Ni Gustavo Cerati, ni Luis Alberto, ni Charly García. Ahora los nombres son otros: Benito, Dante, Miguel, Julián, Florián y la lista continúa. Son los “Hijos del rock” los que siguen con el legado familiar.
Cargar con la bendición -o el peso- de un Spinetta, un Gieco o un Lebón en el documento nacional de identidad puede resultar como un arma de doble filo para algunos. A pesar de las puertas que puedan llegar a abrirse, la supervivencia del músico en su ambiente depende en gran medida de su dedicación, suerte y talento.
Hoy el hermetismo de la industria está cambiando, y en esa evolución que da lugar a nuevas formaciones, algunos hijos del rock aparecen como “líderes del movimiento under”.
Año 2014, Mercado de Pulgas de la Ciudad de Buenos Aires. Un reencuentro musical que llevaba de 25 años fuera de los escenarios unía a los ex-marido y mujer y ex-dúo artístico, Juan Carlos Baglietto y Silvina Garré en una ocasión especial. Los exitosos artistas de la década de los ‘80 se juntaban para festejar el cuarto de siglo de su CD en conjunto y reversionar sus clásicos de la época. Pero ahora había un condimento especial en la fórmula: Entre la línea de músicos que los acompañaban se encontraba en la batería Julián Baglietto, hijo que Juan Carlos había tenido con otra pareja.
“[Julián] es impresionante. Además del amor que me produce, uno toca con sus hijos porque son buenos músicos. Es un placer y una emoción tremenda, darse vuelta y ahí están tus pibes, y haciéndolo absolutamente comprometidos con la música”, reflexionaba Baglietto en esa época.
Año 2017, Hipódromo de San Isidro. Julián Baglietto se pone una gorra en la cabeza, cuelga su guitarra sobre sus hombros, se acomoda el auricular In-ear y espera a que llegue el momento de su banda, “Huevo” en la edicion 2017 del Lollapalooza.
Huevo surgió en 2012 y en lo que va de su meteórica carrera a la “fama”, ya lanzaron dos discos de estudio, tocaron en el Lollapalooza, en el Cosquín Rock y están preparando un Teatro Vorterix, el 3 de junio para presentar su último lanzamiento “No Todos Eren Como Tí”.
“El nombre huevo surgió porque nos gustaba el hecho de que sea algo corto, fácil de recordar, te queda. Te remite a una imagen y es algo muy argento también, tiene que ver con la garra”, cuenta Julián. “Es nuestra oportunidad para sorprender y para generar cosas nuevas. Cada uno de nosotros tiene influencias variadas, pero a la hora de escribir nuestros temas nos unimos con el fin de dejar nuestra marca y de romper un poco los esquemas de ´la canción´”.
Y así suena Huevo, un rock despojado de etiquetas, que se le atreve al virtuosismo y a la complejidad, y que en cambios de tiempos, solos de batería y de guitarra, y melodías elípticas, va afirmando su espacio en el oído del público.
Además de Julián, guitarrista y cantante, la banda está compuesta por el baterista Tomás Sainz (una verdadera promesa del instrumento, forma parte de la banda estable de Javier Malosetti), quien es hijo de El Muerto Sainz, bajista de Baglietto padre; y el bajista Julián López Pisani, hijo del escenógrafo de los shows de Baglietto. La formación la completa el guitarra lider Sebastián Lans. Un grupo de verdaderos hijos del rock.
Pero por mucho camino que haya allanado en un principio el apellido que acompaña al líder de la banda, es el talento de todos los integrantes lo que logró llevarla a su popularidad actual. “A veces ayuda y otras, mas o menos. Trato de huirle un poco a la comparación. Quizás la gente esté esperando que haga algo parecido a lo que hizo mi viejo, pero creo que nunca podría ser igual, ni mejor, ni peor. Es mi búsqueda personal”, opina Julián de las comparaciones con su padre.
Otro caso similar de lucha contra la sombra paterna sea quizás la de Florián Fernandez Capello. Su portación de apellido es más sutil: su padre Gabriel es mejor conocido por su nombre artístico, Vicentico. Desde que son pequeños, Florián y Astor Cianciarulo, hijo del bajista de Los Fabulosos Cadillacs, Señor Flavio, acompañan a la banda de sus padres en las giras y conciertos a lo largo del país. Para la grabación de su último disco “La Salvación de Solo y Juan” y la consecuente gira, los dos jóvenes músicos se incorporaron de forma oficial a la banda: Tocan sus instrumentos en la mayoría de los temas, tanto en la versión de estudio como en las interpretaciones en vivo.
“Nosotros respiramos esto desde que nacimos. Hemos visto formaciones muy clásicas y lo tenemos muy adentro. Mi papá decía en una nota que a veces ellos no se acuerdan de un tema y nosotros empezamos a tocarlo. Y es así, porque los tenemos muy incorporados. Muchas veces yo hablaba con mi papá y decíamos que estaría buenísimo que pase esto, pero lo dejábamos ahí. Hasta que Sergio Rotman le dijo ‘che, tiene que ser Florian’, recuerda el ahora guitarrista estable de LFC.
Tanto Florián como Astor habían tenido experiencias musicales previas a su incorporación a los Cadillac: El primero consiguió cierto reconocimiento como guitarrista de Cállate Mark y el segundo es por su lado cantante y bajista de la banda Visión. Ahora como parte de la banda familiar tienen una agenda mucho más abultada, con shows por todo latinoamérica en el período de presentación del LP, por lo que sus proyectos individuales quedaron de cierta forma en un plano secundario.
“Lo que dicen todos es que aportamos sangre nueva, power, energía. Pero creo que power y energía ellos tuvieron siempre. En todo caso, refrescamos algunos aspectos. Básicamente, nosotros aportamos muchas ganas de tocar, y eso se suma a que ellos están con ganas de tocar y de compartir con nosotros, así que es eso, pero más grande”, concluye Florián.