“¿Por qué la gente aquí no habla francés?”, pregunta Mana frustrado mientras fuma y toma su café en un banquito de la plaza Congreso. Dice que el mate no le gusta, que prefiere el café y que el dulce de leche es muy dulce. Es domingo, su único día libre de la semana.
De lunes a sábado, se dedica a vender collares, anillos y anteojos de sol en el barrio de Once, “la pequeña Dakar”. A la tarde, como todos los domingos, se va a juntar con sus amigos africanos a jugar al fútbol en las canchas de la Avenida Corrientes 1930. Toda su vestimenta hace que resalte su color de piel, tan oscura como la noche. Pero es su sonrisa blanca la que más ilumina este contraste.
Hace un año y 2 meses que llego a la Argentina y vive solo en un departamento en Congreso. “Mi hermano dijo veniste aquí y tener mucho trabajo. Pero yo no tengo mucho trabajo, porque yo profesional de máquina de ropa coser, de fábrica de ropa. Yo trabajo nove año, en Europa. Mi hermano llamo, porque antes tenía, en shopping Abasto, un amigo tener fábrica de ropa. Yo trabaje, unos meses después dejar trabajo. Los sueldos muy poco, pagar 7mil peso. No, no sirve. Por que lo dolare ahora subió, aquí lo dolare 15 ahora. Alguno te vende 15, alguno te vende 16. Europa mejor, para mí”.
A partir de la década del noventa, inmigrantes procedentes de Senegal y otros países africanos, como Malí, Nigeria, Ghana, Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, Camerún y Guinea, marcaron una nueva etapa en el arribo de población proveniente de África a nuestro país. Por lo general viajan solos, sin familias, y por consejo de parientes y otros conocidos que ya están residiendo aquí. Exilian por la falta de trabajo en sus países y vienen en busca de un mejor nivel de vida.
En la Galería Asturias 845, en la calle Lavalle, al fondo a la derecha hay un local nuevo, llamado Fondo Black. Con las paredes grafitiadas de color rojo, amarrillo y verde, música reggae sonando fuerte, telas y remeras africanas colgando del techo, zapatillas importadas del mercado negro americano postradas en el mostrador, anteojos de sol Ray Ban a tan solo 50 pesos, uno puede introducirse en el mundo de David, un jamaiquino de 26 años que llego a la Argentina hace nueve meses. Un músico, un actor, un apasionado por el reggae, el rap y el dancehall.
David nació en Jamaica, dentro de una familia de seis hermanos. Sus padres, africanos, decidieron irse de Guinea para formar una familia en Kingston. “Mi historia es complicada, viste?”, explica David. A los 14 años, luego de la muerte de su padre, su madre decidió volver a Guinea. Luego de vivir seis años ahí, se volvió a Jamaica, vivió un par de años en Brasil, San Pablo, y ahora reside en el barrio de San Telmo hace casi un año.
“Mi familia son todo viajeros”, dice David entre risas. Tiene un hermano que vive en NuevaYork, que hace 15 años que no se ven pero que gracias a Facebook se mantienen en contacto (es gracias a él, que consigue mucha de la mercadería que vende en su negocio, como los borceguís marrones de Timberland que los vende a tan solo 200 pesos); un hermano que vive en Paris, que hace seis años que no se ven, pero que una vez tuvo la oportunidad de ir a visitarlo y el resto de sus hermanas junto con su madre, viven en Guinea.
Mana nació en Costa de Marfil, en una pequeña familia musulmana. A diferencia de él y de su hermano, sus padres se quedaron en Yamusukro. Con mucho dolor, me explica que su padre falleció hace dos meses. “Yo estoy acá, mi familia me llamo, dijo: tu papa murió. Muy mal. Ahora dos meses desde que mi papa murió. Tiene 52. Tiene cáncer.”
Hace cuatro años que se fue, y es hace cuatro años que le envía dinero todos los meses a su madre. Su único hermano, Abdullah, vive en Argentina y es el presidente de la asociación civil Casa de África. Orgulloso, me cuenta que su hermano habla inglés, francés, español, portugués y wólof, una lengua hablada en Senegal y Gambia. Hoy en día, Abdullah, se encuentra en Paraguay en busca de otros africanos que necesiten ayuda para establecerse.
Desde 1995, la asociación civil asiste a ciudadanos africanos y los aconseja para que ellos puedan manejarse de la mejor manera en nuestro país, ya sea por un tiempo transitorio o definitivo. Sus principales objetivos son promover el intercambio cultural entre África y Latinoamérica y difundir los valores básicos del Islam: “Paz, hermandad y convivencia”. Mana me explica que funciona como una embajada.
