Sergio Israel nació en la ciudad de Santiago de Chile. Sin embargo, de sus 52 años, 25 los ha vivido en Argentina. A pesar de haber pertenecido a prestigiosas organizaciones de música y teatro, su profesión como músico va más allá del aspecto económico, ya que también tiene –según cuenta– un objetivo social. Todos los días se lo puede ver tocando el violín en el subte de Buenos Aires: para él, la música es una manera de aportar su talento para el crecimiento cultural de la ciudad.
–¿Cómo empezó tu historia como músico?
–Llevo más de 30 años ligado al violín. Es un instrumento que requiere mucha formación, desarrollo de técnicas. Uno va descubriendo todo un mundo alrededor de la música de concierto. Creo que todos los violinistas se enamoraron del instrumento al escucharlo.
–¿Por qué tocas en el subte?
–Hace 20 años, yo era violinista de suplencia en la orquesta filarmónica del Teatro Colón. Siempre existieron músicos tocando en el subterráneo, pero había una situación que yo desconocía: la policía era quien decidía si el músico podía tocar o no. Entonces inventaban la “contravención” de aquellos músicos que se paraban a tocar un instrumento en los pasillos. Si un músico no le pagaba una coima al policía, no podía tocar.
En la estación Ministro Carranza de la línea D había un dúo que era de saxo y guitarra. Alguna vez con mis amigos vinimos a tocar con ellos. Hasta que un día me llaman por teléfono y me avisan que la policía los había detenido. ¿Cuál había sido el problema de ellos? Que no le quisieron pagar al policía de turno. Ante esta situación me reuní con dos personas más. Armamos el trío de la sinfónica y nos instalamos a tocar nosotros. Hicimos un pequeño programa de música clásica. Como resultado de esto, Metrovías nos llama: querían armar una causa penal porque “poníamos en riesgo” a las personas por ofrecer un concierto. Después cambiaron el discurso; lo positivo es que desde ese momento establecieron una grilla cultural en el subte de Buenos Aires.
–¿Te sostienes económicamente tocando en el subterráneo?
–No, yo tengo eventos, tengo suplencias, no me dedico a dar clases porque no tengo la paciencia (se ríe). Toco en muy buenos lugares y me pagan bien.
Entre todas las líneas del subterráneo, la línea H es la que mayor nivel musical tiene, asegura Israel. Y agrega que “con la llegada de venezolanos, el nivel ha aumentado aún más”. La mayoría son músicos con formación académica, hay grandes concertistas de violín que tocan a Tchaikovsky o Mendelssohn. El violinista hace un llamado de atención sobre la falta de educación musical y comenta: “La gente es sorda y no lo sabe. Lamentablemente, la mayoría no está educada desde el punto de vista musical”.
–¿Actualmente existe algún control sobre los músicos del subte?
–Este año Metrovías está en conflicto; según ellos están arreglando la parte musical y cultural en los subterráneos de Buenos Aires. Hay una lucha de poderes internamente. Ellos tienen la información de todos los músicos, porque les dijeron a todos los músicos que les iban a dar un permiso, que solo debían enviar los datos por mail. Recabaron esa información sin salir a ver a los músicos tocando ni hacer un seguimiento: esperaron en su casilla del mail a ver cuántos músicos hay por estación y quiénes son. Sin embargo, hasta el día de hoy a ninguno le han dado permiso.
–¿Qué es lo que más disfrutás de tu trabajo?
–Yo creo que uno debe generar un bienestar en el otro. Yo no podría tocar el violín si supiera que estoy molestando a las personas. A veces me emociono al ver las reacciones: señoras que se han puesto a llorar, señores que me agradecen o chicas que me abrazan. Una de las cosas que más bienestar me produce es cuando los chiquitos se me pegan para escuchar.
–¿Cuál es tu principal desafío como músico?
–A veces me pregunto si elegí mal mi forma de vivir. El violín me ha permitido vivir en el exterior y viajar a varios países. Pero se está complicando vivir de la música. Siento que lo que hacemos nosotros no tiene un lugar.