Una fiesta como cualquier otra
Cinco amigos llegan a Mar del Plata un viernes a las 10 de la noche. Tienen dos objetivos inmediatos. El primero es comprar las entradas para la “fecha” a la que van asistir esa noche. Toca el Dj inglés John Digweed en el Club Mute, sobre la playa, y WhatsApp por medio, ya le reservaron cinco entradas vip a uno de los relacionistas públicos del club. El segundo objetivo es conseguir el “cotillón”. Se refieren con ese término a la sustancia que les permitirá bailar alocadamente toda la noche sin sentir el más mínimo cansancio en sus piernas. Es, admiten, requisito fundamental para ir a una fiesta de estas características. El mismo RRPP les facilita un contacto, y en poco más de media hora, ya tienen en sus manos los precintos y dos gramos de “MD” (abreviación para MDMA; éxtasis en cristales, que se rompen en pequeños trozos para facilitar su venta, distribución y consumo).
Por las entradas pagaron 500 pesos, por las drogas 500 pesos más cada uno, siendo que el gramo de MD cuesta 1250 pesos al precio del dealer de turno. Una vez equipados, parten para el club Mute, situado en la playa del Sur, sobre la ruta 11. Debido al reciente y llamativo amague del intendente de Gral. Pueyrredón, Carlos Arroyo, a suspender las fiestas electrónicas en Mar del Plata, se ha corrido el rumor de que los controles policiales serán estrictos. Y así resulta, aunque no eficientes.
Después de una revisión en la que cuatro policías locales los hacen bajar del auto, vaciar sus bolsillos y billeteras, identificarse, abrir bolsos y mochilas y ser olfateados por un ovejero alemán, los cinco amigos logran entrar al club con toda la droga escondida en la suela de una zapatilla. Una vez en el vip, uno se encargará de ir al baño y disolver un importante trozo de cristales en un vaso de agua. Lo toman turnándose, intercambiándose los vasos disimuladamente mientras bailan al ritmo del “warm up” (entrada en calor), hasta que se dan cuenta de que, a escasos metros de la salida del vip, en el campo, la gente puede consumir sus sustancias sin ningún tipo de recelo. Termina el “set” del DJ encargado de la entrada en calor y entra en escena un anuncio de la Sedronar que informa sobre la ubicación de los puntos de hidratación y pide a los cerca de 10 mil asistentes que no consuman drogas. Es una escena perversa: truenan abucheos, chillidos e insultos por todos lados, como en una cancha de fútbol cuando sale el equipo rival al campo. El mensaje está claro. Esa noche no terminaría como era esperado.
Luego de 40 minutos de una incesante lluvia torrencial, los organizadores deciden dar la fiesta por suspendida ya que Defensa Civil anuncia que una tormenta eléctrica se dirige a la costa (aunque los relámpagos ya se veían caer sobre el mar desde antes que inicie la fiesta). Mucha gente, empapada y drogada se dirige a las entradas del vip para guarecerse bajo su techo, lo que es impedido por personal de seguridad del club. Milagrosamente, el desalojo del predio termina llevándose a cabo sin mayores disturbios ni heridos, aunque sí hay quejas. Muchas, de miles de jóvenes a quienes el “subidón” ya les ha arrebatado la consciencia y no saben adónde ir.
El riesgo de todos los fines de semana
“A pesar de ser conscientes sobre las consecuencias negativas adherentes al uso y abuso de drogas, los adolescentes eligen experimentar conductas de riesgo”. Así lo expone la psicóloga Elsa Gervasio en su tratado sobre la “Relación entre percepción de riesgo y consumo de drogas en jóvenes”.
Según la especialista, son otras percepciones las que rigen, en gran medida, la decisión de consumir drogas, sean lícitas o ilícitas. Una es la del placer o beneficios, la otra es la representación social que los jóvenes tienen del consumo, es decir, cuando su utilización se presenta como algo masivo, normal y como una condición indispensable para la diversión.
En Argentina, cada vez se naturaliza más el consumo de drogas, aunque la ley vigente establezca lo contrario.
Y esto refiere tanto a drogas con un alto efecto adictivo como a otras sustancias que tienen un menor componente adictivo, lo que no significa que sean menos nocivas para la salud o que sus efectos en quien las consume sean menos leves.
En esta misma línea, la psiquiatra y experta en abuso de drogas y adicciones, Estela Carranza Vélez, explica el peligro de las drogas que se consumen todos los fines de semana.
“A pesar de que están al límite de la adicción, no significa que sean menos peligrosas. En primer lugar, al estar la experiencia del fin de semana condicionada al consumo, la memoria satisfactoria que genera hace que necesariamente un consumidor viva pura y exclusivamente para volver a ella. La semana pasa a ser un intermedio que hay que bancarse para llegar hasta ahí. Y esto depende de la resistencia de cada uno, hay quienes tienen menos tolerancia a la frustración, y empiezan a consumir a lo largo de la semana”, señala.
