Ningún día es normal en el Hospital Psicoasistencial Interdisciplinario José Tiburcio Borda. No es normal para los pacientes, ni para los médicos, ni tampoco para aquellas personas que visitan diariamente el hospital monovalente ubicado en el barrio porteño de Barracas.
Quizás el aroma a cereal que viene de la fábrica ubicada de la vereda de enfrente al Borda, sea una de las únicas pocas cosas que se mantenga igual durante los días de la semana.
Es una ciudad artificial. Una ciudad de 16 hectáreas que busca la reinserción de los enfermos mentales en una sociedad que los excluyó en uno de los peores momentos de su enfermedad. Una ciudad que cuenta con edificios, calles, parques, murales, y hasta propios grafitis.
“Dalí, un amor en mi delirio. Si ayudás a sembrar vida, sabrás reconocer el amor. La rosa se hizo mujer. Amé sin besar. “Sí sí sí…los escribimos nosotros”, dice un paciente, y desaparece.
Y por ahí deambulan todos. Caminan pensativos, por la calle Dr. Enmundo Krafft, los psiquiatras con su look freudiano; corren por la calle Domingo Cabred dos enfermeros, con caras de sueño, por una razón desconocida. Dos pacientes caminan tranquilamente por la calle Dr. Ramón Melgar, mientras esperan la hora del almuerzo.
Para algunos, el clima en el Borda es relajado, como para el guardia de seguridad que duerme plácidamente en un cuartel interno del hospital, recostado en su escritorio de madera fina y lustrada. Sin embargo, detrás del Pabellón central, silencioso y preservado bajo muros, se encuentra la Unidad Penitenciaria Nº 20.
Sumergida aún bajo la tragedia ocurrida en la madrugada del 31 de mayo del 2011—donde fallecieron dos jóvenes de 19 y 23 años en un incendio—el perturbador silencio de esta unidad psiquiátrica esconde la violación de los derechos de las personas instaladas en el hospital.
En relación a una investigación realizada por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) en 2008, las condiciones del hospital Borda son nefastas. Los pacientes no solo son víctimas del maltrato por parte del personal, sino que también sufren de la suciedad y precariedad del sistema de limpieza.
“Los investigadores observaron a hombres encerrados en celdas minúsculas y oscuras, que medían metro y metro por dos metros cuadrados y no tenían una fuente de luz natural ni ventilación”, aporta el informe sobre derechos humanos y salud mental en la Argentina. “No había inodoros y las personas tenían que orinar y defecar en pequeñas ollas sobre el piso. Las celdas estaban sucias e infestadas con cucarachas”, se agrega en el informe.
Sin embargo, ante la tragedia sucedida en el pabellón penitenciario, el CELS volvió a publicar una documentación en 2011, en la cual acusa al Estado como responsable de la muerte de los dos jóvenes fallecidos tres años atrás. “El Estado es responsable por las muertes en la Unidad Penal Psiquiátrica N°20”, se titula. En él, el CELS repudia la muerte de los dos pacientes y se solidariza con las familias de los mismos. Al mismo tiempo, determina cómo esta tragedia “refleja la situación de crisis estructural que atraviesan las instituciones de encierro en la Argentina”, y le remarca al Estado la responsabilidad que asume éste sobre los pacientes que se alojan en los psiquiátricos estatales.
La Ley Nacional de Salud Mental (N°26.657) sancionada en 2010, “asegura el derecho de todos los que habitan el suelo argentino a la protección de su salud mental, y establece los derechos que le asisten a aquellas personas con padecimientos mentales”, derechos que aún no se mantienen vigentes.
Diferentes sucesos marcaron al Borda en los últimos siete años: casi 50 muertos entre 2009 y 2010, constatadas luego de una investigación realizada por el Juzgado Nacional en lo Criminal, junto con la Procuvin (Procuraduría contra la Violencia Institucional) y el CELS; el incendio en la Unidad Nº20, dependiente del Servicio Penitenciario Federal, en el cual fallecieron dos internados, en 2011. La represión de la Policía Metropolitana en el año 2013 hizo este registro aún más agraviante.
Sobrepoblación en las celdas, falta de personal, diagnósticos erróneos, violación de derechos. ¿Cómo se puede recuperar una persona con una enfermedad mental, si las instalaciones sanitarias con las que convive no acompañan su tratamiento? En estos casos, la supuesta cura del paciente cae en un retroceso que no hace más que encadenar al hombre que se interna a su propia enfermedad.
