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Familias de tránsito: el poder de cuidar y dejar partir

Familias de tránsito: el poder de cuidar y dejar partir
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Los expertos coinciden que las familias de tránsito son esenciales para el desarrollo del niño que ha sido apartado de su círculo familiar. Pero advierten sobre el impacto de los plazos judiciales

Violencia física, maltrato psicológico, abandono, falta de escolarización son algunas de las razones por las cuáles el Estado decide que un niño deje de estar al cuidado de su familia biológica. Ante la vulneración e derechos, las organizaciones estatales son las encargadas de pedir una medida de protección excepcional y, mientras se define el futuro del chico, hay personas que se encargan de acompañarlo en hogares, hospitales o en sus propias casas para ser sus “familias de tránsito” por un tiempo determinado.

El apego es el vínculo más importante durante la primera infancia. Es la relación afectiva que el niño establece con uno o varios integrantes del seno familiar y que lo marcará para siempre. Este lazo posee dos funciones básicas: favorecer la supervivencia del niño y proporcionarle seguridad emocional. Por lo que, cuando un menor es alejado de su familia, sufre un deterioro físico-emocional muy difícil de remediar y que requiere de un buen sostén psicológico. Es por esto que el Poder Judicial lo designa a un hospital de niños o a un programa de acogimiento familiar. 

Cuando se detecta que los derechos de un niño están siendo vulnerados, el Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (CDNNyA) interviene para tomar una medida de protección. El caso se presenta en el juzgado de familia y a partir de ahí, el futuro del niño queda en manos de un juez que va a decidir si el chico puede volver con su familia biológica o si se declara en situación de adoptabilidad. 

“De acuerdo con la Ley 114, es obligación del Estado agotar todas las medidas y alternativas para la restitución de los derechos vulnerados del niño”, afirma Guillermo Sidoli, Director Operativo de Atención Integral de Niños, Niñas y Adolescentes en el CDNNyA. Es decir, que las organizaciones gubernamentales tienen que tratar de revertir la situación para que el menor pueda volver con su familia biológica. “Entre tanto, si no hay una red de familia ampliada donde el niño se pueda quedar seguro, es necesario designarlo en un lugar alternativo”, prosigue.

Debido a la poca cantidad de hospitales estatales para alojar a los niños y, en consecuencia, el poco personal apto para cuidarlos, se busca que el pequeño sea recibido en un programa de familias de abrigo, ya sea estatal o privado. “La familia de tránsito es una alternativa a las instituciones convencionales para que aquellos niños que hayan tenido que ser excluidos de su familia puedan transitar la medida de abrigo en un contexto familiar”, señala Victoria Ibarra, la coordinadora de Comunidad Malu

Cuando el proceso se atrasa y la espera confunde

El acogimiento familiar supone ser un puente hacia un futuro que todavía no está definido. Es una labor muy delicada, una alternativa de cuidado “personalizado”, donde no se deben confundir los roles. “Desde el día uno, tanto la familia como el niño deben entender que es una situación transitoria”, sostiene Ibarra, y agrega: “Con mucho cariño, cuidado y paciencia, les explicamos a los niños que es una familia que los está cuidando mientras se decide ‘la familia para siempre”. 

Los requisitos varían en función de cada programa, en su mayoría exigen que los adultos no tengan deudas alimentarias, tampoco tengan causas penales y que tengan una diferencia de edad de 15 años con el menor en cuestión. Sin embargo, hay un requisito que es obligatorio para todos: no se debe estar inscripto en ningún Registro de Aspirantes a Guarda. “De esta manera, se evitan todo tipo de confusiones en cuanto a las expectativas a futuro con el niño”, explica Sidoli. 

