Punto Convergente

Livianas como plumas, las bailarinas del Colón arriesgan su salud para mantenerse en carrera

A soft, artistic sketch-style image of a ballet class in a large dance studio. The scene includes mu
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Las danzas clásicas y la hiperdelgadez van de la mano. Las bailarinas pueden contraer el TCA (Trastorno de la Conducta Alimentaria) para alcanzar los estándares de la disciplina. Patologías como la descalcificación, cardiopatías, irregularidades del ciclo menstrual e infertilidad no son infrecuentes.

“Se abren las puertas y entra al consultorio. El médico la pesa. Mide su altura y también su grasa corporal. Pellizca los pliegues de sus muslos, sus brazos, sus pantorrillas y su abdomen. El corazón le late fuerte y su ansiedad incrementa. Es el día de la audición y una se debe preparar para que le digan si su cuerpo merece bailar.” Así era la primera etapa de la audición en el Teatro Colón cuando Lola se presentó con 14 años. La joven temía que le dijeran que su cuerpo no era apto para el ballet y entonces comenzó su trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Comenzó a verse distinta y a compararse con el cuerpo de bailarinas profesionales de internet. “Yo pensaba que era obesa y estaba 15 kilos por debajo de lo que debería pesar”, recordó.

La dismorfia corporal es uno de los síntomas de un TCA. La psiquiatra especializada en conductas alimentarias, Juana Poulisis enlistó una serie de comportamientos que presentan los pacientes con algún trastorno. Entre ellos se encuentran restricciones alimentarias, atracones, vómitos inducidos, abuso de laxantes, ejercicio compulsivo y body checking. A esto, se le añade un recordatorio constante: “Esto me va a engordar”.

Los TCA en bailarinas de ballet argentinas son comunes. Los motivos van desde la propia cultura de la delgadez en el país hasta la metodología de enseñanza de los profesores. Según la psiquiatra Poulisis, Argentina es un país donde hay obsesión con el peso. “Las personas tienen un shock cultural del ideal de delgadez” al visitar otros países, comentó la especialista. Esto mismo le ocurrió a Lola cuando a los 18 años ingresó a un estudio de danza en Utah, Estados Unidos. “En Argentina está completamente naturalizado no comer, saltarse comidas o comer porciones chicas”, aseguró Lola. Al llegar a los Estados Unidos notó que el resto de bailarinas tenía una relación sana con la comida mientras que ella pensaba si comer o no cada alimento. La bailarina argentina explicó que en Estados Unidos “hay toda una corriente de aceptación corporal”, que impulsa a las bailarinas a respetar su propio cuerpo. La psicóloga especialista en TCA, Noelia De Olivera, remarcó que crecer en un entorno donde se critica los cuerpos impacta directamente en la autoestima, la identidad y la autopercepción. La pérdida de peso es vista como un signo de compromiso y cuidado”, explicó De Oliveira. Esa idea es difícil de olvidar y más si se creció en un entorno plagado de comentarios sobre el físico. Es por ello que toda bailarina es “vulnerable a desarrollar un TCA”.

Etéreas en escena

La imagen de la bailarina delgada nació con el coreógrafo George Balanchine. El profesional de origen ruso, exigía que todas sus bailarinas fueran hiperdelgadas, incluso las incentivaba a consumir drogas y cigarrillos para fomentar el estereotipo esquelético del ballet.

Teatro Colón.

“La danza clásica buscó con las puntas, mostrar imágenes más etéreas, que levite y que se despeguen del piso”, explicó Aldana Vaulet, bailarina profesional. Aldana se formó en el Teatro Colón, espacio donde desarrolló un TCA cuando le dijeron que “tenía un problema entre la cintura y las rodillas”. 

Aldana se excluyó de todo evento que implicase comida. No comprendía que era o que estaba “mal” con ella, pero en este entorno “si te piden que bajes, bajás”, sentenció. “Tu cuerpo está bien para una persona normal, pero nosotras no somos personas normales”, recordaba el comentario de sus mejores amigas en el teatro.

