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Mercado laboral: las barreras que enfrentan las mujeres

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Según el informe del INDEC en junio de este año la desocupación fue del 9,6%, unos 0,6 puntos porcentuales menos que el trimestre anterior. Sin embargo, entre las mujeres -sobre todo jóvenes- dicha tasa fue mayor en comparación con los varones. 

Fuente: Informe del INDEC

“La desocupación siempre es mayor entre los y las jóvenes en general”, así explicó Lía Pesaresi, trabajadora del INDEC. Para la especialista, “los y las empleadoras se aprovechan de la situación de inexperiencia y la necesidad de la juventud de acceder a sus primeros empleos, otorgándoles trabajos precarios de muy corta duración”.

Siguiendo con esto, Pesaresi afirmó que la brecha entre jóvenes mujeres y varones tiene que ver con las tareas del hogar y de cuidado, puesto que son las mujeres y niñas de un hogar quienes le dedican el mayor tiempo, en otras palabras, “son la principal red de contención de los hogares”.

Fuente: Informe de INDEC

El techo de cristal

Eduardo Donza, sociólogo investigador del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, coincidió en que el mercado laboral es más desfavorable para las mujeres. Señaló que la adversidad se clasifica en diferentes formas, una de ellas es la vertical: cuando se limita el acceso a algunos puestos jerárquicos o jefaturas.

Este tipo de situación de la que habla el especialista se conoce comúnmente como  “techo de cristal”, un concepto utilizado para describir la imposibilidad de pasar “una barrera que no se ve”, refiere a los obstáculos que tienen las mujeres para acceder a puestos de dirección o jerárquicos.

Donza afirmó que hoy el concepto evolucionó y se habla de un “laberinto”, es decir, que para las mujeres es más difícil llegar a ciertos cargos; pueden lograrlo, pero no en la misma frecuencia que los hombres.

En un informe publicado en 2017, el Ministerio Público Fiscal explica que los mayores niveles de desempleo femenino -principalmente entre los segmentos más jóvenes de la población- se conforman por los límites en el acceso a cargos jerárquicos y la imposibilidad de formar parte de actividades ‘masculinizadas’.

Créditos: John Holcroft

Para la licenciada en Recursos Humanos Carolina Long, las mujeres que más consultan por inactividad normalmente tienen más de 35 años, tuvieron hijos y decidieron -por algún motivo- dedicarse a sus hijos o a otra cosa y no trabajar, como consecuencia después les cuesta más insertarse en el mercado laboral.

Desigualdad… ¿y también estigma?

Florencia vivió una situación incómoda en el ámbito laboral. A la mujer de 28 años, en una entrevista de trabajo, le preguntaron si tenía novio, a qué se dedicaba, cuánto ganaba, por qué no vivía de su sueldo, si quería tener hijos, por qué no quería tenerlos, entre otras cosas. A esto se le sumó el hecho de que, durante meses, no le aumentaron el sueldo, y a pesar de que reclamó, sólo recibió insultos.

Long cuenta que hay un estigma relacionado con una cuestión económica, o sea, de costos. Para la especialista, a una empresa le sale caro que la mujer quede embarazada debido a que las licencias son muy dispares: ella tiene muchos meses por maternidad, en cambio, el hombre cuenta con algunos días, por lo tanto a la empresa le cuesta más mantener a la mujer. No obstante, señala que este tipo de cosas se van a revertir. Pone de ejemplo a España, en donde hacer preguntas sobre la edad, el sexo y los hijos es ilegal. Además, el país cambió la ley para que tanto mujeres como hombres se puedan tomar la misma cantidad de días.

“La opresión por el género implica subestimar a las mujeres, adjudicándoles un rol subalterno y estereotipos que las ubican en un lugar inferior al de los varones”, afirmó Pesaresi. 

Eliana Campagnone, una mujer de 33 años, relata una situación que vivió no hace mucho. En una entrevista laboral por Zoom, para un puesto en un call center, la entrevistadora le dijo que había chicas, pero las que tienen hijos no pueden hacer ese trabajo. 

Por su parte, Donza explica que las mujeres tienen un promedio de educación formal superior a la de los hombres, pero a veces hay cuestiones personales que las hacen no aceptar cualquier empleo, entendiendo a la desocupación no solamente por el hecho de no conseguir uno, sino con no encontrar un trabajo que les guste y les beneficie. 

Para el especialista, en un nivel socioeconómico bajo no existe esta posibilidad porque hay que generar un ingreso, pero los sectores medios y medios altos a veces pueden elegir, aunque esto no quita que a la tasa de desocupación se sumarían dos efectos: la edad y el género.

¿La pandemia agravó esta brecha?

En base al estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) realizado en febrero del 2021, la pandemia del COVID-19 generó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en la región.

Pesaresi coincide con estos datos, entiende que el cierre de actividades afectó aún más a las mujeres, pues sus trabajos son los que tienen mayores índices de precarización y fueron justamente los primeros en retraerse en la economía. Asimismo, señaló que las brechas son aún mayores entre las mujeres con hijos a cargo. 

Créditos: John Holcroft

Donza sostuvo que la brecha irá disminuyendo con el tiempo, luego comentó: “por supuesto que ahora estamos en una emergencia por la pandemia a nivel mundial y sobre todo los países que no vemos con claridad cuándo podremos salir; pero creo que esa brecha se va a ir achicando”. Opinó que hay que tener políticas acordes, conciencia en la sociedad, aceptación a las mujeres en algunas actividades que no hay una admisión tácita.

Pesaresi cree que visibilizar las condiciones de desigualdad de las mujeres es un paso más, pero solo la organización y la lucha en las calles, “como muchas hoy lo están haciendo”, puede provocar que en una sociedad desigual las mujeres avancen en conquistar algunos derechos que inicien el camino para terminar con la explotación y la opresión.

Long, la fundadora de Humanita, cuenta de Instagram que ayuda a las personas en su búsqueda laboral, recomienda tener confianza y creer en el valor agregado de uno, no achicarse cuando alguien pregunta por la edad o por si tienen hijos, ya que esto último no es un limitante. La seguridad con la que uno responde es un mensaje que le llega al empleador. 

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