El miércoles pasado se realizó en la UCA una conferencia episcopal, en la que Monseñor Alejandro Bunge explicó cómo fue el proceso de redactar la normativa que propone la nulidad matrimonial y que regirá a partir de diciembre de este año.
“El Papa Francisco nos pidió que trabajemos en un proceso de nulidad más sencillo”, comentó el Padre Bunge al comenzar la ponencia y señaló que “no hay cambio de doctrina, sino que es simplemente cómo tratar los vínculos matrimoniales para definir la existencia o no de un matrimonio”.
El proceso para declarar nulo una unión conyugal solía ser burocrático y oneroso, es por ello que el Papa, disconforme con este aspecto del trámite, pidió que se trabaje en el tema y en julio del corriente año “obtuvo la resolución, luego asó por la corrección de cuatro canonistas que hicieron sus observaciones sobre el documento”, detalló Bunge.
El elemento principal de la reforma, según el Padre Bunge es el hecho de poner a los fieles en el centro del proceso.
“Cualquiera que lo haya tenido que hacer, es testigo de lo difícil que es acceder al tribunal por un fracaso matrimonial”, admitió Monseñor Bunge, y agregó que es por ello que se ordenó la reforma, la mayor en 300 años, siendo la anterior una modificación hecha por Benedicto XIV en 1741 para evitar abusos en el recurso de la nulidad.
Ahora los cambios giran en torno al concepto de ubicar a los fieles católicos en el centro. Es por eso que los obispos tendrán la facultad de presentar causas por sí mismos, ya que se aplica la idea del “pastor que cura con delicadeza a sus ovejas lastimadas”.
¿Cuáles son los cambios?
A partir de la entrada en vigencia de esta nueva forma de declarar la nulidad, será posible que se realice motu proprio. Esto quiere decir que mediante la modificación de dos documentos: “Mitis Iudez Dominus Iesus” y “Mitis et Misericors Iesus”, a partir de ahora los obispos podrán salir a buscar las causas de posible nulidad.
Además, para declarar la invalidez de una unión matrimonial, los cónyuges no necesariamente tendrán que enfrentarse a los costos que ello implica. No será gratuito, la Iglesia se hará cargo de los gastos, como lo hace con otros tantos costos que generan, por ejemplo, los sacramentos o las misas que en ella se celebran.
La enorme novedad es la posibilidad de que la Iglesia presente causas evidentes de nulidad, ya que generalemente “es muy doloroso de por sí pasar por un fracaso marital y por ello los obispos tendrán que ser los samaritanos que van a los fieles heridos en el camino para que sientan que la Iglesia, lejos de apartarlos, se acerca para ocuparse de ellos”, comentó con fervor Monseñor Bunge.