Así como el consumo de alcohol en adolescentes, es motivado en gran parte por los efectos deshinibitorios, el aumento de la confianza y de la autoestima. El éxtasis, al ser un estimulante, presenta los mismos efectos, pero tiene una acción mucho más potente que el alcohol, de modo que su acción en los neurotransmisores es mucho mayor. Las metanfetaminas tienen un efecto muy fuerte que permite que afloren sentimientos o sensibilidades que normalmente están inhibidos. El estimulante produce lo que se llama “desinhibición de la corteza moral”. Esta es una de las razones por la que su consumo está al alza entre los jóvenes.
Pedro, el pibe que no sabía bailar
El 31 a la noche estábamos en Punta del Este, Uruguay. Fuimos a una fiesta de año nuevo muy conocida que se llama Narbona, en un viñedo. Había gente del “caretaje” de Punta de siempre y gente del palo de la electrónica. Pendejos y gente de hasta treinta y pico. Estaba hasta un actor de Hollywood, el de la nueva de Star Trek. Con los pibes fuimos híper cargados, yo iba a tomar éxtasis por primera vez. Yo soy un pibe que le cuesta una banda el tema del baile, se me complica. Por eso venia negando el hecho de ir a las fiestas electrónicas. Mi banda venia yendo hace casi un año. A mí el hecho de no bailar me frenaba, no me quería meter en esa por miedo a no poder estar en la misma sintonía y no tener “feeling”.
Llego mi primera fecha. Mi socio, el “Gordo” me pidió que fuera y bueno, ese día cambio mi vida. Ese día me tome una pastilla “Mario Bros”. Las pastillas las conseguimos a través de un pibe que estaba parando en la chacra, que era uno de los DJs que iba a tocar en el after. Ese pibe estaba en la movida y nos pasó el contacto, que lo fuimos a buscar a José Ignacio a unos kilómetros de ahí.
En un primer momento, la sensación era como si pudiese empatizar con todo lo que me rodeaba. Lo que yo le digo siempre a los pibes (que se me cagan de risa en la cara) es que yo podía atravesar el umbral de los sentimientos de la gente. ¿Viste cuando decís “pegue feeling con esta persona?” Bueno tuve esa facilidad desubicada con toda la gente a mi alrededor. Me puse a charlar mientras bailaba con gente que estaba en la misma que yo, y se daban lindas conversaciones. Y después lo fui probando con amigos míos que estaban en una situación parecida, como Nico, que es del palo del rugby, y me di cuenta que nos pasaba exactamente lo mismo. Lo hice “flashear” locuras y él a mí. Ya en ese sentido estaba como loco. Yo soy un pibe bastante sensible y el hecho de que esta pastilla me pusiera más sensible todavía, sacaba lo máximo de mí. Al cabo de un rato me di cuenta que estaba re-contra para usarlo con las minas. Diez minutos después ya estaba charlando con una mujer y no me costó nada besarla. Me di cuenta que se hacía muy fácil encarar. Después empecé a prestarle atención al tema del baile.
Como te contaba, había ido recagado y con muchas dudas y cuando sentí que el poder de la pastilla se empezó a liberar, sentí como mi oído se agudizaba y de repente me encontré sintiendo el ritmo al igual que todo el resto de la gente, y pegándole a todos los pasos. La música me entraba por todo el cuerpo y no quería parar de bailar ni un segundo. Es difícil de explicar, pero sentía que estaba en la misma onda que todos los demás. Eso me despertó una felicidad que nunca había experimentado. Yo siempre quise estar a la par que todos en una fiesta y nunca lo había logrado, porque no se me daba, no puedo escuchar la música de la misma manera, y esta pastilla me daba eso. Esto del “feeling” se volvió mucho más intenso.
De repente que venga un amigo y me haga unos masajitos me la subía fuerte (a la autoestima) y ni te cuento cuando me puse a bailar cuerpo a cuerpo con una mina. Es una cosa de locos. La noche de Narbona también termine tomando MD. Sabía que al otro día había after así que me la pegue duro y parejo. Ya en el after, que era en la misma finca, a las 9 o 10 de la mañana, nos tomamos otra pastilla más, porque la nafta se te empieza a agotar y la tenés que recargar para seguirle dando. El after era solo para gente de la electrónica, no había “careteada”. Estaban todos pasados y re enfiestados y la sensación era que la única manera de seguir, era pegándotela como el resto. Ya entrado el mediodía empezó a pegar mucho el Sol y a notarse el cansancio, de modo que había que drogarse el doble. Estuve con una mina, la había conocido ahí en la chacra y la había estado encarando. Bailamos juntos un rato largo y en un momento, a eso de las 5 de la tarde, nos fuimos solos a un lugar medio escondido en el bosque, tiré la camisa en el piso, nos empezamos a dar besos y tuve el mejor sexo de mi vida. Las sensaciones y el tacto eran increíbles, aunque nunca estuve ni cerca de consumar el acto.
