El Etiquetado Frontal de Alimentos que establece una serie de sellos de advertencia nutricional en los productos empaquetados depende de la Cámara de Diputados para convertirse en ley.
El 29 de octubre del 2020, el proyecto de Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos obtuvo media sanción en el Senado. La iniciativa establecería la implementación de una serie de sellos de advertencia nutricional frontales en los productos empaquetados. Ahora, se está tratando en la Cámara de Diputados, mientras que la industria alimenticia, los profesionales de la salud y los ciudadanos están a la espera de una definición.
El proyecto fue impulsado por el senador Julio Cobos (UCR) y la senadora Anabel Fernández Sagasti (Frente de Todos) y busca incorporar, de manera obligatoria, un octógono negro con letras en blanco que alerte a los consumidores sobre aquellos alimentos procesados y ultraprocesados con alto componente de sodio, azúcares, calorías o grasas, considerados como nutrientes críticos.
En la actualidad, la información nutricional se encuentra en la parte trasera del producto en forma de tabla con números difíciles de leer que provoca que la publicidad acapare toda la atención. De esta forma, el nuevo modelo propuesto apunta al consumidor y a su derecho a acceder a la información sobre la composición nutricional de lo que compra y consume.
“El etiquetado frontal de advertencia, según estudios del ministerio, es la mejor guía diaria de alimentación que hay actualmente”, sostuvo Igancio Porras, nutricionista y miembro fundador de SANAR. En el mismo sentido, el especialista explicó que este permitiría identificar los “comestibles no saludables”.
El objetivo del proyecto de ley tiene que ver con brindar información de calidad nutricional comprensible, que muchas veces es opacada por la publicidad. “Cada paquete de la góndola es una unidad de publicidad que nos distrae de la información”, dijo Porras.
La finalidad de la norma es promover una alimentación saludable y combatir el sobrepeso y la obesidad, que padecen el 66,1% de los argentinos. Si bien la ley sería el primer paso, Porras asegura que es fundamental que junto al etiquetado se vayan tomando acciones. “Ese tipo de alimentos no deben formar parte de un bolsón de emergencia alimentaria o distribuirse, venderse, ofrecerse dentro de un entorno escolar”, propuso.
Además, el nutricionista habló de la necesidad de modificar ciertos espacios y medidas alimentarias que hoy tienen como protagonistas productos que se exceden en algunos de los cinco componentes sobre los cuales alerta el proyecto. “Tenemos una canasta de precios cuidados con el 60% de ultraprocesados, en los supermercados un 75% de la superficie ocupan alimentos con nutrientes críticos o ultraprocesados y solamente un 25% se destina a alimentos reales”, aseguró el miembro fundador de SANAR.
“Hoy tenemos una canasta de precios cuidados con el 60% de ultraprocesados, en los supermercados un 75% de la superficie ocupan alimentos con nutrientes críticos o ultraprocesados y solamente un 25% se destina a alimentos reales”
Ignacio Porras sostuvo que “se termina imponiendo una forma de alimentación que no es buena para nosotros”. Es por esto que, quienes apoyan el proyecto, ven al etiquetado frontal como una medida que puede intervenir en las decisiones de compra y llevar a un cambio en los hábitos de consumo.
En general, los nutricionistas se encuentran a favor de que los sujetos sepan qué consumen aunque algunos no creen que los pentágonos negros sean los indicados para informar exaustivamente a la población. Agustina Czaban, nutricionista especialista en trastornos de la conducta alimentaria (TCA), señaló que “hay varios pacientes que se obsesionan con leer el rótulo del alimento y establecen cierto juicio sobre ese alimento según el etiquetado”. Es por esta razón que ella considera que el Etiquetado Frontal de Advertencias podría ser perjudicial para la salud de quienes padecen de TCA.
“Creo que puede llegar a fomentar mayor culpa, frustración u obsesión”, afirmó. Además agregó que el etiquetado “debería estar acompañado con educación nutricional, que hable sobre que una alimentación saludable no solo tiene que ver con nutrientes sino también con el placer”.
Si bien el etiquetado frontal de alimentos es respaldado por la Organización Panamericana de la Salud, al igual que nutricionistas como Czaban, numerosas industrias argentinas parecen no creer que este sea el sistema más adecuado. Estas, en cambio, presentan la opción del “criterio del semáforo” o Nutriscore, que consiste en marcar con rojo, amarillo o verde la cantidad de determinado ingrediente crítico que presente el alimento procesado.
La Lic. Agustina Czaban considera que el Nutriscore “puede llegar a funcionar”. Ella explicó que, a diferencia del etiquetado frontal que únicamente advierte sobre “lo malo” que tiene el alimento, el semáforo también “las partes buenas”.
