Punto Convergente

La otra cara de las redes sociales

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“Soy adicta al teléfono”, confiesa Guadalupe, de 21 años. “Me divierten las redes sociales, aunque siento que me hacen mal. El 80% de lo que se sube, es mentira. La gente piensa mucho qué subir para gustarle al resto, es todo muy falso. Igual entro todo el tiempo”, sentencia la joven.

El debate es activo. Amamos las redes o las odiamos, pero nunca las dejamos. ¿Existe verdaderamente una sola postura posible? ¿Es todo o nada en el mundo de las redes? El desafío está en aprender a utilizar todas las herramientas y ventajas que brindan las redes sociales, sin perder de vista los riesgos que corremos por vivir sumergidos en un mundo virtual.

El caso de Guadalupe no es más que uno dentro de los millones de adolescentes y jóvenes en todo le mundo que pasan por lo mismo. Las redes sociales no son solo un avance comunicacional, sino que revolucionaron la manera en la que nos relacionamos con los demás, cómo nos damos a conocer al mundo, y hasta llegaron a tener un efecto sobre nuestro comportamiento. Distintos estudios comprobaron que estas nuevas formas de vincularnos van de la mano con un coste adictivo y de presión social muy grandes, que pueden poner en riesgo la intimidad de adolescentes y generarles depresión o ansiedad.

La Universidad de Chicago, Booth School of Business, realizó en los Estados Unidos una encuesta a más de 200 personas entre 18 y 85 años con el fin de conocer cuáles son las tentaciones más comunes. Concluyeron que, si bien el sueño y el sexo son los anhelos más difíciles de resistir, las redes sociales son más adictivas que el alcohol y el tabaco, dado que satisfacer el deseo es muy fácil y no requiere ningún coste económico o sanitario, ni está previsto bajo reglamentaciones legales.

Según un estudio sobre conductas patológicas en Internet, realizado por la ONG Protégeles, que colabora en programas de la Comisión Europea, el 21,3% de los jóvenes del mundo está en riesgo de convertirse en adicto a las nuevas tecnologías, mientras que el 1,5% ya lo es.

Los distintos portales permiten que cada usuario elija mostrar lo que quiere y así, construir una imagen con la que le gusta ser reconocido. El filósofo y sociólogo, Slavoj Zizek sostiene en sus ensayos que el mandato social de hoy es “la buena vida”. Las fiestas y la diversión se transformaron en una obligación.

Gran parte de los jóvenes sacan selfies y hacen sus posteos bajo el concepto de demostrar al mundo que “lo están pasando bien”. “Es verdad que nadie quiere que lo identifiquen con una foto fea… tratamos de salir lo mejor posible, de mostrar lo más lindo”, sostiene Belén, de 21 años, estudiante de diseño de la Universidad de Buenos Aires. No importa si los momentos son reales o no, la calve es que las fotos sean compartidas para saciar el deseo de ser aceptado. Belén agrega: “Subimos fotos de viajes, de fiestas con amigos, con novios y novias, fotos de nuestro mejor outfit o de comida rica… ese tipo de cosas, las que todos queremos”.

Zizek dice que “el problema es que no nos centramos en lo que realmente nos satisface. No prestamos atención a lo que nos hace sentir bien porque estamos obsesionados midiendo si tenemos más o menos placer que el resto”.

El problema de las redes sociales puede ir más allá de la adicción y la falsedad. Felicitas Santiago es maestra de un colegio privado. Trabaja todos los días con chicos y adolescentes, y reconoce que un gran desafío al que hacen frente los maestros es cómo hacer para educar a los chicos en las redes sociales: “Lo que más afecta es que los chicos pueden decir cosas en las redes que cara a cara no dirían. El bullying se ve muchísimo”.

A a su vez, la docente sostiene que las redes permiten a los chicos crear imágenes sobre ellos mismos que no son reales. “Sobre todo las chicas, buscan sentirse más grandes. Ponen fotos en corpiño y no miden las consecuencias de lo que suben. Aparentan, porque suben la foto y después no le dan ni la mano a un chico. Se exponen mucho sin tener conocimiento de las dimensiones, del alcance de las redes sociales. Son muy descuidadas”.

Un documento publicado por el Ministerio de Educación de la Nación establece que “inmersos en este mundo tecnológico, es comprensible que la vida social de los adolescentes pase por las pantallas. Los chicos quieren aumentar su lista de “amigos”. Y para conquistar la amistad del otro, a veces comparten información personal. Para el adolescente, el anonimato y la intimidad ceden ante el deseo de fama y popularidad”.

Micaela, de 22, -que prefiera no decir su apellido- vive en el barrio de Belgrano. Tiene más de 1500 seguidores en Instagram y es lo que la sociedad denomina una chica “influencer”. “Es algo muy superficial -confiesa-. Nunca pondría algo de mi vida privada en las redes sociales”.

Micaela admite que se beneficia de las redes porque le permiten estar en contacto con todo el mundo y son ideales para seguir las cosas que más le interesan, como cine, recetas y fotografía, aunque cuenta que en una escala del uno al 10 de cuánto usa su celular, la respuesta es 10. “Estoy todo el día, es grave”, admite entre risas. Además, explica que muchas veces se cansa y quiere cerrar todas sus cuentas porque le consumen mucho tiempo, pero a la vez sostiene que es cuestión de adaptarse. “El mundo avanza, estés o no. Si no te adaptás, el que se queda segregado afuera sos vos”.

El convivir bajo el efecto de las redes sociales hace más fácil que muchos jóvenes sientan la presión social de encajar y ser aceptados: todo el mundo está al tanto de los posteos, fotos, likes y comentarios que reciban. Esto puede volverse adictivo y modificar su comportamiento al punto tal de la obsesión por conseguir todo de manera inmediata, hasta estados de depresión por no obtener lo que esperaban.

“Por supuesto que muchas fotos son actuadas”, confirma Guadalupe. “Hacemos que nos reímos, armamos un poquito el backstage para sacar una foto canchera… Antes de subir una foto me fijo en mis facciones, esas cosas de mi que menos me gustan, para ver si se notan mucho. Por ejemplo, mi nariz. Efecto va, efecto viene, le pregunto a mis amigas si les gusta la foto, les pido que voten por distintas opciones. Después de analizar todo y tener el ok, está aprobada para subirse… Y si tengo suerte, ¡tener muchos likes!”.

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