Punto Convergente

El director de orquesta que a los 71 años sigue descubriendo a Bach

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Arriba, abajo, arriba, abajo. Para delante, para atrás, para delante, para atrás. Los dedos parecen de goma, las muñecas le dan permiso a las manos de volar. Arriba, abajo, arriba, abajo, para delante, para atrás, para delante, para atrás. El cuerpo acompaña el vaivén de la las notas. “Es como que la música pasa a través tuyo y vos tenés que hacerla”, explica el director de orquesta de 71 años, Juan Florentino LaMoglie.

“¿Quién es?”, pregunta Juan desde el otro lado de la puerta. Había infinitas respuestas, “soy yo”, “soy Agustina”, “soy la entrevistadora”, etc. Infinitas, menos “soy vos”.

Es que Juan LaMoglie es único en su especie. “Te voy a mostrar una cosa, esto es alambrado de púa original del muro de Berlín, de agosto de 1962”; “Tomá este libro, capaz te interesa. Pero me tenés que prometer que lo vas a cuidar y me lo vas a devolver”, ofrece.

Libros, libros y más libros, LaMoglie está compuesto de páginas, letras e historias; y música. Sentado medio acostado en un sillón individual se mira y toca las manos sin darles descanso. “Hago las cosas que me gustan que son muchas”, resume.

Desde el 31 de enero de 1947, un mes antes de las elecciones presidenciales que darían paso al primer mandato de Juan Domingo Perón, Juan desarrolla su gran vocación por la música bajo los efectos de los ideales de perfección y esfuerzo: “Hacer música es como hacer un escarbadientes con una sequoia”.

Escéptico sobre el poder del Estado, sin color político, LaMoglie fue el elegido para “manejar el Titanic” cada vez que dirige. “Es el azar, pero Dios no juega a los dados”, Juan habla de un universo perfectamente organizado en el que en vez de haber sido organista, terminó siendo uno de los mejores directores de coro que sigue descubriendo al compositor Bach.

¿Qué significa ser director de orquesta?
¿Vos sabés qué es un director de orquesta? Yo te repregunto porque soy maestro y sonaste. ¿Qué es un director de orquesta? Dirige una orquesta en todos los sentidos, trabaja sobre la cuestión musical, tiene una cantidad de músicos ,como el director de coro tiene un montón de voces, tiene partes, una partitura y que interpretar una obra, tiene que ensayarla de acuerdo con determinados principios, que tiene que ver con el estilo. O sea cómo se interpreta la música de Bach no es la misma manera de cómo se interpreta la de Mozart o la de Beethoven; es como un equipo de fútbol, donde el entrenador tiene que hacer que esos 11 tipos hagan goles ahí. Es que estos 10, 20, 30, 40, 50 o 120 traduzcan esto que está escrito en el papel, en algo auditivo y que a la gente le produzca placer. Pero además organiza todo, porque tiene que organizar el ensayo y todo.

¿Quién elige qué música se toca?
Depende, normalmente el director de programación y elige al director que sabe que lo va a dirigir bien. Lo ideal es que uno elija lo que es más afín con tu espíritu. ¿Cuándo te contratan? Yo ya tengo mi orquestita de cámara hecha con jóvenes, la mayoría del conservatorio.

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¿Usted qué prefiere elegir, lo que es un desafío o lo que le es más afín?
A esta altura del partido, lo que me es más afín, que es lo que me sale mejor.

¿En qué momento decidió ir más por los desafíos?
Cuando dirigía el ensamble instrumental del Instituto Cultural Argentino Norteamericano teníamos todo un ciclo de conciertos en el Salón Dorado del Teatro Colón todos los años durante 15 años, y hacíamos, por ejemplo un concierto con la Asociación de Compositores Argentinos con cuatro o cinco obras de estreno con compositores en su mayoría vivos. Eso es muy interesante, porque le podes preguntar al tipo: ¿y usted qué quiso decir acá? ¿por qué hizo esto y no lo hace de otra manera?

