La contaminación por plástico en la Argentina avanza en silencio, sin que se enciendan las alarmas en las más altas esferas de gobierno. Está presente en los estómagos de especies en peligro de extinción y de animales marinos. Además, según determinados niveles de exposición, puede causar cáncer en los seres humanos
Los pingüinos de Magallanes se caracterizan por construir sus nidos en cuevas subterráneas o en huecos protegidos por arbustos. Sin embargo, las especies que se encuentran en las islas Tova y Tovita, cerca de las costas de la provincia de Chubut, están cambiando su comportamiento debido a un intruso inesperado: el plástico.
Carolina Pantano forma parte del proyecto Patagonia Azul de la Fundación Rewilding y ha visto cómo los padres utilizan manera ilegal cajones descartados por barcos pesqueros para poner y empollar sus huevos. Si bien estos objetos pueden serles útiles a los pingüinos en un momento determinado, la bióloga dice que sus consecuencias pueden ser fatales: “Un día piensan que el cajón les sirve de refugio, pero, después, cuando están queriendo usar la red de pesca para lo mismo, pueden quedarse enmallados y ahorcarse”.
Tanto los buques pesqueros nacionales como los extranjeros tienen prohibido arrojar basura dentro de las 200 millas náuticas del mar territorial. Esta regulación surge del Convenio Internacional para Prevenir la Contaminación por los Buques (MARPOL) del cual Argentina es parte.
Foto: Revista Puerto.
Estas islas están habitadas exclusivamente por animales, pero las 36 toneladas de desechos que fueron descubiertas durante expediciones organizadas por la Fundación Rewilding son un claro ejemplo de cómo la actividad humana ha corrompido el medio ambiente. “La gente [que visita el parque interjurisdiccional marino costero Patagonia Austral] no lo puede creer. Preguntan ¿pero realmente no piensan que hay esa cantidad de basura, nadie lo ve?”, revela Pantano.
Otras zonas del país también presentan contaminación por plástico. En las playas bonaerenses, por ejemplo, el 84,5% de los residuos son de este material. Las colillas de cigarrillos, los envoltorios, las bolsas y los restos de nylon son los rastros más comunes, según datos arrojados por el quinto Censo Provincial de Basura Costera Marina.
Desde relojes, lapiceras y computadoras hasta comida enlatada, el plástico está en todas partes, pero ¿cómo es que, aquel elemento al que el químico Leo Hendrik Baekeland le atribuyó “mil usos”, ha causado lo que la Organización de Naciones Unidas (ONU) llamó “una catástrofe en ciernes”?
Un problema que comenzó hace más de 70 años
El plástico es una categoría amplia que agrupa a una variedad de componentes que pueden ser moldeados con calor y presión. A finales del siglo XIX inventores como John Wesley Hyatt descubrieron los polímeros, pero eran simples modificaciones químicas de elementos naturales. El escenario cambió en 1907 cuando Leo Baekeland patentó la baquelita. A diferencia de sus antecesores, era barata, resistente y 100% salida de un laboratorio.
A pesar de esos avances tecnológicos, Jerónimo Pan, doctor en Filosofía Marítima y Ciencias Atmosféricas e investigador adjunto del CONICET, asegura que el uso extendido del plástico no se dio sino hasta la segunda mitad del siglo pasado. Fue de suma importancia para el aislamiento de cables de radar durante la Segunda Guerra Mundial y, eventualmente, distintas empresas lo emplearon para manufacturar artículos como los Tupperware.
Este recurso, sin dudas, se ha convertido en un commodity para muchos países. De hecho, entre el 2000 y el 2019, su producción se disparó desde las 156 megatoneladas hasta llegar a las 353 megatoneladas, de acuerdo con el reporte Perspectiva mundial del plástico: Impulsores económicos, impactos ambientales y opciones de política de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Este incremento no pasó desapercibido, ya que en 2019 contribuyó con el 3,4% de las emisiones de gas de efecto invernadero.
