Esta práctica promueve el balance entre la distinción consciente del hambre y la sensación de saciedad con el placer de comer.
La alimentación es una parte esencial en nuestra vida. Pero con frecuencia esta práctica no la hacemos de manera consciente, sino que se vuelve parte de la rutina y la realizamos principalmente porque “es hora de comer”. Asimismo, la conducta alimentaria está influenciada por factores biológicos como el hecho de tener hambre; sociales, ya que la comida siempre está presente en reuniones y encuentros con amigos; y emocionales, porque no siempre que comemos lo hacemos por hambre sino más bien impulsados por sentimientos como tristeza, aburrimiento o estrés. Esto hace posible que se establezca una relación compleja con la comida.
El mindful eating o alimentación consciente tiene su origen en la filosofía del mindfulness que hace referencia a la consciencia que surge al prestar atención de manera intencional, sin prejuicios al momento presente. En consecuencia, este tipo de alimentación se basa en la práctica de la atención plena como medio para aumentar el nivel de conciencia sobre las sensaciones de hambre y saciedad. Esto nos enseña a ser conscientes de nuestros patrones mentales de manera que podamos establecer una relación más sana con comida.
La psicóloga (MN 60774) Martina Bottiroli, quien practica mindfulness con sus pacientes, explica que “hay que tomar consciencia de nuestro cuerpo porque éste nos habla constantemente a través de emociones, sensaciones físicas, sentimientos. Y sólo con la consciencia corporal vamos a poder escuchar esos mensajes”. Además, agrega: “El cuerpo no nos miente a diferencia de nuestra mente, ya que en una situación displacentera surgen mecanismos de defensa”.
No se trata de una dieta sobre qué se debería comer y qué no, sino que lo importante es la relación que establece la persona con la comida. Se trata de buscar el control, que al momento de seguir una dieta, no está en la persona, sino en una hoja de papel que va a indicar qué ingerir a cada hora. La licenciada en Nutrición (MN 9256) Melanie Balassanian marca que es un paradigma de la “no dieta” ya que nos permite decidir qué, cómo, cuándo y cuánto comer. Y sobre todo reconocer desde dónde comemos y para qué comemos en cada momento. Esto permite incorporar hábitos saludables a largo plazo.
Al comer se debe prestar atención a las sensaciones físicas porque la atención usualmente está en otra cosa, es un proceso que está automatizado: ¿Como porque siento hambre o porque es la hora de comer? ¿Me llené porque me siento así o porque se terminó el plato de comida?
Aprender a reconocer el hambre física de la emocional, la saciedad y la plenitud va a depender de la atención que se ubica a cada momento. “Ser consciente de que estás comiendo, porque si la mente no se da cuenta que comiste, es como si no lo hubieras hecho”, añade Balassanian.
Al poner en práctica una dieta restrictiva lo que sucede es que se desea más la comida, está constantemente en la mente. Aparecen mecanismos mentales de querer más, por lo que basta con prohibir para desearlos. “Nos encantan los resultados a corto plazo, pero no son funcionales en forma prolongada. Pensamos que no somos capaces de controlarnos”, reflexiona la nutricionista. Por eso hace hincapié en que se debe cultivar la flexibilidad, no existen buenos o malos alimentos, sí hay más saludables que otros. Por lo que a partir de permitirse comer, se puede pensar en lo que realmente se necesita. Si lo puedo comer siempre que quiera, ¿realmente lo quiero ahora?. Es por esta razón que para Balassanian “si no me permito comer no abandono el territorio de la provisión: lo como y no sé por qué”.
Una práctica que existe para empezar con mindful eating es la que se llama el “ejercicio de la pasa de uva”, en donde se tiene el alimento en la mano para sentirlo, observarlo y olerlo para luego comerlo lentamente.
Sin embargo, la psicóloga Bottiroli expone que “ese procedimiento por cuestiones rutinarias no puede hacerse en todas las comidas. No se pide eso, sino que al comer se disfrute. No estar comiendo y a la vez respondiendo mensajes con el celular, hablando con alguien y mirando la televisión”. Por eso es necesario comer despacio e ir realizando pausas para registrar el nivel de hambre y saciedad que se está teniendo.
Mindfulness es una práctica, por lo tanto, no se obtienen resultados de un momento a otro, sino que hay que ser constantes e ir “entrenando” de forma gradual para obtener buenos resultados. “Habrá un momento en el que esto ya se va a trasladar a lo habitual, no va a requerir más esfuerzo. Esto es así porque nuestro cerebro tiene neuroplasticidad y a través de esto podemos ir incorporando nuevos hábitos que nunca desarrollamos porque el cerebro se va reconectando”, concluye la psicóloga.