¿Cuándo decidió ser director de orquesta?
Nunca. Yo empecé a estudiar música a los 5 años, piano. Vivía en Banfield, una casa grande, donde había piano, armonio, violín. Mi mamá era maestra y mi papá teólogo, pero había mucho músico en mi familia; había organistas, había directores de coro relacionados con la iglesia. Después no me gustó la profesora de piano y empecé a estudiar por mi cuenta. Después estudié trompeta, flauta dulce y violín en serio. Ya en esa época vivía en Junín y me vine (a Buenos Aires), a los 18 años cuando terminé la escuela, a estudiar música sagrada, órgano en realidad. Yo quería ser organista, pero la carrera de organista va de la mano con dirección coral; así que tenía que estudiar dirección coral. Y, en vez de haber sido organista, terminé siendo director de coro.

¿No se arrepiente de no haber sido organista?
No, fui organista muchos años, pero no hay buenos órganos en la Argentina. Están los de tubo, pero están destruidos, y después de que volví de estudiar en Berlín me dí cuenta de que ningún órgano sonaba bien. Soy un tipo muy solitario, pero muy sociable también. Me dí cuenta de que me gusta estar más con gente que estar todo el día ahí piru piru piru, tocando. Yo puedo hacerlo, de hecho me instalo en la terraza y estudio, escribo, leo obras, traduzco, pero me gusta trabajar con la gente.

¿De chico siempre quiso ser músico o pasó por la etapa de querer ser astronauta?
Yo quise ser muchas cosas. Deportista, que fui desde los 12 a los 17; corría 100 y 200 metros llanos, era atleta, no parece pero era atleta. Quise ser físico nuclear. Yo empecé a dirigir porque una vez con mi maestro de dirección teníamos un proyecto muy grande y cuando llegamos al lugar del concierto la asistente del coro dijo: “el maestro está enfermo, entonces dijo que dirija usted”. A mi me gusta mucho dirigir, hacer la cosa. Es como hacer un reloj suizo, pero no estos chinos, un Rolex.

“¿Vos sabés lo que es una sequoia? Hacer música es como hacer un escarbadientes con una sequoia. Ese trabajo me gusta a mí, que vas puliendo y puliendo”, describe LaMoglie.

Cuando le dijeron: “dirigís vos”, ¿qué sintió?
Era fantástico, porque me encantaba. El tipo era un capo (es un capo, vive todavía aclara), pero ah mama mía que miedo, por favor. Pero a mi me gusta. Tengo un alumno que le gusta que la gente lo vea, que lo aplauda en el escenario. A mi ni fu ni fa. Tiene que salir perfecto; tienen que salir mejores personas después de eso, que no depende de mí, depende de la música. Ya sé que es difícil de entender para el que ve al director dirigiendo, pero es como que la música pasa a través tuyo y vos tenés que hacerla. Es como el pianista, vos cerrás los ojos y no importa quién está tocando, pero te esta pasando Beethoven. Es fantástico eso, es muy lindo.

¿Es obsesivo con la perfección?
Absolutamente, no se si es obsesión. En casa de mis padres la historia era: todo lo que hacés lo tenés que hacer pero muy bien. Si querés correr y tocar el violín no hay ningún problema, pero además tenés que estudiar para la escuela de día y para la escuela de noche. Y me gusta hacer muchas cosas.

¿Qué cosas le gustan hacer?
Música, dirijo el coro local del Sur; doy una cátedra del Seminario de Música Antigua, y dirijo el Centro de Música Antigua de Carlo Gesualdo; y doy unos cursos que se llaman “Encuentros con Bach”, que los doy en el país a través del Consejo Federal de Inversiones. Después leo, traduzco muchas cosas para mí, libros de interpretación del alemán y del italiano, para el que no puede leer pueda leerlo.

¿De qué se trata “Encuentro con Bach¨?
Es un proyecto que surgió hace 10 años. “Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires y la oficina la tiene dentro del Teatro Colón”. Nosotros quisimos irnos a vivir al Sur varias veces, pero no podés, porque todas las cosas están en Buenos Aires. A los 16 años, cuando se despertó mi vocación en Junín, viví lo que es no tener nada, no hay una biblioteca de música. Entonces estudiás con la fotocopia de la fotocopia de la fotocopia. Hace unos años me llamaron y me preguntaron qué hacían con alumnos del interior. Entonces dije, muy bien, yo voy y me instalo ahí. Sin requisitos, sin selección, solo tienen que tocar. Tiene que ser gratis para la gente y no tienen que ser especializados. Va en contra del colonialismo cultural, entonces toda la información que está en el curso debe ser gratuita. Todos están invitados a traer doce pendrives y llevarse toda la información.

