Murió Luis Felipe “Yuyo” Noé, figura clave del arte argentino contemporáneo y referente vital de la vanguardia latinoamericana, a sus 91 años. Pintor, escritor, pensador y docente, dejó una obra extensa que rompió con los límites tradicionales del arte. Su estilo, marcado por la fragmentación y el desborde visual, apostó siempre por una mirada crítica y compleja del mundo.
Su fallecimiento fue confirmado el 9 de abril de 2025 por la cuenta de Instagram de la Fundación Luis Felipe Noé –dedicada a preservar y difundir su obra, pensamiento y archivo visual– a cargo de Cecilia Ivanchevich.

Nueva Figuración y la revolución visual
Yuyo Noé fue uno de los fundadores del grupo Nueva Figuración, en 1961, junto a Jorge de la Vega, Rómulo Macció y Ernesto Deira. Este movimiento rompió con la abstracción geométrica que dominaba en ese momento y reintrodujo la figura humana en la pintura, de forma cruda y expresiva.

Sus obras provocadoras y profundamente políticas, estaban caracterizadas por un estallido del color y la forma. Noé, en particular, comenzó a hablar del caos como estructura, una idea que atravesó toda su producción artística y teórica. Como escribió en su libro Antiestética (1965), “el arte no debe buscar el orden ni la belleza clásica, sino asumir el caos como una forma de comprender la realidad”.
La evolución de su obra en el tiempo
A lo largo de las décadas, Noé trabajó con pintura, dibujo, instalaciones, escritura y collage. Sus obras se caracterizan por la sobrecarga de información visual, los cortes abruptos, los textos incorporados y una paleta de colores intensa. De hecho, son muchas las pinturas que rompen con los límites físicos impuestos por el mismo lienzo.

En 1965, gracias a la beca Guggenheim, Noé vivió en Nueva York, donde entró en contacto directo con el expresionismo abstracto y el pop art. Durante ese período produjo obras de gran formato con una carga más intensa, y se vinculó a debates internacionales que afianzaron su opinión ideológica.
Durante la dictadura argentina, vivió en el exilio en París. A su regreso, se convirtió en una figura clave de la docencia artística y el pensamiento estético del país. Publicó más de veinte libros, entre ellos Una sociedad colonial avanzada (1971) y Asumir el caos. En la vida y en el arte (2024), este último considerado una síntesis de su pensamiento y experiencia.

Además, representó a Argentina en la Bienal de Venecia en 2009, lo que terminó por considerar su reconocimiento a nivel internacional. A lo largo de su carrera recibió numerosos premios y distinciones, entre los cuales se destacan el Gran Premio de Honor del Fondo Nacional de las Artes (1997), el Premio de Honor Konex (1982, 1992 y 2002), el Konex de Platino (1994), el Konex de Brillante (2002), el Gran Premio del Salón Manuel Belgrano (2002) y el Premio a la Trayectoria del Salón Nacional de Artes Visuales (2019).
El cine de su hijo como herencia artística
Gaspar Noé, su hijo, es uno de los cineastas más provocadores del cine contemporáneo. En películas como Irreversible (2002), Enter the Void (2009) y Climax (2018), explora el retrato crudo de la violencia, el sexo, el abuso de sustancias y la alteración de la percepción. Su caos narrativo y estética aún más desafiante parece mantener un diálogo constante con el universo plástico de su padre.

Su película Vortex (2021), protagonizada por Dario Argento y Françoise Lebrun, es una indagación en la demencia senil, inspirada en experiencias personales con familiares que padecieron esta enfermedad. Esta obra, que retrata la vejez y el deterioro, puede interpretarse como un homenaje en vida a Yuyo.
También su hija, Paula Noé, se dedicó al arte, pero desde la escenografía, la instalación y el trabajo con objetos. Formada en la Escuela de Arte Dramático y en la Universidad del Cine, creó piezas para teatro, danza y artes visuales. Participó en festivales como el FIBA y fue parte de montajes escénicos en el Teatro San Martín y en el Cervantes. Su obra es íntima y experimenta con el espacio escénico y el cuerpo como territorios de intervención.

Su legado marcó a la pintura argentina del siglo XX, formó a nuevas camadas de artistas y dejó una producción visual y teórica que sigue siendo objeto de estudio y exposición. Su obra sigue vigente en museos, libros y aulas, y reafirma todos los días a Noé como una figura indispensable del arte contemporáneo.