En medio del boom de ventas de prendas de producción masiva importadas de China, los especialistas advierten por las consecuencias médicas del fast fashion.
Remeras, pantalones, vestidos, polleras, calzados y abrigos: nada queda fuera del alcance de las plataformas globales de indumentaria. Con una amplia variedad y precios accesibles, la industria del fast fashion se ha convertido en moneda corriente en el armario de los argentinos a menos de un año de su irrupción de la mano de la apertura de las importaciones. Sin embargo, especialistas en el área de salud han advertido sobre los efectos ignorados pero de creciente preocupación que se esconden detrás de este fenómeno comercial.
Tal como indica la asociación ecologista Greenpeace en su estudio “Los trapos sucios de SHEIN”, la producción masiva de estas prendas implica la utilización de sustancias químicas que, además de tener un significante impacto ambiental, conllevan un riesgo para la salud de los consumidores.
Diferentes especialistas del campo dermatológico advierten sobre las posibles consecuencias del uso de este tipo de prendas en cuya confección sobresale el uso de hidrocarburos aromáticos policíclicos y alquilfenoles, ambos presentes en plásticos y tintes de baja calidad y con posibles efectos cancerígenos. Asimismo, se detectó la presencia de ftalatos, una sustancia para ablandar materiales sintéticos utilizada en al menos un 68% de los calzados disponibles en estos sitios de venta, que es causante de alteraciones hormonales. Además, la agrupación indica que el contacto con estos reactivos en el largo plazo puede derivar en complicaciones genéticas, endocrinas y dérmicas.

¿Qué es la fast fashion y por qué se le dice así?
El término fast fashion es atribuido a la producción masiva de indumentaria cuyo fin es maximizar la circulación de artículos de bajo costo. Según la Fundación Pro Tejer, destinada al fomento del desarrollo textil argentina, esta industria supone un 67% del consumo nacional únicamente a través de medios digitales.
A inicios de mayo de este año, la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) eliminó un total de 23 imposiciones que obstaculizaban el ingreso de mercadería importada al país. A tan solo cuatro meses de su habilitación, sitios como Shein y Temu distribuyen cerca de 300.000 paquetes al mes con artículos hasta un 70% más económicos.
Mientras asociaciones y activistas de todo el mundo advierten sobre las implicancias salubres y medioambientales de estos consumos, las cifras de este negocio escalan a pasos agigantados.

Lo barato sale caro
Entre casos que despertaron preocupación se destaca el de Soraya Young, una joven británica de 15 años que compartió a través de sus redes sociales su mala experiencia después de haber utilizado una prenda de Shein. Durante un viaje a Turquía, la adolescente sufrió de una fuerte quemadura en la espalda luego de utilizar una remera que había adquirido en este portal. Inmediatamente, Young puso a sus seguidores en estado de alarma y los instó a que tomen precauciones a la hora de comprar ropa económica por Internet.
¨La prenda posiblemente haya tenido alguna sustancia química que, al entrar en contacto con el sol y los rayos ultravioletas, le produjo esa reacción. Estas reacciones en la piel se dividen en dos tiempos, una es la que aparentemente podría haber tenido esta señorita, que es la fototóxica, y otra es la fotoalérgica¨, aseguró Paula Enz, subjefa de Dermatología del Hospital Italiano, en un seminario de esta especialidad.
Su situación no fue única: cientos de usuarios de TikTok denunciaron erupciones, sarpullidos, hinchazón en la cara e incluso conjuntivitis a raíz del uso de estos artículos de baja calidad.

Los riesgos de la fast fashion
No obstante, este fenómeno no es reciente. Desde 2024, la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale busca compensar la escasa investigación científica sobre los riesgos clínicos que implica el uso cotidiano de ropa fabricada con altos niveles de químicos no regulados.
De acuerdo a su estudio “El Impacto en la Salud del Fast Fashion: Explorando los Químicos Tóxicos en Ropa y Textiles”, “las sustancias utilizadas en la producción textil, incluidos tintes azoicos, formaldehído y metales pesados, permanecen en las fibras y pueden absorberse a través de la piel. Algunos de estos compuestos han sido clasificados como carcinógenos, y la exposición crónica se asocia a cáncer de piel, vejiga y pulmón”.
“Los tests de seguridad realizados por autoridades de Corea del Sur en mayo de 2024 revelaron que productos infantiles de SHEIN contenían niveles peligrosamente altos de químicos tóxicos utilizados para ablandar plásticos, incluidos ftalatos, conocidos por causar disrupciones hormonales, enfermedades cardíacas, problemas de fertilidad e incluso cáncer. Un par de zapatos analizado contenía 428 veces el nivel permitido”, enfatiza el documento.

Más que una tendencia
Previo a la compra de la última prenda a la moda, especialistas en salud recomiendan tomar en consideración las siguientes posibles consecuencias:
- Dermatitis por el contacto con tintes y telas de baja calidad.
- Irritaciones cutáneas (como sarpullidos, erupciones y quemaduras)
- Reacciones fototóxicas o fotoalérgicas ante la exposición de las prendas a la luz solar
- Alteraciones hormonales vinculadas a químicos empleados
- Potencial riesgo cancerígeno
- Irritaciones respiratorias por la inhalación de compuestos químicos
- Sensibilización de alergias crónicas
El fast fashion ofrece precios muy accesibles y tendencias al alcance de todos, pero no se puede pasar por alto las consecuencias perjudiciales para la salud. La exposición a sustancias que son nocivas para la piel representa un gran riesgo para el bienestar, y termina convirtiendo lo barato en algo que va más allá del bolsillo. Elegir con conciencia, informarse sobre los materiales y optar por el uso de productos que sean sostenibles no solo representa responsabilidad, sino que el cuidado de la salud.