Al otro día me levante feliz, todavía tenía mucha droga en el cuerpo y eso no me dejaba bajar. Pero a los dos días sentí el famoso “bajón”. Igualmente lo identifique, lo charle con los pibes y lo pude sacar para afuera. Con ayuda del porro y unas birras nos terminamos cagando de risa porque las vacaciones seguían. Volví a tomar al día siguiente, el 3 de enero a la noche. Fuimos a un boliche de cachengue en La Barra, que se llamaba Sofía. Nos había sobrado una pastilla a cada uno y fue otra noche increíble.
La acción de las drogas estimulantes en los neurotransmisores nerviosos
Según explica la doctora Carranza Vélez, la metanfetamina actúa bloqueando un receptor del sistema nervioso. Este receptor es el encargado de evitar la recaptación de las hormonas liberadas en una sinapsis: noradrenalina y dopamina. La noradrenalina aumenta la presión arterial y el ritmo cardíaco, mientras que la dopamina tiene especial importancia en todas las respuestas relacionadas con la expresión de emociones y es la responsable de provocar la sensación de satisfacción. Normalmente, este receptor absorbe los restos de estas hormonas y los regresa a las terminales nerviosas donde se almacenan. Al bloquearse este receptor, las hormonas quedan pegadas al receptor que van a estimular, produciendo algo así como un goteo. De esta manera, el receptor manda al cuerpo los estímulos provocados por estas hormonas continuamente.
El daño a corto y largo plazo
Las consecuencias se diferencian según sean provocadas por el consumo agudo (conocido como trastorno por abuso de drogas) o por el consumo crónico de la sustancia. Las terminales nerviosas están en todo el organismo. El consumo de éxtasis, así como tiene una función estimulante a nivel cerebral, también tiene una función distal que es la que produce el aumento de la presión arterial. Es decir que hace que el corazón actúa con mucha más intensidad. Esto puede llevar a complicaciones cardíacas (que incluyen aumento del riesgo de infarto) a corto plazo y a un desgaste prematuro del corazón a largo plazo. El trastorno por abuso de drogas también puede traer problemas cognitivos. El cuerpo necesita sintetizar las hormonas para ir renovándolas y este proceso dura alrededor de 48 horas. Al no poder renovarse, estas hormonas se agotan y cambia completamente el efecto de la sustancia en el cuerpo. La persona que, buscando volver a la euforia sigue consumiendo drogas después de este punto, se encuentra con un estado de agotamiento mental y merma en la respuesta y los reflejos del cuerpo, mezclado con irritación e incapacidad de conciliar el sueño.
Las consecuencias por consumo crónico tienen que ver con la función cerebral.
El cerebro grava con más fuerza las experiencias intensas o novedosas. El consumo de anfetaminas abre una gran cantidad de memorias y aprendizajes, provenientes de situaciones de este tipo, que a su vez son producto de la percepción alterada que se presenta. Esto provoca una enorme actividad cerebral. Procesar toda esa información resulta un enorme gasto de energía, y el cerebro se termina defendiendo de esta oleada de estímulos, inhibiendo las neuronas perceptivas y la producción de hormonas como la dopamina. De este modo se frena el aprendizaje afectivo y cognitivo, porque el cerebro está trabajando específicamente en frenar ese estimulo tan enorme que no lo deja procesar bien. La droga se vuelve su centro de atención. El consumidor siente la necesidad de volver a ese estado de satisfacción porque siente que es la única manera de crear lazos afectivos con el mundo que lo rodea. Puede sufrir ataques de paranoia, irritabilidad, depresión.
También pueden aparecer lesiones cerebrales, llamadas micro infartos. Zonas cerebrales en donde se producen pequeñas necrosis de neuronas y cuyo daño es irreversible. Dentro de las sustancias que liberan mayores cantidades de dopaminas está el alcohol, la cocaína y las anfetaminas.
El peligro de que todo quede en la clandestinidad
La realidad de las drogas de diseño en general, es que su consumo está en auge. Aun así, no es posible encontrar cifras precisas al respecto. Hay una falsa creencia de que el hecho de que una sustancia sea ilegal la extirpa de la vida de los jóvenes. A lo que si da paso la ilegalidad es a la desinformación. Al respecto, la licenciada Elsa Gervasio destaca que “la información que los adolescentes reciben a través de los contenidos educativos, publicitarios, noticiosos y populares, muchas veces mediatizada por el efecto distorsionador de los medios, es escasa y no es necesariamente suficiente para cambiar la actitud hacia el consumo de drogas. Los adolescentes valoran más la información de pares como la que más pesa a la hora de tomar decisiones”.