El gobierno chino dejó de aceptar desechos plásticos de otros países en 2018, pero el gigante asiático sigue siendo su mayor productor y consumidor. Solo en 2020 generó más de 60 millones de toneladas de este tipo de basura.
En el continente americano, Estados Unidos es el que registra los valores más preocupantes, pues, solo recicló 2,4 de las 51 millones de toneladas de residuos que produjo el año pasado. Ahora bien, Latinoamérica no puede ocultar su participación en esta cuestión. Conforme a datos registrados por la organización sin fines de lucro No Burn, el consumo de plástico promedio por habitante en ese lugar es de poco más de 30 kilogramos.
¿Cómo es el escenario en Argentina en cuanto al plástico?
El Observatorio de Residuos Peligrosos de la Universidades de Rosario y Buenos Aires informó que Argentina produce 11 millones de toneladas de desechos plásticos por año y el Gobierno admitió que existen 5.000 basurales a cielo abierto, que son espacios que “carecen de medidas mínimas de seguridad”.
Así mismo, el análisis Our World Data, publicado en la revista Science Advances, encontró que el país es el sexto estado sudamericano que más plásticos vierte a los océanos (0,42%). Esta cifra es mucho más baja que la de Brasil (3,86%), pero siguen habiendo lobos marinos que se pasean con redes de pesca alrededor de sus cuellos y especies endémicas como el delfín franciscana que confunden las bolsas de supermercado con alguna de las especies de pescado de las que suelen alimentarse.
Los efectos también se hacen sentir en zonas más urbanas como Bahía Blanca. Tal como ocurre en otros lugares del mundo, las corrientes marinas degradan los desechos hasta convertirlos en micro y nano plásticos que, además de aparecer como gránulos de colores en la arena de las playas, generan abrasión en el fondo marino y afectan a los productores primarios de fitoplancton. “Siempre encontrás partículas de plástico en el microscopio al ver muestras ambientales de acá”, detalla Pan, especialista en geobiología.
Pan dice que la polución plástica también ocurre al realizar acciones tan cotidianas como lavar la ropa. La poliamida sintética es un tipo de tela que se utiliza para confeccionar, entre otras cosas, abrigos. Explica que, al lavarla, suelta microfibras que “pasan de tu lavarropas a una cloaca, de la cloaca al Río de la Plata y eventualmente llegan al Océano Atlántico”.
De la conquista a la invasión
La cantidad de tiempo que el plástico ocupa para descomponerse cambia según su presentación. El que se encuentra en vertederos puede tardar hasta 1.000 años en desaparecer, pero las botellas “viven” casi lo mismo que el tiburón boreal (450 años).
Si bien no es normal que una pajita tenga la posibilidad de andar por el mundo por más de dos siglos, el plástico puede generar todo tipo de afecciones en los seres vivos desde el momento de su fabricación. “Lo que es tóxico para el planeta es igual de tóxico para la salud humana”, declara Lauren Moore, integrante de la ONG norteamericana Upstream.
En mayo, investigadoras de la Universidad Libre de Ámsterdam encontraron microplásticos en muestras de sangre humana. Heather Leslie y Marja Lamoree afirman que, los tipos más comunes (tereftalato de polietileno (PET), el polietileno y los polímeros de estireno se encuentran en botellas y envases para alimentos.
Foto: Alfo Medeiros/Pexels.
De acuerdo con el informe El plástico amenaza la salud humana a escala mundial, la refinación y elaboración de productos poliméricos emite sustancias como el benceno y el estireno. Si una persona se expone de forma directa y por un tiempo prolongado, puede desarrollar contraindicaciones leves como irritación en los ojos y en la piel y, a largo plazo, cáncer.
Una de las preocupaciones que giran en torno a estos desechos son los ya mencionados micro y nano plásticos, formas que miden menos de 5 milímetros y que ya han rondado los cuerpos de agua argentinos desde hace un tiempo.
