“Nada sabe mejor que sentirse flaca”, dijo la supermodelo Kate Moss en una entrevista con la revista WWD en 2009. La rubia, quien supo ser la cara de marcas internacionales como Gucci, Versace y Dolce & Gabbana, explicó que esa era su frase motivacional en la vida. Luego de pronunciar estas palabras, a Moss le llovieron críticas por “exponer a las adolescentes a trastornos alimenticios”. Pero no es la única del mundo a la que no le gustan los cuerpos con curvas. “Nadie quiere ver gordas en las pasarelas”, dijo el director creativo de Chanel y Fendi, comentario que quedó marcado en la cultura pop.
La industria de la moda de alta costura tiene altas exigencias para las mujeres que desfilan sus diseños y no es casualidad que todas las modelos de pasarela o las llamadas “mannequin” sean tan flacas. Las marcas desean que la vestimenta cuelgue sobre el cuerpo y que no resalte nada más que la indumentaria que se está tratando de vender.
“Sos una percha humana. No quieren que tengas busto ni que se te marque la cintura”, así lo explica Sofía C. modelo internacional argentina (prefiere no dar su apellido para la nota) que soñaba desde pequeña con desfilar por las pasarelas de Nueva York, París y Milán. “El mundo del modelaje es muy duro. Hay mucha presión. Por ejemplo, tenés contratos ya arreglados con marcas y tenés que llegar a una medida específica de tu cuerpo para trabajar con ellas”, cuenta.
En general, las marcas internacionales se fijan en las medidas de busto, cintura y cadera para contratar a las modelos que exhibirán sus prendas. “En lo que más se concentran es en la cadera. Lo máximo que llegué a medir fue 89 centímetros. Se me empezaron a notar las costillas y las clavículas”, explica Sofía, quien recientemente volvió de Australia luego de trabajar cuatro meses allá. “Yo ya estoy acostumbrada a que me midan. Llego a la agencia y veo el centímetro ahí colgando, sobre todo antes de los viajes, cuando todavía se ponen más exigentes”, agrega.
Convertirse en modelo internacional es un objetivo importante que cumplir en la carrera de las modelos, ya que el valor de su cachet se duplica o triplica. “París es el top. Si llegás, te realizaste. Pero es el lugar donde, además de las medidas, te piden un peso específico. Yo mido 1,75 centímetros y peso 55 kilos. Para ir, me pedían que pese 45, y yo pude llegar a 49”, recuerda Sofía y añade: “Fue una frustración no poder ir, pero para mí no es una opción cagarme de hambre. Lo máximo que hice fue cortar con las harinas, dejar el alcohol y no comer cosas dulces”.
Es que para cumplir con las exigencias de las marcas, las modelos deben llegar a medidas determinadas o llegar a un peso específico como es en el caso de París, por lo cual deben someterse a dietas. “Las modelos siempre se restringen de cosas. Nadie es así naturalmente, siempre tenés que dejar de comer cosas. Todo se basa en lo que vos estás dispuesta a llegar. Si querés llegar a París, sabés que tenés que tener un peso bajo”, explica Sofía C.
Pero estas formas de alimentarse, según dice la modelo argentina, a veces traen consecuencias en el organismo. “Es muy común que a las modelos les deje de venir la menstruación. A mí nunca me pasó. Pero es una pregunta frecuente: cualquiera con el que estés trabajando te pregunta si te vino o no”, revela la modelo.
La nutricionista Sabrina Cruz (M.N. 9186) explica que “cuando una persona hace dietas que son restrictivas en cuanto a las calorías suele cortarse la menstruación porque la calidad de la alimentación no es la adecuada y no se aporta colesterol, que es una sustancia esencial para que se produzca”. La pérdida de la menstruación trae aparejada un desequilibrio hormonal que afecta a otros sistemas del organismo, aparte del reproductivo y algunas consecuencias como la pérdida en la calidad de los huesos, dolores de cabeza y cambios de ánimo.
“Ser modelo es trabajar con tu cuerpo y todo depende de lo que comés”, sintetiza Sofía C. y explica que a pesar de las altas exigencias, ella lleva una vida normal, pero que sólo “cierra la boca” y que se “exige mucho con el entrenamiento”. Con respecto a la anorexia, la modelo tiene una posición tomada: “No es un monstruo tan grande como se cree. Te impresiona que las modelos sean flacas, pero no están todas enfermas. A lo sumo habrá alguna con mambos y se le nota. Si no estás sana se te ve una cara de muerta en las fotos y eso tampoco es lindo”.
Anaís, quien es modelo freelance, quiso formar parte del mundo del modelaje profesional y no pudo aguantar las exigencias para serlo. “Fui a una entrevista con la agencia Pink Model Management y fueron muy sinceros conmigo. Me dijeron: ‘Sos una chica flaca para el mundo normal, pero nosotros no trabajamos con chicas normales. Si querés trabajar acá queremos tu cuerpo pero en óptimo estado. Eso significa comer mejor de lo que estás comiendo’”. Mido 174 centímetros y peso 62 kilos, como sano y hago mucho deporte. Cuando me dijeron eso me imaginé que tenía que dejar de salir y tomar alcohol, dejar el chocolate y que en vez de tomar café con leche tenía que pedir un cortado”, explica y agrega: “Yo no quiero vivir así, porque te produce un estrés enorme. Así que dije que no y me fui”.
Sofía C. revela su secreto para mantenerse centrada al momento de trabajar como modelo: “Es importante la contención de tu familia. Si el modelaje es lo único que tenés en la vida y es lo que más te importa, te deprimís cuando no llegás a las medidas o al peso. Por eso resalto que mi familia, mis amigas y mi novio me acompañan”.