La actualidad argentina está marcada por muchos cambios y entre ellos, el notable avance del feminismo. Las mujeres desde hace siglos buscan igualdad de oportunidades y un mayor reconocimiento de sus derechos. Incluso personalidades como Alicia Moreau de Justo, fueron un ejemplo de aquellas guerreras indiscutibles que intentaron hacer historia y en muchos casos, como el suyo, lo lograron.
El resultado de esa búsqueda constante desembarcó en el giro cultural que hoy se palpita en las calles. Para algunas llamado “Feminismo en acción”, para otras “Empoderamiento”. Lo cierto es que más allá de los conceptos, es claro que hubo un cambio de paradigma y con éste una modificación en varias aristas culturales. Una de ellas fue el modo de encarar el humor en los escenarios.
“Ya no se puede hacer humor con cualquier cosa. La comicidad machista en un público donde hay gran cantidad de mujeres genera distancias”, remarcó Gustavo Levy, actor de stand up que ejerce hace más de 10 años la profesión y actualmente forma parte del espectáculo “Conflictuados” en Paseo La Plaza.
Para Levy, “la sociedad está muy susceptible con ciertos temas”, sobre todo los que conciernen a la comunidad LGTB y al feminismo. “Actualmente hay que cuidarse mucho con lo que se dice haciendo stand up. Lo que para algunos resulta gracioso, a otros les causa dolor y eso deriva en rechazo y aleja”, afirmó.
Frente a esto, Deby Najnudel, otra standapera de Paseo la Plaza – que es un nicho de espectáculos en avenida Corrientes actualmente – remarcó que si bien es consciente del avance feminista y las temáticas de inclusión, su perfil en el humor no va por ese lado. “Para mí la diversidad tiene mucho valor y la celebro. Destaco que cada uno pueda pensar y hacer cosas distintas y merece ser aceptado. De todas maneras, no son los tópicos que elijo a la hora de hacer humor”, sostiene.
Pese a que varios actores y actrices internalizaron este concepto y eligen cuidar las palabras de sus monólogos, otros continúan en su línea de provocación. “Algunos les importa poco herir los sentimientos del espectador, aunque cada vez somos menos -dice Levy-. Si hoy no nos cuidamos, atrás de eso viene una réplica terrible que nos perjudica muchísimo. Así le pasó a Cacho Castaña con un chiste de antaño como el de la violación por el cual fue muy repudiado”.
Respecto a si hay excepciones en las “autocensuras”, el actor afirma rotundamente que sí. “Para evitar los efectos adversos, el emisor tiene que pertenecer al grupo del cual hace referencia a la hora de hacer un chiste. Por ejemplo, si Lizy Tagliani que es trans bromea sobre ellos, todos van a reírse porque es una forma de ‘mofarse de sí mismo’ y el humor pasa a ser inclusivo. Lo que no se puede hacer nunca es humor negro si no formas parte del grupo, porque lo toman con una connotación negativa, como si te estuvieras burlando de ellos. Es muy delicado”.
Según un monitoreo que realizó D’Alessio Irol para el diario Clarín, 400 personas de distintos lugares del país, el 57% afirmó que “no perdió el sentido del humor, pero ya no se ríe de lo mismo” ante estos temas. Así mismo, a “la mayoría le molesta las bromas inspiradas en mujeres o que aluden a alguna característica de las personas que no cumplen con el estándar de belleza y también los que caricaturizan una sexualidad que no sea esencialmente heterosexual”, apuntan en el mismo medio.
Levy recordó que el género Stand Up nació en los años 50 de la mano de grandes comediantes como Dean Martin y Jerry Lewis. “Stand up” significa “de pie” y es un tipo de comedia, en donde el actor no encarna personajes sino que es él mismo, frente a un público, con un monólogo y propia rutina de tres tiempos: La primicia, el desarrollo y el remate.
Fue variando con los años y tiene un tratamiento diferente según el país en el que se desarrolle. “Si vas a ver Stand Up estadounidense, el humorista se ríe del negro, del gordo, del judío y del gay y no hay ofensas. En Argentina esto es distinto. Si yo no tengo problemas con el peso, no los puedo llevar al escenario porque ya se considera una subestimación. Me pasa con los chistes judíos, yo lo soy y si me mofo de algunas cosas de nuestra comunidad, no me dicen nada. Si lo hace otro, es un antisemita. En los países que recorrí se aprovecha más el humor, acá te tenés que cuidar con todo hace más de una década”, confesó Gustavo.
Para ilustrar sus afirmaciones, Levy relató un caso personal que le encendió una alerta a la hora de encarar y crear sus rutinas humorísticas: “Me cambio el semáforo a rojo un día que bromeaba en mi show con los integrantes del supermercado chino como el carnicero y el verdulero y sus formas de actuar. Si bien hubo carcajadas, escuche que alguien me dijo ‘Uy no, porque se mete con eso’ y ahí supe que no tenía que cruzar esa calle”.
Sin vacilar Gustavo relata que el género se fue reinventando, pasó de formatos teatrales a monólogos y que incluso se les puede agregar música y efectos. Más allá de los giros técnicos de este tipo de comedia, el trasfondo de los cambios es un pez más gordo y dejan al descubierto la sociedad de hoy. “Alguien una vez dijo que la idiotez no tiene límites, aunque sí la genialidad. Ya no resulta fácil hacer reír y crear rutinas. Hoy no modificamos las formas, directamente hay cosas que ya no decimos más”, concluyó.
Por otra parte, el standapero Fernando Crisci – que está hace 12 años en el rubro – aseguró que el cambio de paradigma gestado sobre la opinión pública por el avance feminista y la reivindicación de derechos e identidad de género, repercutió directamente sobre el humor.
“Cambié la forma de decir las cosas o palabras, pero no los chistes”, dijo Crisci y agregó: “Para mí no hay temas tabú, pero no haría cosas que no me generen gracia. Me gusta el humor negro, yo tuve cáncer en el 2012 y aprendí a reírme de eso porque es una manera de curarse”.
Además, Crisci, que fue figura del espectáculo “Happy” dirigido por Carlos Belloso confesó que hay mucha competencia en el rubro. “No es un dato menor. De todas formas, la gente elige a los cómicos que quiere ver y que quiere escuchar”, sentenció.