El Colón es una institución con un modelo de enseñanza riguroso. A todas las pesaban y medían. La institución no cuenta con ningún equipo interdisciplinario que regule la disminución del peso y es por ello que cada alumna recurre a su propio método. Al mismo tiempo, son los profesores quienes impulsan el desarrollo de los trastornos.

La dieta de la manzana. Imagen realizada con inteligencia artificial.

“Viene época de exámenes, empiezan a comer manzanitas”, les decían los profesores a sus estudiantes. Si te dicen que solo tomes café, que no comas cereales de desayuno o que es momento de bajar de peso, la bailarina toma una postura “pasiva”. Escucha, asiente y lo hace. Según Aldana, una bailarina se deja guiar por “la voz de un docente que crees que te está indicando lo mejor para tu carrera y te termina introduciendo en un TCA”.

En una etapa de pleno desarrollo el tipo de comentarios te marcan de por vida. “Las bailarinas bailan para el público y al público le gusta ver cierta imagen o al menos se lo entrena para pensar de esa manera”, sostuvo Lola. Incluso, al entrar al salón del estudio norteamericano pensó: “muchas de estas chicas no pasarían la prueba física del Colón”.

Sin embargo, Aldana remarcó que no se trata de ver o no “gente gorda”, sino de ver cuerpos “sin un TCA”. Pero en el ballet está tan inculcado que si uno no encaja en el molde “no perteneces, no servís”, cuando en realidad se debe desmitificar la idea de que para bailar ballet tenes que estar delgado, ser alto o tener extremidades largas.

La bailarina desnutrida

No ingerir alimentos al realizar un deporte de alto rendimiento como el ballet destruye por completo al cuerpo. Tanto Lola como Aldana y muchas otras bailarinas en el mundo padecieron los efectos de una mala alimentación. “Sufrí de muchas lesiones por deficiencias de vitaminas o no saber cómo alimentarse lo suficiente”, admitió Lola. Por su parte Aldana explicó que existen consecuencias a corto y largo plazo que la afectaron.

Al inicio, el déficit calórico es tan grande que la energía no alcanza para bailar. El cansancio deriva en atracones, en donde “comés indiscriminadamente y sin ser consciente de lo que ingerís”, explicó Aldana. Este sube y baja de energía afecta el rendimiento. Pero a largo plazo los efectos son más fuertes. La descalcificación, los problemas cardíacos, las irregularidades del ciclo menstrual e infertilidad, son algunos de los problemas originados por el trastorno. Y todavía no llega la peor parte: que no te seleccionen.

Al estar débil ya no te eligen para bailar. La bailarina “se rompe o abandona” y los profesores “no se dan cuenta que la lógica no funciona”, afirmó Aldana. Es decir, el docente te incentiva a bajar de peso, pero “cuando tenés el efecto rebote, cuando engordás no te llaman”. Al fin y al cabo no les importa el talento. La selección “depende del peso, del color de piel, de la estatura, del tamaño de la cabeza y cualquier aspecto físico en general”.

La luz al final del escenario

– ¿Es posible realizar la disciplina sin desarrollar ningún trastorno? – Sí, se remil puede – respondió Aldana con completa firmeza.

“Sin apoyo un paciente con trastorno alimentario no sale”, apuntó la doctora Poulisis. Es crucial un acompañamiento saludable de docentes, familiares, colegas, amigos y especialistas. 

Actualmente, Aldana Vaulet, presentó un proyecto de ley con dos ejes principales. El primero, es la conformación de un equipo interdisciplinario para niños y adolescentes que entrenan en espacios de alto rendimiento. El equipo estaría conformado en principio por psicólogos y nutricionistas deportivos encargados de prevenir el desarrollo de trastornos.

El segundo eje es “la exigencia obligatoria de pedagogía en los docentes que estén a cargo”, señaló Aldana. La idea es erradicar los “criterios retrógrados de la estética y del cuerpo”, que muchos profesores siguen. Asimismo, el proyecto no solo apunta al ballet, sino también a otras disciplinas como el patinaje artístico, la gimnasia rítmica o el modelaje. Espacios afectados por un ideal de belleza inalcanzable.

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