El excombatiente de Malvinas Germán Estada habla de su llegada a las islas, los primeros días allí y de cómo tomo conciencia de la realidad de la guerra. Además relata cómo fue volver y enfrentarse a la vida.
Flaco, de baja estatura, ojos verdes, pelo desprolijo y una sonrisa radiante. El soldado retirado se sienta en el sillón de su living dispuesto a hablar del hecho que marcó su vida para siempre.
–¿Cómo te enteraste de que tenías que partir para Malvinas?
–Cuando me entero, la noticia era que habíamos recuperado nuestras islas y que por eso era un día histórico. Yo formaba parte del GADA 601 (Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601), nuestro grupo iba a partir, pero yo no estaba en la lista de los que iban a ir porque hacía menos de 40 días que estaba en el ejército, había entrado en los últimos días de febrero. Pero finalmente tocó ir y llegué a Malvinas el 12 de abril.
–¿Cuándo fue que tomaste conciencia de que estabas en una guerra?
–Cuando recibí el primer bombardeo. Entonces caí. Me di cuenta de dónde estaba, hasta antes no, era como un campamento, una especie de maniobra militar, pero no sentía peligro ni miedo. Lo que veía era mucho armamento, un movimiento militar muy grande pero no tenía ninguna preocupación, hasta que fue el primer bombardeo. Entonces cambió todo.
–¿Qué sentiste en ese momento?
–Un miedo terrible, sentí uno de los miedos más grandes que tuve, lo que me pasó fue que barcos que estaban a 10 km bombardeaban y entonces no podías defenderte, porque los proyectiles caían y no podías hacer más que esconderte, aguantar y esperar.
–Los recursos que te había dado el ejército eran mínimos, dado que tenías solo 40 días de entrenamiento. ¿Te sentías desprotegido?
–Sí, totalmente desprotegido, igual la experiencia no la tenía nadie, está bien que había algunos que por ahí hacía un año que estaban u otros que eran profesionales de carrera que eran los oficiales o sub oficiales, quienes sí eran más experimentados pero por ser más grandes, no por tener experiencia de guerra. Igual ante un bombardeo ninguno podía hacer mucho, por más entrenamiento que tuviera.
–¿Haber tenido la muerte tan cerca te ayudó a mirar la vida de otra manera?
–Sí, yo antes de ir a la guerra tenía una lista de prioridades en mi vida como divertirme, o tener una novia, y a partir de la guerra cambió todo porque mi familia empezó a ser lo primero, agradecer lo segundo y valorar lo tercero. Digamos que sí, la lista varió.
–¿Cómo fue la solidaridad con tus compañeros allá?
–Me tocó por ejemplo una vez que los ingleses estaban a 250 metros de donde yo estaba, y con un soldado nos mandaron a cubrir ese sector y él me dijo: “Ponete detrás de mí que yo te cubro”. Más allá de que yo no lo hice, él estaba dispuesto a morir por mí y siempre que puedo lo cuento y se lo agradezco.
–Cuando volviste, ¿esperabas un reconocimiento?
–Cuando volví, no es que esperara algo, yo volví muy confundido, muy traumado, muy dolido por lo que había visto y vivido, lo que yo creía era que yo iba a volver y que todos me iban a conocer o me iban a reconocer, y fue todo lo contrario, nosotros volvimos y no nos reconocieron ni nos conocieron, se tapó todo y todo se calló y acá no pasó nada.
Junto con Esteban Pino, otro excombatiente, escribieron el libro Contar Malvinas. Después de 24 años de silencio, asegura: “De alguna manera la fui llevando hasta que escribí el libro y entonces sí el libro me hizo chocar de frente con la sociedad. Tuve que empezar a dar explicaciones, y me angustié, la sufrí un montón, tuve que volver allá para contárselos a todos”. En el libro cuentan la guerra desde adentro y cómo fue vivir Malvinas.
–¿Te costó reinsertarte en la sociedad?
–Sí, lo que pasa es que yo no me di cuenta, yo lo negué, lo escondí, yo estaba con un montón de gente que ni sabía que yo había vivido eso. Cuando volví, por circunstancias familiares tuve que salir a trabajar y empezar a rebuscármela porque no tenía ningún apoyo ni laboral ni de estudio, entones me compenetré mucho en el trabajo y la guerra quedó como si fuese algo menos importante, en mi olvido. Yo durante veinte años lo tapé, lo escondí pero la verdad es que podés reventar.
Luego de la guerra, Germán practicó paracaidismo durante 10 años. “Estuve en un equipo y eso llenó muchísimo mi vida. Se ve que canalizaba mi dolor a través de la adrenalina. Encontraba mi descargo un poco por ahí”, comenta.
–¿Hoy cómo llevas haber vivido Malvinas?
–Yo me acuerdo siempre, no es que me acuerde sino que Malvinas vive en mí como el paracaidismo o alguna otra cosa que haya vivido, me acompaña todos los días. Por lo menos yo siento que lo vivo de una manera sencilla, ya no me mortifica, pasó y pasó como puede ser la muerte de un familiar.
–¿Qué representa para vos la patria?
–El 80% de los soldados que yo conozco, cuando fue lo de las Malvinas, no fuimos por la plata, no fuimos por un cargo político ni por beneficio económico. La verdad es que fuimos por la patria, fuimos por la bandera con el desconocimiento de adónde íbamos. Patria para mí es el que está al lado tuyo, entonces si nos defendemos entre todos me parece que suma, si eso el país lo hubiese sabido canalizar cuando volvimos tal vez se lo hubiésemos podido transmitir a nuestros hijos o al que está al lado y decir “Mirá, esta gente hizo esto, qué bueno”, es como algo contagioso. Ahora, si te señalan con el dedo como un loco o te ocultan, no vas a querer que tu hijo o el que esté al lado se la juegue porque no va a ser reconocido. Creo que se perdió una oportunidad de transmitir esos valores.