La tragedia de la Time Warp se desencadenó por varios factores. Hubo negligencia por parte de los organizadores (y hasta un grado de culpa en el hecho de que manipularon la hidratación de la fiesta según sus intereses) corrupción por parte de quienes dejaron entrar a los dealers, y también hubo una ignorancia total de los jóvenes que compraron las fatídicas pastillas que les ocasionaron la muerte. Hoy en día resulta polémico exigir información sobre una sustancia de este tipo. Mientras los gobiernos se debaten las soluciones que le devuelvan la calma a la sociedad, el problema del consumo descontrolado persiste detrás de una cortina de ilegalidad.
Martin, un DJ del under
¿Hace cuánto empezaste a pasar música y para qué público?
Yo arranque a mezclar hace cuatro años más o menos, en el 2013. Practiqué y fui mejorando hasta que ya empecé a tocar en alguna que otra fiesta y en boliches. Primero, en un ciclo que se llamaba Soundays, que era los domingos a la tarde-noche en microcentro. También toque de invitado en una fiesta que se llama Underfest Tekno. Últimamente estuve tocando en una fiesta que organizo yo mismo con un par de amigos, en el boliche Requiem de microcentro. Nuestro ciclo se llama Get Real y ya vamos por la sexta edición. Toco para un público al que le gusta la electrónica, un público bastante under. Somos casi todos amigos y nos conocemos entre todos. Es un público chico.
¿Cómo afecta a la recepción hacia tu música el hecho de que haya más o menos drogas en una fiesta?
Para el público de las fiestas que organizamos nosotros no corre demasiada droga, pero en las que me han invitado a veces si hubo mucha sustancia. Desde la cabina la droga se nota, sí. A veces cuando el público está en ese estado superior se siente que tiene una conexión diferente con la música y que la disfruta de otra manera. Se puede ver y sentir.
¿Te subiste a tocar drogado?
Si, en alguna que otra oportunidad me subí a tocar en ese estado y se vive diferente también. Igual digamos que siempre que toco tengo que estar con una birra y un pucho asique desde el vamos nunca estoy completamente sobrio. Lo que siento también depende de donde estoy. Las veces que lo hice en una fiesta privada para mis amigos fue raro y divertido. Me acuerdo de sentir que los botones se me derretían y que no sabía de donde salía la música. Si es en algún boliche estoy un poco más atento y tratando de que nada salga mal.
¿Sentiste el rigor de la prohibición de la música electrónica que se quiso imponer después de lo que paso en la Time Warp?
Como artistas a nosotros la verdad que mucho no nos afectó. Las fiestas que hacíamos con mis amigos se siguieron haciendo porque eran fiestas más “under”, no tan grandes. Así que como DJ y atrás de la organización de una fiesta no me impacto mucho esa medida.
¿Cómo son las salidas con tu grupo de amigos?
Con mi grupo de amigos nos conocemos hace casi tres años ya por medio de un foro de música electrónica, de modo que tratamos de elegir DJs que nos gusten a todos. Cuando salís terminas conociendo gente por gustos y personas en común. Se armó un grupo bastante grande. Nos hemos ido para Rosario, Mar del Plata, a fechas importantes. También muchas veces vamos a Crobar, en Palermo, y hacemos la previa en algún departamento. Siempre hay alguno que tiene un contacto para pegar droga. Cuando estas metido, siempre un numero conseguís. Hablas y te ofrece lo que tiene. Nos organizamos y sacamos éxtasis por “equipos”. Así se le dice a la compra por mayor, ósea comprar de a 100 unidades (pastillas) que salen bastante más baratas. Es a precio mayorista. El precio promedio por pastilla es de 100 pesos. Hace poquito menos de un año un amigo empezó a meterse en la Deep Web y a buscar pastillas por ahí. Haces un encargo que te llega por correo a tu casa. De esa manera estuvimos abastecidos por un año con pastillas que vienen directo de Europa, que tienen otra calidad y son más baratas. El las pedía y después íbamos a buscarlas a su casa. Ahora mucha gente está haciendo esto.
Time Warp en números
- Time Warp es un festival alemán de música electrónica con franquicias en todo el mundo.
- En Argentina era su tercera edición.
- Se realizó la noche del sábado 15 de abril de 2016, en el complejo Costa Salguero, ubicado en Costanera.
- El predio tenía capacidad para 10.800 personas y asistieron alrededor de 18.000.
- Murieron 5 personas, y otras 5 quedaron internadas en estado delicado.
- Según el fiscal del caso, el predio presentaba varias falencias e irregularidades, como la falta de ventilación, puntos de hidratación y baños colapsados, altísimas temperaturas.
- Se investiga el accionar sospechoso de los funcionarios porteños y la Prefectura, ante el evidente dispositivo de venta de drogas que se montó en el lugar.