A pocas cuadras del centro de la localidad bonaerense de San Isidro, en el primer piso del Hospital Municipal Materno Infantil, una pequeña habitación repleta de juguetes, pañales, leche en polvo, medicamentos y ropa entre otras cosas, hace de oficina para el servicio de voluntarias de las Damas Rosadas.
Son las dos de la tarde de un jueves casi otoñal y las voluntarias del turno tarde comienzan a llegar al hospital. María, Cristina, Hersilia, Elsa y Alejandra ya visten sus delantales rosas que oficializan de “uniforme” con su nombre bordado en él.
“Compramos las mantas hace menos de un mes y ya está faltando una, ¿vos lo podes creer?” “por la residencia andan chusmeando que la robó una de las mamás” “¡Betty, la enfermera, me dijo lo mismo ayer!”, comentan las voluntarias.
El Hospital Materno Infantil de San Isidro fue inaugurado por etapas desde el año 1990, pero no fue hasta 1993 que las Damas Rosadas llegaron para prestar sus servicios.
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Se trata de un servicio de voluntarias que existe hace casi 60 años, y que comenzó con nada más que un improvisado botiquín de primeros auxilios y nada menos que el esfuerzo y la dedicación de 42 mujeres. Por el año 1959, Eloísa Casal se hizo cargo de organizar el servicio cuando este comenzaba, por pedido del obispo de San Isidro en aquel momento, monseñor Aguirre. Las 42 voluntarias decidieron utilizar un guardapolvos color rosa como uniforme para distinguirse de las enfermeras del hospital, lo que dio origen al nombre Damas Rosadas.
En la actualidad, 450 voluntarias colaboran día a día en cinco filiales repartidas en la provincia y en la ciudad de Buenos Aires: el hospital Rivadavia y en la Maternidad Sardá, en CABA; en el hospital Central, en el Materno Infantil y un centro de estimulación temprana llamado El Nido, en la localidad bonaerense de San Isidro.
Apenas se escucha el ruido de un timbre en el primer piso del Hospital Municipal Materno Infantil una mujer con sus cinco hijos se acerca a pedir medicamentos. Dentro de los diferentes servicios que proveen las Damas Rosadas, está el de entregar medicamentos gratuitos bajo receta de los médicos del hospital.
Además, separan algunos juguetes para los niños -de acuerdo a la edad de cada uno- y así darles algo con lo que quieran jugar. Un simple gesto, pero que marca la escencia de este grupo de voluntarias: estar atentas a cada detalle para poder brindar la mejor atención posible.
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María Rosa Macchiaverna es un claro ejemplo de lo que podría llamarse vocación de servicio. Profesora de matemática, física y química y luego directora de un colegio durante 47 años, a los 65 comenzó su jubilación un lunes, al día siguiente tuvo la entrevista para ingresar en el servicio, y en la misma semana inició su labor como voluntaria.
“Todo voluntariado es igualmente beneficioso e importante”, es lo primero que aclara “pero yo quería entrar en un voluntariado que tuviera cierta estructura; soy una persona muy organizada te imaginarás”. Tal es así, que hoy María Rosa trabaja como coordinadora en el Materno infantil con gran dedicación, sin faltar un solo día de los siete años que lleva haciendo su trabajo.
Si bien el trabajo de las Damas Rosadas varía de acuerdo a cada sede, en general, se dedican a recorrer los cuartos del hospital para hablar con los pacientes y en las maternidades, acompañan a las madres y sus hijos. “Esa es nuestra principal función: el acompañamiento, la contención, la escucha”, comenta María Rosa.
Y agrega: “Son cosas que no tienen precio, y muchas veces los médicos no tienen tiempo de ocuparse de eso. El profesional puede hacer mucho de esto, de acompañar, pero no es su función principal. Su función es la de curar; entonces creo que nosotras funcionamos como un buen complemento”.
En el Hospital Municipal Materno Infantil de San Isidro, las cinco voluntarias del turno tarde de los jueves comienzan a repartirse las tareas del día. En una planilla anotan los datos básicos de cada paciente que van a visitar: por qué está internado, si es comunicativo o más bien cerrado a la charla, situación familiar, entre otros datos. Luego, comienzan las rondas por el hospital.
Adriana Saluzzi, presidenta de las Damas Rosadas, cree firmemente que el trabajo realizado por las voluntarias cambia la vida de sus pacientes. “En primer lugar los tratás como personas; el tener grabado nuestros nombres en el guardapolvo no es casual, es una cuestión de que te conozcan; humanizamos el trato”, comenta Saluzzi.
La presidenta de las Damas Rosadas empezó como voluntaria en la Maternidad Sardá hace veinte años. “Es vocación, si no tenés no podés”, afirma rotundamente Saluzzi.
En ambas maternidades donde trabajan las voluntarias hay residencias para madres que tienen bebés internado -ya sea porque nacieron prematuros o porque tienen alguna enfermeda- donde pueden dormir sin tener que dejar a sus hijos solos.
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Como es el caso de Laura, mamá de Nachito que nació en la semana 24 de embarazo, cuando un embarazo normal suele durar entre 38 y 40 semanas. Hace ya cuatro meses que vive en la residencia de madres del Materno Infantil, tras sufrier una fisura en la bolsa amniótica y tuviera que ser internada para no poner en riesgo la vida de sus mellizos. Uno de los bebés falleció, razón por la cual tuvieron que hacerle una cesárea de urgencia para salvar a Nachito. “En principio lo que hicieron las Rosadas fue darme un lugar donde quedarme mientras tenía a mi hijo en terapia intensiva, porque verlo desde afuera era realmente un calvario. Y después fue el hecho de acompañarme, escucharme siempre que lo necesité”, cuenta Laura y añande: “A veces necesitas olvidarte dos segundos de que sos mamá y tenes a tu hijo internado, dos segundos y cerrar los ojos. Estando tan cerca podés hacer eso”.
En la maternidad de Sardá, Marcela Gamarra es voluntaria hace un año y medio y además ayuda desde su profesión como encargada de prensa del servicio. “Hace rato que quería hacer voluntariado y había empezado a buscar lugares y en general no los veía tan organizados o capaz yo llamaba y no me responden el llamado. En algunos la forma de ayudar era aportando dinero y yo lo que quería era aportar horas de presencia física”, cuenta Gamarra.
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La organización es un elemento central dentro de las Damas Rosadas, y es algo que no suele verse en ONG’s. Desde reuniones semanales en todas las sedes, archivos con las horas realizadas por cada voluntaria, la jerarquía en el sistema, organización de eventos para recaudar fondos, informes de lo sucedido cada día en los hospitales; las Rosadas no dejan nada al azar.
Antes de salir de la pequeña habitación en San Isidro para con un grupo de madres, María Rosa afirma: “Puede sonar trillado, pero venís acá a dar un poco y terminás recibiendo mucho más”.
Crédito foto de tapa: Damas Rosadas.
Por los niños
En la actualidad, en la Argentina, son muy pocos los hospitales públicos y las maternidades privadas que cuentan con una residencia de madres. Por eso, Unicef está desarrollando una campaña, “Redondee en favor de los niños”, donde se busca juntar fondos para la construcción y mejoramiento de residencias para madres en hospitales de toda la Argentina.
Cómo coloborar
Damas Rosadas
Tel.: 4743-0677