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En primera persona: historias de jóvenes argentinos que decidieron irse del país

Créditos foto de tapa: Pixabay
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Desde hace varios años, cientos de argentinos deciden dejar atrás su vida en el país para emprender viaje y partir en búsqueda de nuevas oportunidades. Para algunos, la decisión se basa en las ganas de explorar el mundo y conocer nuevas culturas y estilos de vida. Para otros, en cambio, pesa más la creciente crisis económica y la preocupación por un futuro poco exitoso en el país.

Giancarla Bourrián, Bárbara Ciámpoli, Sofía Wagner y Lucía Vigliero representan a una ínfima porción de los jóvenes argentinos que viajaron para establecerse en el exterior o que tienen el deseo de hacerlo en el corto plazo. Ninguna se arrepiente de la decisión tomada, pero todas coinciden en lo mismo: extrañan las costumbres, la comida, y los seres queridos que quedaron en Argentina.

Según datos publicados por la ONU, en 2019 se registraron 1.013.414 emigrantes. Es decir, poco más del 2% de la población total de Argentina. Si bien la gran mayoría (259.946 personas) partieron hacia España, también se distinguieron otros destinos como Estados Unidos, recibiendo a 215.239 emigrantes, Australia, hacia donde fueron 17.583 viajeros, y Alemania, a donde llegaron 17.141 argentinos, entre una larga lista de países. 

El 27 de septiembre, el presidente Alberto Fernández se dirigió directamente a los jóvenes en un discurso: “No se vayan, hay un país que construir”, se lo escuchó decir. Sin embargo, la crisis que está atravesando el país, la economía y la inseguridad, estarían llevando a muchas personas a no elegir planear un futuro en Argentina. 

Historias de jóvenes argentinos que decidieron irse del país

Giancarla Bourrián, Estados Unidos

Giancarla vive en Miami, Florida hace casi 9 años. Se mudó en 2011 con su familia y, si bien pensó infinitas veces en volver a vivir a Argentina (sobre todo durante el gobierno de Mauricio Macri), hoy en día está convencida de que prefiere volver solamente por unos días a visitar. 

Giancarla, luego de recibirse de la carrera de Administración de Empresas en la FIU

La decisión de mudarse a Estados Unidos no fue fácil; la familia acordó partir luego de presenciar un hecho delictivo en plena Capital Federal. “Mi papá se cansó de la inseguridad que había y sigue habiendo en Argentina y no quería seguir viviendo en un país en el que no se sabía qué nos podía llegar a pasar”, cuenta. 

Tuve que resignar mi vida entera para mudarme -dice Giancarla- desde mi familia y mis amigas desde los tres años hasta mi casa, y partí hacia un mundo nuevo que no sabía cómo me iba a esperar”. Terminó en Miami los últimos años cuatro años de secundaria: según dice, le costó “horrores” asentarse y acostumbrarse al colegio norteamericano tanto en lo personal como en lo académico. Por un lado, sabía que iba a perderse los “mejores años” con sus amigas de la infancia y, por el otro, era consciente de que su nivel de inglés no estaba a la altura.

Sin embargo, después de años de dudas y obstáculos, se graduó y comenzó a estudiar la carrera de Business en la Florida International University (FIU). “Una vez que entré a la facultad trabajé un montón para demostrar que mi lugar ahí valía y me terminé graduando antes de tiempo, con honores, y con uno de los mejores promedios”, exclama con alegría; “poder llegar a eso después de lucharla tanto fue todo un logro personal”. 

“Gracias a mis amigas argentinas que siempre estuvieron presentes, y a mis amigos de Miami, que me demostraron que también puedo ser feliz en este país”, escribió en Instagram.

Hoy, con 23 años, Giancarla trabaja en una Compañía start-up, y piensa que vivir en Estados Unidos fue (y sigue siendo) una gran oportunidad. “Varias veces pensé en mudarme de vuelta a Argentina, pero nunca lo terminé de concretar”, comenta. “Aunque en su momento eso era lo que más quería, sé que vivir en Miami es una oportunidad que no muchas personas tienen”, dice, y admite que, también, la situación económica actual de Argentina influye en su decisión de seguir viviendo en el exterior.

“Obviamente siendo argentino, uno siempre tiene esa cosa de volver al país –dice–; se extraña mucho la movida, la rutina. Extraño salir a tomar un café o una cerveza a la tarde; acá son muy organizados, en Argentina son un poco más descontracturados”. Pero, Giancarla sabe que aunque extrañe, siempre puede volver a visitar a sus amigas y familia, y que, en verdad, están tan solo a una videollamada de distancia.