Entre pabellones y pasillos
“Estoy en el Servicio 29…no salgo del Hospital Borda”, dice Horacio con una sonrisa rara, como compungida. Tiene 53 años y no recuerda hace cuánto se encuentra internado en el Hospital. “No salgo del Hospital, es la contraseña que te dejo a vos… me quedo en el Hospital”.
Como si nada, sigue y sigue hablando, aunque lo que diga no tenga sentido. Sentado en la mesa roja del bar, toma tragos cortantes del café puro de 30 pesos. Trago de café y dos cerealitas. Otra vez. Trago de café y dos cerealitas. “Cuando yo tenía plata, pagaba y convidaba. La rusa que está en la caja me robó el sueldo de médico. La rusa de la caja….la rusa de la caja me robó el sueldo de médico”. Y para finalizar, la misma súplica que al principio: “Die pesito nada más… Que me presten die pesito, para mañana en la cantina… bueno pero es solo un paquete. Hace bien el tabaco”. Con eso simula despedirse y encara a Gustavo, quien maneja el bar. De lejos, vuelve a mirar y grita una frase tres veces seguidas. “Tengo 53 año, y tengo las cuatro”. ¿Qué cuatro?
Los pabellones difieren mucho entre sí. El central, luminoso y limpio. Es el más cuidado de todos. Cuelgan placas de bronce con numerosos reconocimientos. En su 150º aniversario, la asociación de médicos municipales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires – 11 de 0ctubre del 2013.
Es el punto de encuentro entre médicos, gente que llega para visitar a familiares, y hasta enfermos que deambulan por doquier. En el lateral de una de las paredes: Evita. Homenaje de los compañeros de la Asociación de Trabajadores del Estado a la Abanderada de los Humildes: Eva Perón. Pero no es la única heroína del lugar.
El psicólogo Alfredo Moffatt, hoy en día con 82 años, tiene su busto en el jardín del Pabellón A. Reconocido como uno de los creadores y fundadores de lo que hoy es el Hospital Psicoasistencial de Barracas, el reconocimiento a Moffat lleva lo que fue para él el gran objetivo del Hospital: “Construyendo colectivamente un espacio en defensa a la salud pública, de resistencia y lucha, en pos de la desmanicomialización, desde el año 1985”.
Las paredes delanteras y externas del hospital lucen cuidadas, excepto aquellas que dan al patio interno. Un color rosa agradable se vuelve desagradable. Se encuentran grafiteadas y despintadas. Las rejas amarillas de las ventanas, oxidadas. Los pasillos del establecimiento son también luminosos durante el día. Baldosas color crema en el piso; paredes mitad, azulejo mitad pintura. Todos colores claros. La suciedad se avecina, pero no a molestar. Solo para figurar. Las escaleras, peligrosas: oscuras, poca iluminación y escalones mojados, a la espera de resbalones.
Así como los grafitis se encuentran en el exterior de los pabellones, pegatinas viejas y escrituras llenan las paredes internas de los mismos. “¡Vota a la verde! Metassa, Secretario General: ATE-CAPITAL”. “Dibalproato de sodio. 500mg. 30 caps.”. “¡Gran festejo gran! Cooperanza cumple 30 años, ¡no te lo podes perder!”. “Generando encuentros, derribando muros”. “Mancala vive”. “Viva la privatización”. La limpieza tampoco aparece por acá.
En peores condiciones están los otros dos pabellones, el A y el B. De todas maneras el panorama parece es mejor que hace unos años. “Yo trabajo desde el 84´. Esto es una belleza. Hay aire acondicionado, que nunca hubo”, afirma un enfermero de la Enfermería 3 del Pabellón Central. Mientras se escucha un eructo largo y detestable a no más de dos metros de la puerta de la Enfermería, el profesional hace una mueca relajada. “Acá no hay normales, si es lo que buscás”.
Gabriel Rodríguez, kinesiólogo fisiatra y preparador físico de un conocido club de fútbol, atiende a quien desee en el hospital. Desde pacientes enfermos e internados, a jugadores de fútbol que se acercan para facilitarle el trabajo al licenciado. En el Pabellón A del Borda, Rodríguez, con su indumentaria negra sponsoreada por Il Ossso, espera a sus pacientes con un gran nivel de tecnología y material para trabajar.
“Tenemos mesoterapia, maquinaria con ultrasonido, salas de 4×4 con camillas en buen estado, computadoras para medir el nivel cardiorrespiratorio de los que vienen. Por acá también tenemos bicicletas, colchonetas, pelotas gigantes de goma, vestuarios. Yo estoy hace nueve años acá, desde el 2006. En 2009, empezaron a reformar todo de a poco”.
