El mundo pospandemia brinda otra oportunidad para salvar la crisis ambiental. Bajo este punto de vista nacieron en Argentina distintos emprendimientos de indumentaria ecológica, una tendencia de fabricación con materia prima reciclable, algodón, ortiga, bambú y las fibras naturales.
Si bien la concientización sobre el uso de ropa amigable con el medio ambiente parece ganar terreno entre jóvenes y adolescentes, las prendas ecológicas aún mantienen su alto costo y la escasez de producción, tal vez, dos de los elementos principales que evitan su masividad.
Stay True es una empresa argentina que comenzó con un compromiso por cimentar un negocio en el que la naturaleza y la sociedad estén en equilibrio. La producción de sus remeras está comprometida con una industria textil basada en fibras naturales como el algodón, el cáñamo, el lino, producido de manera regenerativa y basado en los principios de la agricultura biodinámica y el comercio justo certificado.
El sitio web de la empresa acusa que la industria textil es en la actualidad el segundo sector más contaminante después del petróleo y que más agua y agroquímicos utiliza en sus procesos (15 mil litros de agua para hacer una remera).
Fue en el 2014 que bajo la certificación de Letis, Demeter y Fair Trade (agencias que auditan y certifican el cumplimiento de normas y sistemas de calidad) Stay True se propuso a desarrollar, junto con la comunidad Qom de Campo Medina, el primer programa de cultivo de algodón biodinámico de la Argentina. Además, a principio de año lanzó los primeros productos a base de cáñamo (variedades de la planta Cannabis y el nombre de la fibra que se obtiene de ellas) y dio los primeros pasos para hacer producción local de cáñamo de uso industrial con el amparo de la Convención Internacional de Naciones Unidas.
Martin Alonso es el fundador de la marca de remeras orgánicas: “Si van a hablar de ropa ecológica por favor no mencionen marcas que de ecológico sólo tienen el nombre. Solo las que estamos certificadas podemos incluir nombre orgánico o ecológico. Hay muchas marcas que se dicen “ecológicas” y están en infracción respecto a la ley nacional orgánica”, advierte.
Lanza la advertencia porque una de las principales estrategias de las empresas de ropa orgánica es posicionar a sus marcas justamente como tales. A su entender, alcanzar ese estándar debiera tener un marco jurídico que regule las condiciones para recibir dicha nominación.
Clasificar a las marcas de indumentaria como “ecológicas” implica considerar tanto el proceso de fabricación de las prendas como la mano de obra utilizada. Dentro del proceso de fabricación, algunos de los elementos a evaluar son: las emisiones de gases de efecto invernadero, la toxicidad potencial para los humanos y el medio ambiente, los requisitos energéticos y el consumo de agua y la tierra requerida para los cultivos.
En este sentido, el énfasis en la promoción de productos “Eco” no reside en resaltar solo los beneficios en relación al cuidado del planeta sino también los beneficios para los consumidores individuales. Las fibras naturales que no se tratan químicamente son saludables para la piel y contienen menos alérgenos que las fibras tratadas químicamente.
“La particularidad que tienen nuestras prendas es que son ideales para pieles sensibles que no pueden usar poliéster, absorben cuatro veces más transpiración que una prenda de Algodón, regulan mejor la temperatura corporal y son ultra suaves y 100% orgánicas por ser confeccionadas con la fibra de bambú”, subraya Agostina quien en 2016 decidió dar un giro en su vida para fundar Get Wild!, una marca argentina de indumentaria sustentable hecha con la fibra vegetal de la caña de bambú.
Cinthia Fehling es la Directora Creativa de LEAF Social, empresa comprometida a solucionar problemas sociales y ambientales y ser un agente de cambio positivo en el mundo, desde el uso de materiales reciclados en sus Eco Shoes. “Un EcoShoe es un calzado con propósito, que engloba desde sus materiales hasta su proceso de fabricación y destino final un compromiso social y medioambiental circular. Mediante su compra crea oportunidades laborales dignas, cuidando a su vez a nuestro planeta”, cuenta Fehling.
Desde LEAF, aseguran que un neumático abandonado tarda en degradarse y desaparecer de la naturaleza más de 1.000 años y en nuestro país se descartan alrededor de 100.000 toneladas anuales de neumáticos. Es allí donde los fundadores de la marca vislumbraron una oportunidad y decidieron utilizar para las suelas de sus zapatillas el caucho de los neumáticos que se descartan en los procesos de producción de bases y bandas.
Un EcoShoe es un ejemplo de que las cosas se pueden hacer de una manera distinta, respetando a todos aquellos que son parte del proceso de producción, así como los recursos naturales que brinda el mundo. Agrega Fehling: “Nuestro calzado se produce parte en Santa Fe y parte en Entre Ríos, en talleres y pequeñas fábricas del interior del país en pueblos alejados de los principales centro urbanos del país para generar oportunidades laborales en donde no se encuentran fácilmente, descentralizando todo de la capital”.
A Agostina de Get Wild! le brota su formación como socióloga y hace que los puntos se unan dándole sentido a su marca de indumentaria sustentable: “Todos podemos re crear la forma de habitar este mundo y repensar dinámicas que nos permitan ser más felices. En Get WIld! queremos transmitir ese mensaje de posibilidad y libertad”.
Teniendo en cuenta todos los factores expuestos por los protagonistas, se descubren lineamientos afines en cada una de las marcas que aportaron su voz. Lo esencial pareciera ser la utilización de un recurso ecológico y sostenible para la fabricación de productos textiles o en el caso de LEAF el reutilizamiento de materiales que otras fábricas consideran residuos. Ahora bien, el desarrollo de prácticas de comercio justo y el compromiso social de mejorar la calidad de vida de las personas también suministran potencia a un tipo de industria que sin embargo no está exenta de dificultades.
“Estamos demostrando que se pueden hacer las cosas de una manera distinta, preservando el medio ambiente y encontrando nuevos materiales reciclados que superan la calidad de los convencionales. Sin embargo, hay mucha prueba y error hasta encontrar socios de fábrica que cumplían con nuestros estándares de calidad, en tiempo y forma”, aporta Cinthia Fehling desde LEAF.
Y agrega: “La recolección de desperdicios es complicada. A veces se vuelve burocrático el proceso de habilitación para su obtención y coordinar la logística y recolección en cada una de las locaciones. Además, el material no viene en las condiciones indicadas para ser usado, sino que hay necesita horas de limpieza y tratado especial para poder usarse para la confección del producto”.
El desafío más importante
No caben dudas que el alto costo de producir prendas sustentables y la burocracia que puede implicar la certificación de cumplimiento de normas internacionales de calidad y sustentabilidad en productos y procesos surgen como el primer gran desafío.
Sin embargo, existe una búsqueda que mancomuna a todas las marcas que depositan su ilusión en esta nueva tendencia: la reeducación del consumidor final. El compromiso por concientizar al consumidor sobre la contaminación ambiental y los problemas sociales hacen a la esencia de una problemática que precisa de acción con urgencia.
Es allí donde el consumidor se convierte en el verdadero agente de cambio y donde se genera la conexión con las empresas que asumen la responsabilidad para crear valor y mejorar la calidad de vida de las personas en el marco de una economía circular y donde el comercio sea justo para todos.