a la mala conectividad, la falta de dispositivos propios por parte de los estudiantes genera otro conflicto ya que muchos alumnos tienen clases a la misma hora que sus familias o a la hora que ellos trabajan por lo que se turnan para usar el dispositivo para hacer la actividad virtual. Esto genera que se amplíe aún más la brecha educativa entre los distintos sectores ya que solo el 20% de los alumnos de escuelas primarias públicas tienen una computadora propia mientras que el 40% de los alumnos de escuelas privadas tienen una según datos del mismo observatorio.
Ser voluntaria en primera persona
Iara Acosta es voluntaria en la Fundación Uniendo Caminos desde hace 3 años cuando, cuando tenía 16 años. Producto de su amistad con sus compañeros de colegio se enteró que había un grupo que iba a realizar tareas de apoyo escolar los sábados en la mañana, Iara probó ir un sábado para ver cómo era la experiencia y desde ahí no dejo de ir nunca. “La verdad que no pensé que iba a seguir yendo pero me encantó y empecé a ir todos los sábados desde ese momento”, cuenta Acosta.
La fundación Uniendo Caminos busca acompañar a adultos, niños y jóvenes de bajos recursos a que puedan terminar el colegio y que puedan seguir con sus proyectos personales. Cuenta con 5 centros educativos que están en la Ciudad de Buenos Aires y en la provincia de Buenos Aires y tiene más de 100 voluntarios.
Acosta es voluntaria en el Barrio 21 que se encuentra en el barrio de Barracas, Ciudad de Buenos Aires. Ahí da apoyo escolar los sábados para los niños de ese barrio. El principal objetivo de Acosta es que los chicos no dejen sus estudios y sigan yendo a las reuniones semanales que hace la fundación. Ve que el principal desafío al que se enfrenta es que los chicos dejen de contactarse con ellos y no puedan hacer el seguimiento de los chicos.
Antes de la pandemia, los voluntarios llegaban al centro de apoyo y ahí los chicos les mencionaban cuáles eran sus dificultades con las materias y, según las fortalezas de los voluntarios con las materias los ayudaban. Se buscaba respetar que si un chico venía trabajando con un voluntario que siga trabajando con el mismo. Una vez que terminaban las tareas se quedaban haciendo algunas actividades recreativas hasta que terminara la hora de apoyo escolar.
“La pandemia no solo alteró la modalidad de la educación en los colegios sino que también alteró la forma en que los chicos se encontraban con los voluntarios”, según la propia experiencia de Acosta. Hoy las comunicaciones no son cara a cara como antes sino que son a través de mensajes de WhatsApp o video llamadas aunque esto último es más complicado por la falta de conexión que hay en el barrio o por la insuficiencia de datos móviles que tienen las familias para realizar las tareas educativas.
Actualmente Acosta y los demás voluntarios y voluntarias tienen un grupo de WhatsApp con los padres de los chicos en donde se envían las consultas y desde ahí un voluntario o voluntaria se comunica con ellos por privado para la realización de la tarea. “Por ahí ahora con esta modalidad lo que se perdió, es la charla previa con los chicos y los juegos que hacíamos con ellos aunque ahora estamos intentando hacer algunos juegos por el grupo de WhatsApp” ,dijo Acosta.
“La pandemia hizo que se perdiera un poco la conexión con el chico ya que ahora es todo por mensaje o audios y hay muy poco cara a cara” sostuvo Acosta. Sin embargo ve como positivo que gracias a esta modalidad de los audios puede ayudar a más chicos a la vez ya que ahora según su experiencia “antes era más complicado en el centro de apoyo ir de un lado a otro para ayudar a los chicos, ahora uno puede mandar un mensaje dejar que el chico piense y mientras seguís ayudando a otro”, afirmó Acosta.
Al principio de la pandemia, a la fundación le costó contactarse con los chicos pero con el correr del tiempo la difusión fue creciendo y cada vez tenían más chicos, por lo que tuvieron que agrandar sus grupos de trabajo. “Cuando comenzamos el año pasado sentí que habíamos perdido varios chicos pero a medida que pasó el tiempo fueron llegando nuevos chicos y luego los chicos te enviaban el contacto de sus amigos para que los inscribamos en el apoyo, creo que al no tenerse que acercar a algún lugar determinado hizo que más chicos estén interesados en el apoyo” dijo la voluntaria de la fundación Acosta.
“Ser voluntaria es algo hermoso, siento que ayudo un poco desde donde puedo, formas un lindo vínculo no solo con los chicos sino también con tus compañeros ,les recomiendo a todos si pueden y si quieren que prueben la experiencia del voluntariado” concluyó Acosta.
Ser voluntaria en pandemia, un doble desafío
Sabrina Moran es voluntaria en Tejiendo el Barrio desde 2016. La asociación civil busca transformar la vida de chicos y chicas con sede en el asentamiento precario de la Comuna 15 que es conocido como “Playón de Chacarita”. La asociación cuenta con talleres de apoyo escolar, talleres de artes plásticas y de freestyle.
Moran comenzó dando clases de apoyo escolar los martes de 18:30 a 19:30 y actualmente además, es la responsable del sector de educación de la asociación y del sector de investigación. Desde el sector de investigación lo que se busca hacer es por medio de trabajos conocer más la realidad del barrio en el que trabaja la asociación y así mejorar las ayudas que brindan en el barrio.
“Me acerqué a Tejiendo el Barrio por recomendación de un amigo y desde ese entonces no falte más a una reunión”, sostuvo Moran. Hoy la asociación al ser más grande, cuenta con otro tipo de difusión ya que cuentan con sitio web y redes sociales. Como todo, la pandemia trastocó sus planes sumando dificultades a las ya existentes por lo que para ella “ser voluntaria en esta época, tiene una complejidad mayor que en otras épocas”.
