A pesar de la estabilización de la inflación, el consumo parece aún no mostrar señales de recuperación y, en un contexto de recesión económica, el primer recorte en los gastos personales es el ocio.
Desde el cine, el teatro y los espectáculos musicales, hasta los museos, las bibliotecas, los eventos y los servicios de streaming, el consumo cultural es del que más debieron prescindir los argentinos frente a la actual crisis económica. De acuerdo al último Indicador de Consumo (IC) de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC), correspondiente al mes de agosto, la cultura fue el sector del consumo que más cayó interanualmente, con un retroceso total de 21,7%.
A través de un comunicado de prensa, el organismo destacó que “si bien la inflación se estabilizó durante los últimos cuatro meses, el ingreso real se mantiene en niveles bajos y el consumo no muestra señales de recuperación”. Si bien las variaciones mensuales de los salarios vienen superando al dato de inflación desde el pasado abril, aún se encuentran por debajo en términos reales.
El último Índice de Salarios del INDEC disponible es de julio, cuyos datos informaron un aumento del 206,2% comparando con el año pasado, mientras que la inflación interanual de ese mismo mes fue de 263,4%: la diferencia fue de 57 puntos porcentuales.
Cabe destacar que, aunque el consumo se encuentre resentido, la comparación se realiza con los últimos meses del 2023. Damián Di Pace, director de Focus Market, tiende a resaltar esta cuestión en sus análisis mensuales. “El segundo cuatrimestre del año anterior estuvo regado de anabólicos para mejorar las condiciones de la demanda con incrementos en planes sociales y jubilaciones gracias a las elecciones nacionales”, destacó el economista en la página web de su consultora.
De todas formas, Ezequiel Rivero, Doctor en Ciencias Sociales y Magíster en Industria Cultural, Políticas y Gestión, resaltó como determinante la pérdida de poder adquisitivo de los argentinos en la baja de consumos culturales. “La reacción esperable en un contexto de licuación de los ingresos es desprenderse de gastos que pasan a ser considerados un lujo”, explicó el investigador.
En esta línea, analizó que estos bienes y productos terminan siendo identificados como “fácilmente reemplazables”, frente a los limitados recursos y la necesidad de cubrir otros pagos aún más urgentes como el alimento, el alquiler o los servicios básicos.
El deterioro en el consumo no es el único desafío que enfrenta la industria cultural de nuestro país. Como
parte del objetivo de sanear las cuentas públicas y recortar el gasto del Estado para mantener el déficit
fiscal cero, distintos organismos culturales dependientes de la administración estatal se han declarado “en
riesgo” debido a que la falta de financiamiento afecta a su capacidad de funcionar con normalidad y,
consecuentemente, obstaculiza la oferta de un servicio de calidad a los ciudadanos.
Según Ezequiel Rivero, los consumos culturales históricamente han sido parte indispensable de la vida democrática, además de que generan riquezas, ingreso de divisas y empleos al ser actividades comerciales. El investigador destacó que, a pesar del panorama desolador, la cultura no ha perdido su atractivo tan característico para los argentinos: “No creo que haya disminuido el interés por consumir bienes y servicios culturales, simplemente se redujo su consumo efectivo, en buena medida, por la crisis económica”.