Bárbara Ciámpoli, Alemania

“Yo siempre había tenido como idea irme a trabajar y a estudiar”, cuenta Bárbara, quien vive hace un año en Steinfurt, una ciudad “chiquita” de treinta mil habitantes al norte de Alemania. Ya había vivido en esa ciudad hace unos tres años gracias a un intercambio con la facultad, pero ahora, después de haber conocido allí a su actual novio y de haber experimentado en primera persona cómo era el estilo de vida, decidió mudarse indefinidamente. 

En el 2019 se recibió de ingeniera química en la Universidad de Buenos Aires. Ahora, en Alemania, Bárbara trabaja mientras estudia para la maestría que está realizando, por lo que su día a día, en comparación con la rutina que llevaba en Argentina, no es muy diferente. “Como acá sigo siendo estudiante, no siento que haya habido un cambio grande –cuenta–. Lo que sí cambió fue que estoy hace unos meses conviviendo con mi novio”. 

Tampoco le costó asentarse: “No soy particularmente muy dependiente de las cosas ni de la gente, por lo que no me costó. De hecho, me hice un grupo de amigos bastante rápido acá en la facultad”. Igualmente, acepta que tuvo que renunciar al hecho de poder compartir “en vivo y en directo” los eventos como cumpleaños, salidas, etc. con su familia y amigos. “También renuncié a mi trabajo en Buenos Aires que me gustaba mucho”, dice, pero reconociendo que ella sabía qué era lo que quería: el objetivo final era mudarse a Alemania

Münster, a 30 km de donde vive Bárbara

Aunque siga estudiando, Bárbara trabaja en un estudio de ingeniería en donde diseñan y hacen los cálculos energéticos para colocar calefacciones y losas radiantes en edificios y diferentes viviendas. “Trabajo doce horas por semana y gano 10 USD brutos por hora. Eso es casi lo que ganaba trabajando en una empresa multinacional en Argentina, estando recibida y trabajando full time”, comenta. 

¿Le gustaría volver al país en algún momento? Claro, pero de vacaciones; “a vivir no lo veo como plan”, dice. Por más que extrañe las reuniones familiares, las salidas con amigos, el asado y la chocotorta, declara que no puede comparar la calidad de vida que uno puede mantener en Alemania con la de Argentina. “Allá [en Argentina] hay que hacer el doble de esfuerzo, y ni siquiera se puede llegar a obtener lo mismo”, explica. 

En Alemania, cuenta, también hay una crisis a nivel país debido a la pandemia por COVID-19, “pero no me preocupa porque sé que se va a solucionar lo que sea que está pasando con la economía”, señala. En cambio, en Argentina, “sí me preocuparía todo lo que me rodearía viviendo en un país donde hay una terrible crisis económica”, expresa Bárbara, haciendo alusión a un posible futuro en su país natal. En Alemania, cree, el futuro será mejor.

Sofía Wagner, Australia

Oriunda de Necochea, Sofía Wagner viajó hace un año y medio a Australia y vive desde fines del año pasado en Manly, Sydney. Viajar siempre estuvo en su sangre: “Yo había tenido ya otra experiencia viviendo en el exterior por menos tiempo; había hecho un Work & Travel a Estados Unidos dos veces durante cuatro meses cada vez”, cuenta. Cuando volvió de su segunda experiencia en el 2017, se recibió de la carrera de Relaciones Públicas y comenzó a trabajar. 

“Los buenos deseos pueden cruzar el océano”, escribió en su cuenta de Instagram: @avionesdepapel.ar

“Mi vida era solamente trabajar, mi sueldo era tan bajo que no me alcanzaba para mantenerme sola y mucho menos para irme de vacaciones”, comenta. Fue ahí cuando se dio cuenta de que, además del factor económico, le pesaba muchísimo la rutina y la monotonía del día a día, y decidió emprender viaje y comenzar una nueva vida en Australia.

“Allá es muy sencillo conseguir trabajo y un lugar para vivir –dice Sofía–; me costó más la parte emocional, me sentí rara como un mes”. Según su experiencia, a la semana de haber llegado ya la habían llamado de tres trabajos. “Es un país que abre bastante las puertas”, menciona. Actualmente trabaja en un Warehouse o “depósito”, en donde empresas almacenan su mercadería para distribuir después. “Hace una semana estoy trabajando ahí –comenta– pero este año y medio mi trabajo principal siempre fue ser cleaner o trabajar en house kipping”, es decir, limpiar hoteles, departamentos o casas de familia. Además, fue moza en dos restaurants.

Sofía comenzó trabajando en un restaurant en Pourt Douglas, una pequeña localidad costera de Australia.

En Australia la paga es muy superior “incluso siendo un trabajo no calificado”. Según detalla, “en Argentina no tenía capacidad de ahorro porque ni me alcanzaba para vivir, en cambio acá no solo pago lo que consumo sino que también ahorro para poder viajar, comprarme lo que quiera, o invertir a futuro”. Además, si uno trabaja puede “darse los lujos que quiera”, porque allá el dinero no se devalúa. Sofía remarca también el tema de la seguridad: “Acá una puede salir sola a la calle siendo mujer con el celular en la mano y nadie te lo va a robar, o podés olvidarte un celular en la calle y te lo van a devolver”.