¿Ha llegado a encontrar a Bach?
Sí, pero cada día descubrís cosas nuevas. Bach es tremendo, es tremendo, es dificilísimo.

¿Quién es su artista favorito?
Bach, porque es el más grande de todos y me he pasado los últimos 50 años estudiando las 24 horas de los 365 días del año. Es el más perfecto de todos.

¿Qué música escucha día a día?
Como todos los músicos que hemos hecho toda la carrera de música, solemos no escuchar mucha música. Lo que pasa es que hiciste tanta música y escuchaste tanta música, y dirigiste tanta música, que tiene que ser una cosa muy especial. Voy a los conciertos del Mozarteum, porque vienen tipos muy importantes de afuera; y voy a ver ópera. Pero tiene que estar muy bien hecho. Voy a escuchar muchos conciertos de mis alumnos, siempre. Si a esta altura del partido me tengo que poner a escuchar música o a leer, me pongo a leer. Me gusta la literatura en general, me gusta la poesía, me gusta la historia, me gusta la literatura española y la alemana, muchísimo. ¡Me encanta Borges!

¿Cree que influye su estado de ánimo en cómo dirige?
No, no, absolutamente no. Es más, según cómo esté, la música me mejora el ánimo seguro. Siempre dirijo igual. Es como un objetivo que hay que cumplir, es como una zanahoria que está adelante que está ahí.

¿Hay algo que no quiso dirigir?
Cosas que me parecían que estaban mal escritas. Música contemporánea. Hubo un movimiento en el siglo XX, que era para escandalizar, que te dabas cuenta que estaba hecho a propósito, que no salía de adentro.

¿Qué trata de transmitirle al público?
¿Yo? Nada, la música pasa a través de nosotros y llega a ellos.

¿Qué siente cuando está dirigiendo?
En una época me pasaba, cuando dirigía ópera, en el momento de entrar, ver a toda la gente, pero una millonésima de segundo, y sentir por qué no estaré yo sentado ahí disfrutando de esta ópera que viene y me toca manejar el Titanic. Pero inmediatamente se me pasa; me tocó ese lugar en el mundo, ya está. Por eso te digo, yo no decidí. Vos te planteas una cantidad de cosas y de pronto un día ¡PA! estás en Estocolmo haciendo no se que cosa y decís: mirá vos, ni sabía donde quedaba y de pronto sí.

¿Tiene cábalas?
No, no creo en las cábalas. No sé si depende de nosotros, esa es la cosa. La música depende de algo que no se qué es. Uno es un médium y termina haciendo eso.

¿Cree en Dios?
Sí, absolutamente. La música de Bach es música que está traspasada por el universo y por Dios. Creo en la perfección del universo. ¿Vos viste que alguna vez alguna estrella se caiga? Todo eso gira, y si la Tierra girara medio kilómetro menos por hora se iría todo al demonio. Todo funciona perfecto, vos llamale como quieras al que invento eso. Creo que se convierte en una cosa filosófica; al final, seguramente eso debe ser tan explicable como prender un fósforo. Creo en ese orden cósmico universal y creo en la gente, pero la gente que es buena y es espiritual. Creo que hay cosas en el mundo que se encargan de que no lo sean; los políticos, por ejemplo, no importa quienes sean, lamentablemente es así.

Pero no en el Estado…
Nunca creí en el Estado, jamás en la vida. Si uno tuviera una posición, no digo anarquista porque no somos unos anarquistas tira bombas, pero si uno no tuviera esa posición no podría ser un artista, porque estaría condicionado por lo que me dice el famoso establishment.

¿Qué trata de enseñarles a sus alumnos además de música?
Todo, lo de la sequoia no solo se aplica a la música, básicamente se aplica a la vida. Hay que tener una sequoia cuando naces y haber hecho un montón de cosas con esa madera o podes cortarla y quemarla.

¿Qué es lo que más le gusta de usted mismo?
¿De mí mismo? No sé. ¿Me tiene que gustar algo? La constancia a lo mejor, pero me gusta todo lo que hago o hago las cosas que me gustan que son muchas.

¿Qué no le gusta?
Nada, me gusta todo lo que hago. Trato de ser un buen maestro, trato de ser un buen tipo toda la vida. No me meto en cosas que no se hacer y trato de hacerlas lo mejor que puedo y acostarme feliz al final del día.