Argentina cuenta con cuatro representaciones diplomáticas en África subsahariana. Están ubicadas en Bairro Mculusso (Angola), Asokoro (Nigeria), Nairobi (Kenia) y Pretoria (Sudáfrica). Tres de ellas son puntos de referencia para varios países. La embajada de Nigeria, por ejemplo, está a cargo de Benín, Burkina Faso, Camerún, Costa de Marfil, Chad, Gabón, Gambia, Ghana, Guinea, Guinea-Bisáu, Guinea Ecuatorial, Liberia, Malí, Níger, República Centroafricana, República del Congo, Santo Tomé y Príncipe, Senegal, Sierra Leona y Togo.
La Fundación Comisión Católica Argentina de Migraciones, en colaboración con el A.C.N.U.R. y la C.O.N.A.R.E., brindan servicios a inmigrantes y a refugiados. Por un convenio que existe con el Laboratorio de Idiomas de la Universidad de Buenos Aires, ofrecen clases de español para el dictado de clases de los primeros 3 niveles de la lengua castellana para refugiados y solicitantes de refugio.
David vino a la Argentina con un objetivo muy claro: poder realizar todos sus proyectos que tiene en mente. Con la ayuda de su familia esparcida por el resto del mundo, pudo juntar dinero para montar este local en Microcentro. “En Diciembre, cuando junte plata, quiero empezar a grabar mi álbum y a escribir un libro sobre mi vida. Argentina es un lugar barato para realizar proyectos”.
Tanto Mana como David, tienen dos pasaportes. Mana posee un pasaporte de Costa de Marfil y un pasaporte de Francia. En la Argentina, el plazo máximo de permanencia es de noventa (90) días prorrogables, presentándose en cualquier delegación de la Dirección Nacional de Migraciones antes de que expire el plazo original. Mana me aclara que mientras uno pague con tiempo de anticipación para alargar su visa, se puede quedar todo el tiempo que quiera. David posee un pasaporte de Jamaica y un pasaporte argentino especial para extranjeros, que tiene vigencia de un 1 año. Confiesa que al llegar a Buenos Aires, consiguió que un abogado le tramite el pasaporte de un día para otro.
Al hablar de política, David confiesa que nunca votó en su vida. “Yo no soy político, yo soy músico. Pero si tuviera que elegir, Macri. A nosotros los músicos, nos gusta el cambio, la evolución, revolución. Macri es cambio. I like that shit!”. David, por otro lado, me confiesa que “Si Cristina gobierna el país más tranquilo para africano. Si Macri gobierna el país, muy complicado para africano. Si Macri está en el país, más mejor para Argentina. Macri tiene cabeza de Europa, no tener cabeza de Argentina”. Al preguntarle si quiere volver a Europa, mira como si estuviera haciendo la pregunta más estúpida de la historia y dice “olvídate”. Pero David, dice que no le gusta Europa. “A mí me gusta América”, dice David, con una sonrisa que ilumina todo el local y todo su rostro de tez negra.
En dos meses, luego de cuatro largos años viviendo en Brasil y Argentina, Mana va a regresar a su país a visitar a su mamá. De ahí tiene planeado volver a Europa, donde su primer destino será Francia. David tiene planeado quedarse dos años en Buenos Aires, hasta que realice todos sus proyectos y de ahí, a seguir viajando.
David y Mana son personas muy distintas, con pasiones y objetivos distintos. A Mana le gusta Brasil, dice que es un lugar tranquilo con linda playa pero David dice que tiene “mucho crime”. Mana confiesa que tuvo varias ocasiones en que lo trataron mal por ser africano, aquí y en Europa. Pero David, dice que nunca le paso, que depende la buena onda de uno. Pero tanto Mana como David, decidieron ser viajeros desde chicos.
Hambre de mundo, de cultura, de oportunidades, de cambio. David decidió dejar el secundario para irse de Guinea y poder volver a Jamaica y a partir de ahí, Latinoamérica se convirtió en su casa. Mana con tan solo 18 años, se fue solo a buscar una mejor vida en Paris. “La gente allá tiene 18 año quiero salir mi país, no quiero más mi país. Porque quiero saber otro país, qué onda otro país. Yo antes, te juro, tener 13 años siempre dije a mi papa: yo viaje”.
Fotos: Mercedes Gorostiaga