A pesar de la inversión de tiempo que implica volver a ser estudiante universitario y ser al mismo tiempo, mamá, esposa o abuela, muchos adultos deciden darle una nueva oportunidad al estudio. Este es el caso, por ejemplo, de Virginia Suarez. Cuando terminó el secundario “debía estudiar porque todos lo hacían” y en ese momento se anotó en la carrera de analista de sistemas. Luego de 20 años se animó a cambiar de camino y decidió volver a los libros para recibirse de martillera pública. “Elegí esta carrera ya que trabajaba en una inmobiliaria, quise independizarme y emprender mi propio proyecto”.
Las universidades argentinas desconocen el número exacto de alumnos adultos que pasan por sus aulas. Pero si existen tendencias. La Universidad de Buenos Aires dio a conocer que alrededor del 11% del alumnado tiene más de 30 años. Este porcentaje representa a 25.000 estudiantes de la UBA.
La mayoría de los adultos que comienzan una carrera universitaria tienen hijos, y aunque algunos de ellos pueden ya ser mayores, siempre requieren la presencia de sus padres. Cuando Virginia Suárez decidió volver a estudiar, sus tres hijos vivían con ella y dependían de ella en el aspecto económico. Considera que “fue sacrificado” y que muchas veces sintió que todo se le “venía abajo”. De a poco se fue acomodando, empezó a trabajar parte del día desde su casa y cambió el turno de la facultad. “Mientras mis hijos iban al colegio o trabajaban, yo estaba cursando”.
A pesar de que la cantidad de alumnos adultos no varió demasiado en los últimos años, la posibilidad de la educación universitaria a distancia, está estimulando a los mayores a retomar la educación universitaria. Este es el caso de Adriana Geminiani que decidió volver a estudiar pasados los 40 años de edad y lo hizo a distancia.
Hoy, con 47 y al igual que Virginia, Adriana se recibió de martillera pública. Ambas coinciden que elegir volver a la universidad de adultas es “la verdadera elección”, sea por el solo hecho de aprender o por una cuestión laboral. Adriana explica que para ella fue muy diferente entrar a la universidad cuando terminó el colegio, que hacerlo ya más grande: “la diferencia es que a esta edad tenés muy claro que querés”.
El titulo permite ampliar el horizonte laboral, admite la aspiración de puestos más altos y ayuda a cumplir con asignaturas pendientes que alguna vez no pudieron ser. Adriana por su parte, explica que su decisión de volver a la universidad tuvo que ver con querer diferenciarse del resto de la gente que trabajaba con ella: “tener el titulo me permitió animarme a encarar otras oportunidades de trabajo”.
En definitiva, los adultos universitarios necesitan hacer compatible el estudio, las responsabilidades laborales y también las familiares, es por eso que es de gran mérito que vuelvan a los libros voluntariamente. Es un reto que no muchos se animan a seguir. Pero como expresó Adriana Geminiani: “si uno quiere y se organiza se puede hacer todo sin descuidar nada”.