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Educación emocional en la era digital

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En un colegio secundario de la Ciudad de Buenos Aires, un grupo de docentes lleva adelante una experiencia innovadora: integrar las herramientas socioemocionales (HSE) al uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC). El objetivo de la educación emocional en la era digital no es solo mejorar la convivencia y el aprendizaje, sino también formar a los estudiantes para habitar el entorno digital con responsabilidad, empatía y equilibrio emocional.

La socióloga Paola Herrera, quien investigó sobre el desarrollo y aplicación de las HSE en contextos educativos, explica que “las habilidades socioemocionales colaboran en el uso y aplicación de las tecnologías de comunicación en la medida que las personas hayan podido desarrollarlas en un ambiente contenedor, ya sea familiar o escolar previo”.

De la autoconciencia al trabajo colaborativo

Herrera se apoya en la clasificación del psicólogo israelí Reuven Bar-On, quien analiza la inteligencia emocional a partir de diez factores, de los cuales seleccionó cuatro para su investigación: el área intrapersonal, la interpersonal, la gestión emocional y la adaptabilidad.

“El área intrapersonal se refiere a uno mismo y consiste en la autoconciencia emocional y la asertividad, que es la capacidad de expresar las propias emociones y sentimientos”, detalla Herrera.

“En el plano interpersonal, añade, las habilidades socioemocionales implican identificarse con el grupo social, cooperar con los demás, comprender cómo se sienten los que me rodean y establecer relaciones satisfactorias”.

Según la especialista, estas prácticas dentro del aula “ayudan a que los estudiantes también puedan desarrollarlas, partiendo de la base de que todos, en mayor o menor medida, disponemos de las mismas y las podemos fortalecer a lo largo de la vida”.

El rol del educador frente a la tecnología

Para Herrera, el docente es una figura clave en este proceso. No solo transmite conocimientos, sino que también guía el desarrollo emocional y digital de los estudiantes.

“La figura del educador es fundamental para guiar este desarrollo en sus estudiantes y fomentar relaciones de colaboración que prevengan o solucionen los conflictos, además de lograr la adaptación a la sociedad tecnológica actual”, sostiene.

En este sentido, el desafío docente no se limita al dominio de herramientas digitales, sino a la integración de valores, emociones y pensamiento crítico en el uso cotidiano de las TIC.

Redes sociales, límites y responsabilidad

La presencia constante de las redes sociales plantea nuevos desafíos para la salud emocional de los jóvenes. Herrera advierte que el desarrollo de habilidades socioemocionales también implica establecer límites y promover un uso responsable de las tecnologías.

“La participación en redes sociales y el uso que se haga de las mismas debe ser responsable, procurando que no invadan la vida personal. Las TIC debieran ser una herramienta y no la propia vida”, afirma.

Esta reflexión cobra especial relevancia en una generación donde la exposición y la inmediatez pueden derivar en ansiedad, comparaciones y conflictos identitarios.

¿Puede la inteligencia artificial acompañar emocionalmente?

En relación con la irrupción de la inteligencia artificial (IA), Herrera se muestra cautelosa. Aunque reconoce que algunos usuarios buscan en la IA un espacio de escucha o acompañamiento, advierte sus limitaciones.

“En Estados Unidos, hay miles de personas que dialogan con programas de IA y les cuentan sus conflictos como si fuera una terapia personal. El problema es que la IA acompaña y empatiza, pero no fija límites ni desafía conductas, por lo que no hay un verdadero acompañamiento en temas de salud mental”, explica.

“No veo que la IA por sí sola ayude en este camino, agrega, considero que la relación con otras personas y el trabajo personal con uno mismo, sí.”

Innovación educativa y valores humanos

Dentro del sistema educativo, Herrera propone que los docentes fomenten las HSE mediante estrategias innovadoras, evitando enfoques puramente psicológicos.

“El aprendizaje basado en juegos, por ejemplo, permite adaptarse a una sociedad cada vez más tecnológica. Internet transmite datos o información, no valores. Dependerá del acompañamiento docente para que esa información inicial se convierta en conocimiento y valores”, sostiene, citando a García Aretio (2021).

El desafío, según ella, es que el docente siga siendo un referente, tanto en la clase presencial como en los entornos virtuales: “Tiene que trabajar en sí mismo y con la colaboración de pares y profesionales de otras disciplinas para estar a la altura de este desafío”.

Una educación emocional para la era digital

Finalmente, Herrera subraya que las buenas prácticas educativas se construyen desde los valores y los vínculos seguros.

“Ser responsable de los propios actos, gestionar las emociones y superar la frustración cuando los logros no salen son claves. Estas habilidades se desarrollan en un ambiente educativo contenedor, donde los docentes sean escuchados, trabajen colaborativamente y generen espacios seguros tanto en el aula física como virtual.”

En tiempos donde las pantallas median gran parte de nuestras relaciones, la educación emocional se vuelve una brújula indispensable. Y los docentes, más que nunca, son los guías que pueden ayudar a los jóvenes a ser humanos en un mundo digital.

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