¿Hay algo que en retrospectiva se critique?
No, creo que hay muchas cosas que podría no haber hecho, pero en el momento las hacés. No me arrepiento, en la vida lo que hiciste lo hiciste y chau. Ahora si te mandaste una macana tenés que tratar de no hacerla de nuevo.

-¿Vos me tratás de usted o de vos?
-Yo siempre cambio.
-Ah, me encanta, me encanta. Yo siempre he tenido una relación muy buena con mis alumnos, de muchísimo cariño. Nunca supe por qué chicos, chicos, me dicen Juan o Juansito, no se por qué.

Cuando interpreta a Bach ¿es una copia o una interpretación?
Es muy difícil de responder eso. Yo se que el término intérprete significa que lee en alemán y traduce al castellano. Esa es una posibilidad, pero el caso de Bach es una cosa tan monumental que pasa con la música, que no sabés a dónde vas a llegar, pasa al terreno de lo metafísico ya. Sos un intermediario entre Bach y la gente, por eso hay que tomárselo enserio, no puede salir más o menos. Esta bien o esta bien, chau. En eso sí yo creo, estoy convencido de que a uno le toca un lugar. Yo creo que el mundo es un gran rompecabezas gigantesco, donde a todos nos toca algo, y una de las cosa que no hay que hacer es protestar. Vos hacé lo tuyo acá, bien. Parece simple, pero es complejísimo.

¿Cuál es su teatro favorito?
Teatro Colón.

¿Cuál es su lugar en el mundo?
Mi casa, seguro. Me gusta mucho la naturaleza, me gusta la montaña y me gusta el bosque. Yo tengo una casa en Cariló que fabriqué yo con estas dos manitos. No podría vivir en un lugar como Cariló toda mi vida, no soy un bicho de ciudad, soy un tipo así de barrio, de saludar a 20 vecinos barriendo la vereda, cortando las plantas. Un país que me encanta, como orden, Alemania, eso seguro. Me encanta España, yo viví en Compostela tres meses. Italia, me encanta toda Italia, tres años viví en Italia.

¿Cuál es su mayor miedo?
Ninguno, no tengo miedo yo. De chico tenía terrible miedo a la oscuridad, a la oscuridad y a las brujas. En algún momento aprendí que era lindo. Yo nunca entendí el miedo a la muerte, la única certeza que tenés cuando naces es que te vas a morir. Yo ahora estoy con muchas cosas.

¿Tiene alguna adicción?
No, nunca fumé, nunca me drogué. No soy workaholic, me gusta mucho trabajar y me gusta mucho descansar. ¿Esto hay que terminarlo para mañana? Bueno, lo terminaré mañana a la noche, me voy a dormir, me voy a leer un libro, me voy a ver una película.

¿Qué tipo de películas le gusta?
Yo fui terriblemente cinéfilo, soy tipo de ir al cine. Pero hace muchos años que no voy al cine y miro poca cosa, porque siento que la televisión me quita tiempo, tengo que estar una hora y yo en una hora leo cinco capítulos. Tengo como una obsesión por el conocimiento. Yo sé que yo sé mucho de esto, yo soy consultor de la Sociedad de Bach en Alemania, hay mucha gente que me pregunta muchas cosas todos los días, y no podes ser tan egoísta que el tipo se muere y listo, por eso me la paso subiendo cosas a la nube.

¿Quién lleva la batuta en su casa, usted o su esposa?
La negra. A mi no me interesa dirigir nada, yo parezco un tipo despótico, pero soy un tipo muy conciliador.

¿Qué planes tiene para el futuro?
Vivo el presente. Los planes míos son hoy, no pienso lo que voy a hacer, porque te volvés loco. Ahora estoy en la transmisión del conocimiento. Uno tiene que saber lo que le tocó en la vida, a mi me tocó ser maestro, eso es evidente. Es como que tengo una misión, que esto [señala su biblioteca llena de libros de Bach] lo sepa mucha gente. Me tocó hacer esto y eso que hice antes ya está. Esa pregunta cholula de “¿no añoras esos años  que vivías viajando?” En ese momento me tocó eso, ahora me toca esto, en un rato me va a tocar jugar con Camilo [nieto].

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