Antes de marzo de 2020, el día a día de los voluntarios era muy territorial ya que estaban físicamente presentes en el barrio haciendo distintas actividades no solo la parte escolar sino también partes recreativas como el festejo del día del niño o actividades vinculadas al festejo de Navidad. “Lo que se busca con estas instancias de encuentra más lúdicas, generar y fortalecer un vínculo con el niño o niña y con su familia, que va más allá del apoyo escolar”, afirmó Moran.
En el taller de apoyo escolar, además de ayudar a los niños con sus estudios se les preparaba la merienda para que tengan la panza llena. “Nuestro principales desafíos son que las edades de los niños y niñas que venían al taller era muy variadas por lo que cada edad requiere otro tipo de enseñanza y que no contábamos con un grupo consolidado de docentes que fuera siempre a las reuniones”, detalló Moran.
Cuando empezó la pandemia, la actividad de apoyo escolar se vio suspendida y no hubo apoyo escolar presencial durante todo el 2020.Lo que busco suplir el apoyo, es el acompañamiento de manera virtual a algunas familias para que ellas a su vez ayuden a sus niños o niñas. “Fueron muy pocos los que pudieron hacer uso de ese tipo de ayuda debido a razones de conectividad y a una dificultad para ayudar a hacer las actividades con sus hijos”, dijo Moran.
A partir de 2021, lo que se buscó hacer es tratar de retomar el taller de una manera presencial con los cuidados correspondientes. Se achico la cantidad de niños y niñas que recibían ayuda a la vez y se formaron burbujas donde se buscaba que el mismo docente trabajará con los mismos niñas y niños. ”Sin embargo, a medida que pasó el tiempo más niños y niñas empezaron a venir por lo que tuvimos que suspender un par de semanas las clases cuando hubo el pico de contagios”, afirmó Moran. Previo a la citación de los niños se busca saber con la cantidad de docentes que cuentan para el taller para así se llama a la cantidad de niños adecuada.
Actualmente las clases están centradas en niños y niñas de 6 a 8 años que no saben leer ni escribir y trabajan en un grupo de no más de 6 o 7 personas con sus docentes fijos. “Lo positivo de esta modalidad que nos trajo la pandemia es que vimos que los chicos y chicas avanzan mucho más con docentes que les hagan un seguimiento que cuando los docentes rotaban”, mantuvo Moran.
“Al tener docentes fijos con los niños y niñas generamos un vínculo afectivo y de confianza con ellos que resultó clave para que pudieran aprender y contarnos cuáles eran sus dificultades”, concluyó Moran.
Un accidente laboral en su familia, determinante para su futuro profesional
Idalina Bareiro en 2009 migró hacia la Argentina con el noveno grado hecho y con su familia se instalaron en el barrio San Blas que está ubicado en Barracas, Ciudad de Buenos Aires. Desde que llegó su madre le busco colegio para que pudiera terminar el secundario y ahí es cuando los caminos de Bareiro y de Uniendo Caminos se encontraron.
Uniendo caminos le consiguió una escuela en abril cuando el ciclo lectivo ya había comenzado por lo que rápidamente se tuvo que poner a tono. ”Que me hayan conseguido escuela fue la primera ayuda que me dieron pero durante la época de clases seguí yendo a clases de apoyo escolar para que me ayudaran en mis tareas y exámenes”, dijo Bareiro.
Si bien hubo materias que la complicaron durante la secundaria como matemáticas o contabilidad, una de las principales dificultades que tuvo Bareiro en la escuela secundaria fue la posibilidad de integrarse al grupo ya que no solo estaba lejos de su tierra natal y de su familia sino que no estaba acostumbrada a los términos que se usaban en el país.
Una vez que terminó el colegio nuevamente gracias a la ayuda de Uniendo Caminos pudo hacer un taller de orientación vocacional. Previo al taller estaba entre dos opciones: ser periodista o abogada. “Abogada quería ser por una situación personal en donde estafaron a mi papa en el trabajo, en donde mi padre sufrió un accidente laboral y nos hicieron firmar un documento en donde decía que había cobrado un dinero que nunca recibió, como mi familia no tenía dinero ni nadie sabía de derecho, lo firmamos y resultó una estafa”, contó Bareiro. Así de este modo si otra situación similar se les presentaba en el futuro su familia no tenía que necesitar de dinero para contratar un abogado sino que iba a estar ella para resolver el conflicto. “Esa situación puntual de mi padre fue la que me hizo definir que iba a seguir abogacía”, sostuvo Bareiro.
Bareiro actualmente estudia Abogacía en la Universidad Católica Argentina, llegó a la institución gracias al programa “Unir” que brinda la universidad. “Este programa es muy completo y presente, cuenta con reuniones periódicas en las que están los alumnos, es un acompañamiento muy activo”, detalló Bareiro.
En cuanto a lo laboral, Bareiro está trabajando en el Poder Judicial, gracias a la ONG, ya que la ayudaron a armar el CV y a conseguir la entrevista.
Bareiro sigue vinculada a la fundación, si bien ahora no puede hacer el trabajo de voluntaria por temas laborales y de estudio siempre está dispuesta para ayudar a la fundación de la manera que pueda. “Por más de que esté justa de tiempo, siento que no me puedo negar a ayudar a la fundación y tratar de devolverle algo de todo lo que me dio”, afirmó Bareiro.
Bareiro solamente tiene palabras de agradecimiento a la fundación ya que le abrieron muchas puertas para que pueda desarrollarse mejor no solo en cuanto. “Haber llegado a Uniendo Caminos significó la posibilidad de seguir estudiando y de conseguir un trabajo”, cuenta Bareiro.
Foto de tapa: GCBA