Sin embargo, Ignacio Porras advirtió que “el inconveniente con este modelo es que, generalmente, los productos no presentan todo en rojo: en un producto dulce, posiblemente, el sodio aparezca en color verde y en un producto salado, como un snack de copetín, el azúcar seguramente esté en verde”.
“Este presenta una relación entre los ingredientes considerados buenos y malos -explicó Porras- donde mientras lo bueno suma, lo malo resta”. Lo que sucede es que si un alimento procesado presenta un nutriente crítico que se relaciona con enfermedades crónicas en cantidades exacerbadas pero, a su vez, contiene fibra adicionada o cierto porcentaje de fruta, ya queda opacado en el resultado de la suma. “El Nutriscore puede esconder excesos peligrosos en comestibles que dan color verde. Puede pasar con las galletitas dulces con pasas de uvas o frutos secos”, agregó el licenciado.
Organizaciones como FIC y FAGRAN defienden al sistema de octágonos negros desde hace años, pero Porras aseguró que los medios de comunicación más relevantes nunca acuden a ellos. Además, exigió que se difunda información libre de conflictos de interés y que las fuentes no reciban financiamiento de la industria alimentaria, farmacéutica, tabacalera o de bebidas alcohólicas o azucaradas.
“Lo ético sería que se admitan los conflictos de interés antes de hablar: que Alberto Cormillot diga que tiene líneas de alimentos, que Mónica Katz, como presidenta de SAN, diga que ésta es financiada por las empresas más importantes del país, así como que ella colaboró en el armado de la porción justa de Arcor”, exclamó.
Por su parte, Mónica Katz dijo públicamente que el sistema de etiquetado frontal no ha tenido un éxito plausible. “La evidencia de otros países con este tipo de etiqueta demostró que a la gente le dejan de impactar los productos de góndola con la etiqueta negra, ya que todos la tienen”, aseguró al medio Infobae.
Según Porras, existen personalidades de la industria que podrían ponerle un freno al proyecto. “La industria está cómoda, entonces presentan excusas como que se pueden perder puestos de trabajo, causar desórdenes alimenticios o que no funciona”, dijo el licenciado, siendo respaldado por numerosos estudios que demuestran la credibilidad del sistema.
En Chile, Uruguay y Perú, el sistema de los octógonos negros ya fue implementado con éxito. El método de advertencias rige en territorio chileno desde 2016 y se indica que el 68% ha mejorado sus hábitos de consumo.
Desde FIC, aseguran que el etiquetado frontal de advertencia es “superior a otros ya que ayuda a los consumidores a identificar con mayor facilidad los productos menos saludables e influir así en las elecciones de consumo”. Además, los sellos negros son los únicos que permiten contrarrestar el efecto positivo que tienen los mensajes de nutrición (“0% grasas trans”, por ejemplo), según este estudio.
Las redes sociales tuvieron un rol fundamental en la difusión del proyecto y se convirtieron en el escenario principal para exponer las dificultades de un sistema que, para muchos, brinda información nutricional confusa e incompleta. De esta forma, plataformas como Twitter e Instagram se inundaron del hashtag EtiquetadoClaroYa y sus usuarios generaron un debate profundo que atravesó diversos sectores de la sociedad.
La Ley de etiquetado frontal de alimentos es una medida que permitiría difundir información comprensible para los consumidores y avanzar sobre los malos hábitos alimenticios en nuestro país. El nutricionista agregó que “la información la tenés que tener y, una vez que la tenés, elegís realmente, sino sos víctima de la publicidad. Únicamente se elige cuando tenemos conocimiento pleno y ahí hay una verdadera libertad y gestión de tu alimentación”.
“La información la tenés que tener y, una vez que la tenés, elegís realmente, sino sos víctima de la publicidad”
Igancio Porras
Los profesionales de la salud en general sostienen que cualquiera sea el sistema de etiquetado que se implemente, no alcanza y que, tanto los gobernantes como las industrias, deben dar un respaldo consciente para cambiar un sistema en el que se prioriza el mercado antes que la salud.
Czaban agregó que “alarmar con el etiquetado no va a solucionar todo”. “Las políticas públicas deberían generar equidad en salud con la disminución de los precios de alimentos frescos y generando espacios donde se pueda realizar actividad física de manera gratuita”, aseguró.
Con esto coincidió Porras, quien admitió que “no se le puede pedir a una medida única que en cuatro años arregle lo que se viene destruyendo hace décadas”. “Porque nada se puede arreglar de un día para el otro, todo requiere su tiempo”, concluyó el nutricionista.
Por: Bárbara Chatzky y Rocío Alessi