Entrar al subte, abrir su funda, acomodar el pie del micrófono, ajustar la potencia del amplificador y afinar la guitarra. Todo esto es parte de la rutina diaria de Matías Bonaccorso (49), uno de los tantos músicos callejeros que es parte del paisaje porteño y que trabaja compartiendo su arte en la geografía urbana.
“Para mí –afirma Bonaccorso en el ínterin de su performance matutina– la calle es lo mejor que hay, es una forma de vida: es muy linda pero es muy dura”.
Según datos del Frente de Artistas Ambulantes Organizados (FAAO), se estima que sólo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay alrededor de 800 artistas que ofrecen su arte en calles, plazas, subtes, trenes y colectivos.
Alejandro Cabrera Britos, fundador de FAAO e integrante de la banda Jamaicaderos, cree que “la simpatía social es masiva por el arte ambulante y en general la sensación de compartir el arte independiente y autogestivo en algunos lugares públicos genera lo que nadie puede generar: romper las desigualdades sociales y que todos tengan acceso a él por igual”.
La música tiene un impacto positivo: alegra, acompaña, reconforta, reúne. Pero, ¿se puede vivir de ella ‘a la gorra’?
Mientras el subte une la estación Juramento con Congreso de Tucumán, Matías Bonaccorso despliega su repertorio de tres canciones. El feedback del público se traduce en los aplausos, en algunos halagos hacia el cantante y, en menor medida, en una contribución económica.
“El problema es que a todos les gusta el arte, pero muy pocos son los que apuestan por él”, comenta Cynthia Nebez (27), percusionista y cantante callejera. Desde hace de dos años, junto a “Terra”, su banda, toca en distintas esquinas de San Telmo.
Actualmente no hay ninguna norma que regule su actividad, aunque sí hay un proyecto de ley a la espera de tratamiento en la Legislatura Porteña.
La barrera de ingreso para el músico callejero es mínima: entre $2 y $5, equivalente al costo del pasaje del medio de transporte. O incluso, a veces nula, en el caso de aquellos que tocan en esquinas, peatonales o plazas. Pero pese a esto, la ganancia que se obtiene a cambio no es muy alta.
Semanalmente, Daniel Oviedo gana entre $800 y $1500 trabajando a modo part time. “A veces saco mucho, a veces poco, y a veces nada”, afirma el cantante que elige la vía pública hace más de 10 años, y agrega: “Es subjetivo, aunque toques el mismo repertorio, nunca vas a ganar lo mismo”.
Las estimaciones de Matías Bonaccorso también coinciden con la suma de Oviedo. En cambio, Cynthia Nebez alega un monto mayor -entre $1200 y $1800- debido, principalmente, a que sus conciertos al aire libre son en espacios frecuentados mayoritariamente por turistas.
“Termina siendo redituable pero no se puede generar un sueldo completo”, afirma Oviedo que, para lograr mantener a su familia, también trabaja en una casa de comidas rápidas. Además, Cynthia agrega que “al no depender de nadie más que de vos mismo y del gusto de la gente, es difícil vivir exclusivamente de esto”.
Ya son las ocho de la noche. Suena un último acorde y el aplauso de los espectadores marca el final la jornada laboral. Con su funda como maletín, Matías baja del subte y se pierde entre el resto de los trabajadores que suben por las escaleras mecánicas para llegar a sus hogares. Mañana será otro día para vivir a la gorra.