Desde 2018, investigadores del CONICET han recolectado muestras de agua en la Estación Permanente de Estudios Ambientales (a 50 kilómetros de Mar del Plata) con el objetivo de verificar la presencia de microplásticos y otros elementos. Los resultados son, según la doctora Rosana de Mauro, “impresionantes”. “Estamos bastante sorprendidos con la cantidad (…) que estamos encontrando que, si bien es variable, no baja de 10 partículas por litro”, manifestó la investigadora en una entrevista con la agencia de noticias Télam.
Los microplásticos pueden entrar al organismo a través de la inhalación y la ingesta. A. Dick Vethaak (Universidad Vrije de Ámsterdam) y Juliette Legler (Universidad de Utrecht) dicen que, una vez dentro, podrían dañar células o “inducir reacciones inflamatorias o inmunes”. No obstante, afirman que existen “lagunas de conocimiento” que deben ser abordadas. En otras palabras, se sabe que los microplásticos son perjudiciales, pero no hasta qué punto.
Los distintos actores del juego
A lo largo de los años, las autoridades nacionales han creado distintas políticas para hacerle frente al problema de la polución por plásticos y otros tipos de desperdicios. En 2005 el Congreso sancionó la ley 1854 con el objetivo de reducir de manera progresiva la producción de basura. En 2020 el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación decretó, a través de la resolución 446/2020, que todas las provincias debían separar los residuos en las categorías de “reciclable” y “basura”.
A pesar de los esfuerzos nacionales e internacionales por frenar la polución por plástico, actores políticos como Espen Barth Eide, ministro de clima de Noruega piensan que es el causante de una epidemia de escala global.
Foto: Lucien Wanda/Pexels.
Desde el punto de vista local, el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad de Buenos Aires está renovando el mobiliario de la vía pública con piezas recicladas. Además, a través de la campaña BA recicla, invita a los porteños a responder trivias o participar de juegos a cambio de información sobre cómo y qué reciclar, bolsas reutilizables para hacer la compra y “ecotachos”.
Juana Villamil, coordinadora del Área de Activación de Unplastify, reconoce que el hecho de que el plástico esté más presente en la agenda política es algo positivo, pero que queda mucho por hacer: “Va muy lento. No hay mucha acción concreta, no hay ley y se pone mucho foco en el reciclaje, pero se recicla menos del 9%… O sea, nada”.
Verónica Ramos, directora ejecutiva de la asociación civil Ecoplas, considera que “no existen campañas de comunicación al ciudadano continuas y sostenidas en el tiempo de cómo separar los residuos reciclables en sus domicilios”. Ramos explica que estas tendrían que “ser uniformes y constantes” y que deben estar “acompañadas de la infraestructura adecuada”.
¿Pueden las acciones pequeñas generar un gran impacto?
Dado el tamaño y la cantidad de macro, micro y nano plásticos que existen, no solo en las playas australes, sino en el resto del mundo surge una pregunta muy importante: ¿es posible recolectarlos? Jerónimo Pan cree que no, pero dice que “lo que podemos hacer es confiarnos de que, con el tiempo, en un par de cientos de años, la fotodegradación y el efecto de la luz ultravioletas los vayan fragmentando un poco más para que sean inerte para los organismos”.
Y, ¿vale la pena hacer un esfuerzo para tratar de reducir la contaminación, no solo por plástico, sino también por todo tipo de basura? Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas (ONU), asegura que hay que ponerle un freno al cambio climático antes de que sea demasiado tarde. “La humanidad tiene una opción: cooperar o perecer”, expresó durante una de las reuniones celebradas en el marco de la cumbre COP27.
Algunas recomendaciones para cuidar el ecosistemas:
- Sustituir o eliminar, si es posible, el consumo de plásticos de un solo uso como pajitas, hisopos, vajilla y utensilios descartables.
- Puede ser difícil evitar la compra de productos envueltos con packaging de plástico, pero lugares como Cero Market se basan en la lógica del movimiento zero waste para alentar a sus clientes a usar sus propios envases.
- Hacer botellas de amor y llevarlas a puntos de acopio.
- Aprender a hacer compost.
- Sustituir los artículos cosméticos por opciones más amigables con el medio ambiente (shampoo y acondicionador sólidos, desodorantes de piedra alumbre, entre otros).