Y es que Ricardo Caruso Lombardi no llamó a cualquier kinesiólogo para que se sumara al cuerpo técnico del Club de Fútbol de Tristán Suárez. El clima de este sector es distinto al de los otros salones. El olor pasó a convertirse en algo placentero y el confort subió bastantes puntos.
“El problema son los recursos humanos”, sostiene el licenciado. “A esta hora, tengo que hacer de secretario y atender a los pacientes, todo a la vez. No damos abasto y no nos dan bola. Nadie viene a controlar al personal. Recién ahora somos cinco…seis con Aníbal.”. Aníbal Ruffolo es también licenciado en kinesiología, y es el Jefe del Servicio del área de rehabilitación: el líder.
“Ahora estamos a full. La gente tiene el preconcepto del Borda y no tiene ni idea de que acá tenemos este tipo de material para trabajar. De todas maneras, nosotros los kinesiólogos somos un caso especial. Por Aníbal…él es el hinchapelotas. Esto es todo gracias a él”.
En el Departamento de Rehabilitación del Pabellón A, los pacientes del Hospital Psicoasistencial, quienes mantienen la prioridad con los turnos de atención, trabajan la movilidad sin desatender las patologías que los afectan. “Manejamos también una planilla de datos desde la computadora, donde anotamos los rendimientos de los pacientes, con diferentes categorías correspondiendo a sus diferentes patologías. Tenemos uno de los mejores servicios dentro de lo que es gratuito… ¡y eso que ahora se viene la pileta para la rehabilitación!”.
A unos tres metros del oratorio de la Virgen de la Merced, la patrona del Borda, unas escaleras bajan a una de las cafeterías o “cantinas” del Hospital. La misma en la que Horacio había tomado su café hace ya unas horas. Gustavo está a cargo del Café Fundador: trabajaba con el papá y ahora lo maneja casi todo él.
“Llevo más de 20 años acá… te acostumbrás, no necesitás tanta preparación. Hemos traído gente que se engancha, gente que tiene miedo, que se asusta. Hay de todo”. Entran médicos, pacientes. Pocos, pero entran. Compite amistosamente con la sandwichería que se ubica en el centro del predio, al aire libre, donde un cocinero con su gorrito, uniforme y alpargatas negras se come un pebete.
“A ellos les dan un peculio. Es como una jubilación pero más chiquita. Cobran… tienen un banquito acá y cobran”, explica Gustavo mientras ordena, atiende y limpia. “Los cuidan como todo servicio de ciudad. Se hace lo que se puede dentro de lo que es un consultorio externo público. Al paciente lo bañan todos los días, todas las mañanas: el servicio se mantiene. El tema es que después sale, se caga encima, va a la basura, lo ves y decís: ´Mirá como lo tienen a este, pobre´. Pero el servicio tiene actividades. Desayunan, tienen taller de lectura, de panadería, pintan… Todas cosas muy piolas. La verdad estoy muy contento con el Hospital por cómo trabaja”.
La responsabilidad que cargan los que trabajan en el psiquiátrico es muy importante por diferentes motivos; a Gustavo le tocó vivenciarla desde una posición distinta a la de los médicos. “No es responsabilidad mía lo que vendo, pero sí hay un punto límite: el año pasado dejé de vender aspirinas. Viene alguien, te pide dos o tres tiras y se las clava de una. En esas cosas tratamos de ayudar”.
“La tarea de transformar basura en belleza – Marisa Wagner”
Cooperanza, una organización sin fines de lucro asociada al Borda, tiene como visión “la creación del valor social, y de una sociedad más justa, equitativa y pacífica mediante acciones que posibiliten una mejor calidad de vida para las personas con discapacidad y sus familias”.
Diego Nacarada, coordinador de esta organización, asegura que en la misma se “cosifica y objetiviza a la persona”. La Radio “La Colifata” es también una organización no gubernamental que desarrolla actividades y proyectos para los pacientes del Hospital.
Con el uso de los medios de comunicación, los enfermos investigan y brindan información a los internos y ex internos del hospital, a través de la radio. Con la ayuda de estas organizaciones, el paciente busca constantemente reinsertarse en la sociedad, a medida que avanza con su tratamiento.
