Corría el año 1971. El viejo Hospital de Clínicas, todavía en pie en la calle Córdoba, se preparaba para su demolición. En una sala bien conservada que estaba a punto ser llevada puesta por una de las topadoras se encontraron fotos y negativos en latas y, entre ellas, la primera filmación de una intervención quirúrgica en el mundo, totalmente olvidada.
La grabación había sido realizada en 1899 por Eugenio Py, solo cuatro años después de que los hermanos Lumiere hubieran presentado el cinematógrafo al mundo, y se había capturado una “operación de quiste hidatídico” por el médico argentino Alejandro Posadas.
Aunque Argentina supo en épocas pasadas ser pionera de la cinematografía y estar a la par de la industria europea poco se recuerda o se conserva de esos años.
La razón de que muchas de estas obras no se conozcan es que, en la Argentina, el 90% de los originales del cine mudo y el 50% del cine sonoro se han perdido. No solo películas, sino también registros y noticiarios, todos perdidos por la falta de cuidado. Héctor Kohen, profesor de Historia de Cine Latinoamericano y Argentino en la UBA dice: “Argentina tiene una enorme producción cinematográfica desde el comienzo pero no es una producción de ficción. Es una producción de lo que podríamos denominar vistas o noticiarios. Muy pocas han sobrevivido.”
Argentina como país tiende a poner un velo sobre el pasado y no conservar la memoria ni la historia. Manuel Antín, ex director del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y cineasta comenta: “Argentina es un país que se ataca a sí mismo permanentemente. No se tiene piedad.”
Durante la primera mitad del siglo XX, las filmaciones se conservaban en negativos de nitrato, un material que, mal conservado, se arruinaba fácilmente y era altamente inflamable. En esta época de continua producción cinematográfica, de películas como “Nobleza Gaucha” (1915) , “Muñequitas porteñas” (1931) o “Flor de Durazno” (1917), no existía una institución estatal que se encargara de cuidar los filmes y casi todo el material fílmico lo guardaban coleccionistas privados. La desidia y el mal cuidado de las latas llevó a que en 1926 un incendio consumiera gran parte de los noticiarios del productor Federico Valle. Lo que sobrevivió al fuego se vendió para fabricar peines de celuloide y las puntas de los cordones de zapatos.
La censura también se convirtió en un enemigo para el cine argentino cuando por ejemplo en 1918 el Ministerio de Asuntos Exteriores se quedó con todas las copias de “Sin Dejar Rastros”, segundo largometraje animado del mundo, del dibujante Quirino Cristiani.
Otro accidente que se llevó gran cantidad de material fílmico, fue el incendio de 1968 en Laboratorios Alex, laboratorio de revelados en donde muchos estudios guardaban sus películas.“Era un salón muy grande donde eran estanterías de ambos lados, por lo tanto, estaba lleno y era una cantidad impresionante de película. Estaba lleno de material. Me dolió profundamente lo del incendio. Poca gente sabe cuántas películas había.” recuerda Nilda Nacella, cortadora de negativos en el laboratorio.
Finalmente, en 1995 Alex terminó cerrando tras caer en quiebra y esto también generó que muchas de las películas que se guardaban entre sus paredes se perdieran. “Yo tuve una película perdida durante muchos años porque cuando cerró el Laboratorio Alex, los negativos fueron devueltos a los productores. Pusieron esa película y otras en unos contenedores, esos contenedores estaban destinados a una fábrica de peines”, comenta Manuel Antín.
Algunos de los negativos del laboratorio encontraron un nuevo hogar en el sótano de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC). Nacella comenta que hubo un problema de inundación y casi todo el material que estaba en ese depósito se perdió.
Sin embargo, a pesar de todos los accidentes, el abandono y la pérdida de los documentos fílmicos, no hubo ninguna legislación que buscara protegerlos ni que determinara la creación de una institución que lo hiciera.
“Recién en la constitución del 94 se incluyen los espacios audiovisuales como parte del patrimonio cultural, una conciencia bastante reciente”, comenta José Miguel Onaindia ex director del INCAA, entre 2000 y 2002.
En 1999, el entonces diputado y cineasta Pino Solanas presentó un proyecto de ley para la creación de una entidad encargada de preservar los filmes: la Cinemateca del Archivo de la Imagen Nacional (CINAIN). Aunque fue aprobada por el Congreso, su reglamentación llevó 10 años. Onaindia comenta: “El CINAIN tarda muchos años porque hubo una puja de intereses concretos. En primer lugar, una merma de los fondos del cine que siempre a los productores y directores les preocupa, están más preocupados por lo que van a hacer que por lo que hicieron. Y, en segundo lugar, no hubo una política clara respecto a la preservación.” Si bien CINAIN ya posee delegados organizadores, aún no tiene autoridades definitivas ni comenzó con el trabajo de preservación propiamente dicho.
Actualmente, existen varias entidades que buscan preservar el cine argentino y su rica historia. En 2016 nació el plan Recuperar, un proyecto de trabajo privado entre Laboratorios Gotika y la asociación Directores Argentinos Cinematográficos que buscaba la restauración cinematográfica y el reconocimiento de los derechos de autor. El Museo del Cine también jugó un rol importante en la recolección de un gran archivo por parte de donaciones y, hoy en día, atesora casi 100.000 latas de películas.