Para ella, otro punto a favor de la mudanza al país de los canguros es la abundancia de paisajes naturales a pesar de vivir en el medio de una ciudad.  “Se hace mucho picnic, camping… la naturaleza llena muchos espacios en la vida”, comenta Sofía. Además, en Australia hay una gran comunidad de argentinos y latinoamericanos que, de alguna manera, terminan convirtiéndose en familia. 

“Uno se termina sintiendo más identificado con las personas de Latinoamérica porque tenemos muchas más cosas en común”

Igualmente, coincide en que extraña la cultura, los acontecimientos especiales y la comida argentina. “Me da la sensación de que uno nunca llega a sentirse como en casa”. Pero, más allá de todo lo que pueda llegar a extrañar de su país de origen y que “ama” el lugar de donde viene, duda volver a vivir en Argentina en algún momento. “Me fui cuando tenía 25 años y pensaba que a los 30 iba a volver, pero hoy… no sé”, explica. La razón principal por la que optaría continuar con su vida en viaje sería la preocupación por la economía y la inseguridad. 

Lucía Vigliero, de Buenos Aires al mundo

Lucía tiene 23 años y está pronta a recibirse de psicóloga en la Universidad del Salvador. El sueño de su vida siempre fue viajar, conocer el mundo, y nutrirse de nuevos paisajes, personas, países y culturas. Como primeras experiencias, Lucía viajó a Costa Rica las últimas dos temporadas de verano (2019 y 2020), en donde trabajó de moza, recepcionista, vendedora ambulante y niñera.

Hoy en día está tramitando la Working Holiday Visa para irse a Australia en el 2021 y, además, planea viajar en el verano a Estados Unidos para trabajar de babysitter. “Es una decisión difícil porque implica dejar muchas cosas de lado y dar un giro muy grande en mi vida –cuenta–; me da miedo pero me da más miedo todavía que después el tiempo no esté a mi favor”. Eligió Australia por la gran oferta de trabajo para los extranjeros y por la calidad de vida. “Además por ser una ciudad con playa y naturaleza virgen”, dice Lucía.

Lucía brindando apoyo escolar y clases de inglés en Santa Teresa, Costa Rica

Si bien piensa que mudarse será un desafío enorme, piensa que la seguridad que siempre le transmitieron sus pares y su familia es la que la impulsará a poder asentarse en un nuevo país. “Sé que va a ser difícil también porque siempre tuve las cosas ‘bastante servidas’, y esta vez voy a tener que generar y encontrar todo por mi cuenta”, confiesa, pero asegura que eso mismo es lo que la hará crecer y sentirse aún más libre. 

También repara en que toda su vida planeó los viajes basándose en el tiempo y que, justamente, ahora decide hacer lo contrario. Por eso, su futura mudanza a Australia será por tiempo indefinido. “Viajar es una oportunidad para dejar de medirme, apurarme, y de querer hacer las cosas muchas veces en tiempos externos o impuestos, y también de aprender a vivir más el día a día y no pensar tanto en el futuro”, aclara Lucía. 

Lo que más la motiva a viajar es un conjunto de factores: por un lado se encuentra la preocupación por su futuro económico en Argentina y, por el otro, están las ganas de conocer, explorar y descubrir nuevos territorios. “Me choca mucho el hecho de que en muchos países se gane más que acá sin tener un título universitario–menciona Lucía–. Es una triste realidad pero es lo que me mueve a querer ahorrar plata afuera y, quien dice, poder volver en algún momento con esos ahorros a Argentina”.

“Estoy abierta a que una situación u oportunidad me lleve a la otra, y sean mi intuición y sentir las que delimiten mi tiempo de regreso”

Vivir en un país en donde la economía es tan inestable trae como consecuencia el tipo de calidad de vida que uno puede llegar a alcanzar. “Saber que con un título y un trabajo es casi imposible pensar hoy en día en mudarme sola, comprarme un auto, etc. es una frustración enorme”, comenta. Por eso, imagina que yéndose va a poder desarrollarse económicamente y estar más tranquila”, dice Lucía, aun sabiendo que mudándose estará lejos de todo lo que construyó en Buenos Aires. 

Pero, sin dudas, lo que más la determina a viajar es “el hecho de pensar que allá afuera hay millones de lugares, personas y culturas” que no conoce; piensa que la vida es muy corta como para quedarse con las ganas. “Me motivan las ganas que tengo de crecer y desafiarme –menciona Lucía–, de ser más independiente y hacerme valer por quien soy, de descubrir cosas nuevas que hay en mí”. Quiere alejarse del “deber ser” que sintió toda su vida y zambullirse en una nueva aventura para encontrar quién es. 

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