Punto Convergente

El largo camino a recorrer si se quiere vivir de la música

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Es un sábado soleado y ellos eligen estar encerrados. De fondo, las indicaciones de Gonzalo marcando el tiempo se mezclan con el ruido. Ya llevan dos horas ensayando y parece que se extenderá por lo menos, una más.

“Para nosotros es normal vivir en este garaje. Puede sonar muy cliché –se ríe Gonzalo-, pero acá pasamos la mayor parte de nuestro fin de semana”.

Damons es una banda nacida en Monte Grande, localidad al sur del conurbano bonaerense, que se formó hace un año y medio. Gonzalo es la voz principal, Facundo toca la batería, Jorge el bajo y Julián (alias “Joca”) la única guitarra. Tocan heavy metal aunque dicen “no casarse” con ningún género.

El día a día de Damons igual a los de las otras miles de bandas argentinas que buscan el éxito. Este último es un anhelo compartido por todos los amantes de la música que sueñan con alcanzar ese estatus de “músico” que habitualmente se usa para referirse a aquellos que lo han alcanzado, que viven de lo que aman, de la música.

Según un relevamiento de 2011 del  Observatorio de Industrias Creativas (OIC) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en Argentina, para el 2009, “los ingresos totales de la Industria de la Música fueron de más de 1200 millones de pesos -unos 327 millones de dólares-“.

En tanto, desde el 2005 hubo un crecimiento del 86% a nivel nacional y en la Ciudad un incremento cercano al 100%, siendo la “música en vivo” el principal ingreso de la industria.

Si bien el mercado de la música genera ingresos, es difícil que las bandas puedan vivir sólo de tocar.

Como los integrantes de Damons: los cuatro tienen sus trabajos cotidianos y estudian carreras universitarias; ninguno de ellos ligados al ambiente de la música. Ensayan los sábados (y a veces) los domingos: cuando todos se liberan de sus respectivas responsabilidades ellos deciden “encerrarse” –como les gusta decir- y sumarle una tarea más a su atareada semana.

Gonzalo, cantante principal, trabaja como administrativo en un estudio contable. Algo similar sucede con Jorge y Julián, que trabajan en atención al público en consultorios médicos. Y el mismo camino transita Facundo, ya que estudia Ingeniería eléctrica en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y ayuda a su padre en una carnicería.

“Para nosotros es más que un hobby, es algo que necesitamos para seguir con la semana -confiesa Facundo-. Los días que nos juntamos podemos estar 8 horas de corrido que no nos damos cuenta”.

Diego Morón, músico y dueño de la productora Mormox Producciones, cuenta que el número de bandas interesadas en grabar un disco “aumentó en el último tiempo”, llegando al número de tres bandas por mes” pero, advierte, que “no en todos los casos se llega a coordinar para trabajarlos”.

Son muchas las cosas que se deben dejar de lado en pos de lograr un mejor sonido y, como consecuencia, mayor reconocimiento. Fueron muchos cumpleaños familiares ausentes y otros tantos asados entre amigos de los que no fueron parte por estar ensayando o tocando en bares o boliches.

En algún punto, los integrantes de la banda se ven obligados a plantearse esta cuestión de seguir intentando de alcanzar el éxito (con todo lo que eso conlleva: tiempo, inversión, dedicación) o seguir con la actividad como un mero hobby. Esto se debe en gran parte a la exclusiva y selectiva industria de la música.

“De todas las bandas con las que laburo, las que logran sobrevivir (dixit) de la música son la minoría. Como músico, todo lo que hago está relacionado a la música, pero sé que a no todos les pasa lo mismo”, dice Morón.

El infierno está encantador

 “Uno lo hace porque le apasiona la música, si no es imposible aguantar todas las cosas que hacemos nosotros”, dice Facundo mientras juega con el resto de la banda.

El esfuerzo que hacen a diario no parece ser en vano; a pesar de su corto tiempo de actividad lograron tocar en los bares más reconocidos de la zona. Uno de ellos es Moebius Rock Bar, lugar que supo ver en vivo a reconocidas figuras del rock nacional como Viejo Demente, Marcelo Rodríguez “Gillespi” (saxofonista de Sumo) y Carajo.

Karina Gabriela Álvarez, dueña del mítico bar cuenta cómo es “el circuito de la música amateur”, como ella lo define. “Acá [por Moebius Bar Rock] no toca cualquiera. Nosotros seleccionamos según cómo suenen y la cantidad de seguidores que tengan. Ponemos una base de gente y si la cumplen, están habilitados para tocar”, cuenta Karina.

“¿Por qué Damons fue elegido para tocar en el bar? Tienen potencial. Son chicos fanáticos de la música que ensayan seguido y cada vez suenan mejor”, sostiene la dueña del bar.

A fin de cuentas, quizás no sea en vano pasar un fin de semana encerrado afinando instrumentos y componiendo acordes. Quizás el “éxito”, ese gran anhelo que parece siempre tan lejano, esté cada vez más cerca.

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