A pesar de los requisitos y la buena voluntad de las familias, el mal funcionamiento de los tiempos suele generar confusión. En principio, y según indica la ley 13.298, la medida de abrigo no puede durar más de 180 días. Pero muy rara vez el proceso es tan rápido. Una vez pasado ese lapso de tiempo, el juez puede pedir una prórroga con justificativo de 3 meses más. Pero, ¿por qué se alargan los plazos?. “Tienen que ver con las situaciones legales que se van dando, el juez evalúa los informes de la familia biológica y el desarrollo del niño dentro de la familia de abrigo, y de esta manera, decide qué es lo mejor para el niño”, cuenta la coordinadora de Comunidad Malu.

El tiempo pasa y las expectativas crecen. Así lo confirma Claudia Pitaluga, quien fue mamá de tránsito por varios meses y separar los roles a veces era muy difícil. “Frecuentemente aparecían las preguntas de ‘¿sos mi mamá?’, ‘¿querés serlo?’, y ahí es cuando llegaba el momento de la verdad, donde tenía que decir ‘no, no soy tu mamá, ni voy  serlo’”, comparte la mujer quien también trabajó en programas de acogimiento familiar. 

Una de las situaciones más duras fue durante un festejo del Día de la Madre en el jardín. Me dijo ‘van a venir todas la mamás del jardín a jugar con nosotros, yo se que no sos mi mamá pero ¿le puedo decir a mis amigos que lo sos?’. Inmediatamente le dije que sí, que iba a ser un secreto entre nosotros”, relata Claudia y sigue: “Día a día me demostraba la necesidad de que yo fuera su madre, no podía afrontar el abandono”.

La verdad es fundamental para mantener la estabilidad emocional del niño, pero ponerla en práctica es un trabajo que no sale tan fácilmente. “El hacerle entender al niño que tiene que volver a un lugar que no sabemos cuál es, es muy duro. El problema es la incertidumbre. Es difícil porque si nosotros supiéramos de entrada que están buscando a una familia de adopción, el mensaje que se le da es diferente”, relata la madre de tránsito.

“Si en algún momento, la familia de tránsito se confunde y cree que puede adoptarlo, levantamos una alarma y enseguida cambiamos a ese niño de familia, lo charlamos o buscamos la manera. Porque lo que siempre prima es el bienestar del chico”

Victoria Ibarra, coordinadora de Comunidad Malu

Es todo un proceso que se va dando con la ayuda económica que el Estado otorga por chico para cubrir sus necesidades básicas y el apoyo psicológico del equipo técnico de los programas de acogimiento. “Hay toda una articulación que se hace desde los programas y los organismos gubernamentales para facilitarle a las familias los tratamientos que requiere ese niño”, destaca el director Sidoli. 

El final de una historia y el comienzo de otra

“Es como la culminación de una obra de arte”, así describe la coordinadora de Comunidad Malu el egreso de un niño. Casi como una fiesta. Es la llegada a la meta, una llegada a que ese chico haya pasado todo ese tiempo lo mejor posible. “Se lo despide con una sonrisa, con emoción, con nostalgia y lágrimas en los ojos pero con esa sensación de haber cumplido, de haberlo ayudado, de haberle dado todo lo que necesitaba”, agrega. 

Pero entre tanta emoción, también hay cierta tristeza porque se llega a la parte definitiva: se cortan los lazos. “Es todo un tema el procesar la decisión del juez, pero te llena el alma el agradecimiento y la felicidad del niño de saber que tiene un hogar ‘para siempre’, es el cierre de una etapa de indefinición”, concluye Claudia. 

Cómo ser familia de acogimiento

  • Los pasos a seguir para ser familia de tránsito dependen de cada jurisdicción. En CABA, todos aquellos que estén interesados en aportar su granito de arena a la causa pueden inscribirse en el Programa de Acogimiento Familiar, dependiente del Estado. (Más información: acogimientofamiliar@buenosaires.gob.ar)
  • Quienes residan en La Plata podrán contactarse con Comunidad Malu, una asociación civil constituida en 2016 que, a través de un convenio firmado con el Organismo Provincial de Niñez y Adolescencia de la Provincia de Buenos Aires, cuenta con un programa de familias de acogimiento. (Más información: www.comunidadmalu.org.ar)

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