“Locos por el Borda” es un grupo de activistas online contra el abandono del hospital y sus pacientes, que difunde y denuncia todo tipo de actividad realizada contra ellos y que los perjudique. Ante cualquier daño que afecte el derecho a la vida, al trato digno y a la integridad y seguridad personal del enfermo, estos activistas tendrán como objetivo luchar contra todo tipo de corrupción y violación de derechos. “Pedimos que difundan y denuncien los maltratos a pacientes, las condiciones en las que se encuentra el hospital, y que fomenten la investigación, junto con abogados y denuncias legales”, insisten desde el blog los integrantes de Locos por el Borda.
También dice presente uno de los grupos más polémicos del hospital, el Frente de Artistas del Borda (FAB), conformado por artistas y psicólogos, quienes cuestionan la locura y proponen la desmanicomialización.
Repudio al encierro
La sanción de la nueva Ley Nacional de Salud Mental en 2010 supone reemplazar, dependiendo el caso, tratamientos en manicomios por mayor cantidad de servicios ambulatorios, comunidades terapéuticas, centros de crisis y atención psiquiátrica en hospitales, para que no se concentren todos los usuarios enfermos en un mismo Hospital Psicoasistencial como lo es el Borda.
El médico psiquiatra Gustavo Berro, docente en Salud Mental del Hospital Juan A. Fernández, afirma que, a pesar de que “la ley está buena en el sentido de la interdisciplina y la transdiscipilina, todavía siguen habiendo baches”.
Uno los temas más importantes de la ley es la libertad del paciente. A partir de la sanción de la misma, los enfermos quedaron con la libertad de decidir por sobre su enfermedad: recibir o no el tratamiento de la manera que ellos lo quieran, por ejemplo, para que el médico no tenga poder sobre ellos.
Sin embargo, le normal dispone del cierre para el 2020 de todas las unidades psiquiátricas monovalentes. “La ley dispone del cierre de los hospitales de Salud Mental, como el Borda, el Moyano, el Tobar García y el Alvear. Seguramente pongan oficinas municipales o quién sabe qué. No te dicen por qué quieren sacarlos, solo te dicen que los van a disolver”, cuestiona el director Médico-Psiquiatra del Centro de Rehabilitación San Ignacio, quien no tiene una explicación en salud, sino que tiene una explicación política.
“El artículo 27 de la ley también prohíbe la creación de nuevos neuropsiquiátricos o monovalentes públicos y privados, como también la de unidades terapéuticas”, dice el psiquiatra. En este caso, la ley asegura que los pacientes de los psiquiátricos sean trasladados a hospitales generales. Para esto, se realizarían modificaciones en el personal y la infraestructura de los hospitales para poder acomodar a los pacientes satisfactoriamente.
“No hay psiquiatras de guardia en los hospitales generales. Es por eso que la idea es que se le de dinero a estos hospitales para que construyan sus propias salas en las áreas de psiquiatría… pero eso nunca llegó”, aclara Gustavo Berro. “No les dan presupuesto para la seguridad, para construir salas especiales de contención, aumentar la arquitectura, la mueblería. No les dan absolutamente nada”, afirma. Hoy en día se llega a convivir con pacientes enfermos violentos y peligrosos en un hospital donde se atienden mujeres embarazadas, bebes, niños y adolescentes. Por motivos de seguridad, la unidad de psiquiatría necesita estar alejado de determinados sectores, pero aun así no excluidos del hospital. “Ponen todos los gatos en la misma bolsa”, reclama el doctor.
De todas maneras, aunque la ley permita una mayor reinserción social y quiera evitar el “encierro” de enfermos mentales en instituciones estatales, la sanción de la ley necesita—además de apoyo económico de parte de la Dirección de Salud Mental de la Municipalidad y de la Provincia de Buenos Aires, que es todavía reclamado—el personal que trabaje. La falta de médicos y psiquiatras es tan grave que ya casi no hay en hospitales como el Sanguinetti de Pilar, o el Castex de San Martín.
“Muchos renuncian. La necesidad y demanda de atención en salud mental es tan grande que hasta destruye la psiquis de los propios médicos: no podes estar todo el día atendiendo”, dice el psiquiatra. Lo peor es que, no solo faltan médicos para atender, sino que personal para garantizar la seguridad de los pacientes y la de las personas que los rodean. La ley está bien intencionada, pero no hay recursos humanos ni plata para llevarla a cabo.
“No al manicomio. Desmanicomialización. Arte, lucha y resistencia. Las almas repudian todo encierro“, grafitis, y más grafitis del Borda.
Fotos: La Colifata y web.