La historieta argentina incorpora nuevos lectores, propuestas editoriales y voces que reivindican su identidad. El éxito de obras clásicas como El Eternauta es solo una muestra de un fenómeno más amplio y profundo
El estreno de la serie de El Eternauta en Netflix, con sus más de 10 millones de visualizaciones en las primeras semanas, encendió una chispa inesperada en la industria editorial argentina y en la revalorización del comic y de la producción y venta de historietas.
Con una respuesta masiva del público, la historieta de Héctor G. Oesterheld y Francisco Solano López se convirtió en un fenómeno de ventas que superó largamente las expectativas para un rubro como el del comic.
El Eternauta disparó un fenómeno de ventas de comic
El título se agotó en librerías de las principales ciuddes del país como Mar del Plata, Rosario, Mendoza, Paraná y San Juan, además de la Ciudd de Buenos Aires. En la plataforma online Buscalibre, la historia del héroe colectivo lideró las ventas del género ciencia ficción, con más de 18.000 ejemplares comercializados entre el 12 y 14 de mayo.
Incluso, durante la edición de la Feria del Libro de Buenos Aires 2025, según datos de Grupo Planeta, se vendieron más de 1.500 ejemplares y, en comparación con el 2024, se vendió alrededor de un 25% más.
El interés renovado por la obra también generó movimientos visibles en librerías especializadas y tiendas online. Marcelo Pulido, responsable de La Fábrica de Historietas y de la distribuidora Che, señaló que “se está vendiendo todo lo que tenga que ver con El Eternauta. Incluso obras derivadas como Odio Cósmico o El Perro Llamador”.
Aunque aclara que la edición oficial de Planeta no llegó a librerías comunes, la demanda se canalizó hacia ediciones previas y materiales relacionados.
“Se acercó mucho público nuevo, incluso del barrio, y también se sumaron clientes en la tienda online”, explicó. Esta situación pone de manifiesto cómo una obra icónica puede servir de puerta de entrada para que nuevos lectores descubran un universo más amplio de la historieta argentina.

Sin embargo, el efecto “Eternauta” no es el único protagonista de esta historia. La reacción del público reabrió un viejo interrogante: ¿qué hace diferente al cómic argentino y cuáles son sus posibilidades reales de desarrollo sostenido?
¿Es difícil publicar comics?
Para Carina Altonaga, artista y guionista de títulos como Chamán y El petiso orejudo, la respuesta está en las historias mismas: “Tenemos mucha mitología, mucha historia para cada uno. Puede ser algo que pasó en el conurbano o una historia de terror. Tenemos nuestra identidad, tenemos que poder mostrar eso al mundo también”.
Diego Agrimbau, referente del medio y autor de La burbuja de Bertold o más recientemente Diagnósticos, coincidió en que la historieta nacional tiene una voz propia: “El cómic nacional cuenta historias que no se cuentan en ningún otro lado, de una forma que no se cuenta en ningún otro lado”.
Según Agrimbau, este valor no pasa necesariamente por su capacidad de ser exportado, sino por su autenticidad. “Podemos tener genios en nuestros propios términos. Fontanarrosa es el mejor ejemplo de eso”, señaló. Así, el cómic argentino se afirma como una expresión cultural con lenguaje, tono y mirada propias.
Pero el talento no alcanza si no hay condiciones para crecer. Entre los principales desafíos estructurales, Agrimbau mencionó la concentración editorial en centros urbanos como Ciudad de Buenos Aires, Rosario o Córdoba.
Dibujantes, en todo el país
“Dibujantes hay en todos lados. Vas a la Patagonia, Río Negro, Neuquén. A donde sea que vayas, hay dibujantes estupendos en todas partes; pero que siempre se encuentran con la dificultad para publicar. Podría haber editoriales online en muchos lados, pero estaría bueno que fuera más fluida la relación”, sostuvo.

La falta de federalismo se suma a otro reclamo: la necesidad de ampliar los canales de difusión. “Falta un poquito más de difusión o volver a la raíz de la historieta”, planteó Altonaga.
Por su parte, Agrimbau sugirió integrar la historieta con otros espacios culturales como festivales, eventos universitarios en UBA, FADU e instituciones privadas; e incluso la animación, la cual, según sus palabras, “pasa por un gran momento” en Argentina y “permitiría integrar otro montón de público”.
También destacó la importancia de que existan espacios de publicación periódica para sostener la relación entre autores y lectores.
“Sigo lo que hace Webcomic Mutante online que muchas veces no existe en el mercado nacional, que es la publicación periódica. Si no tenés una revista como La Fierro o lo que hace Primavera Revólver o cualquiera de las antologías periódicas, te perdés la chance que te permite otro tipo de relación con el público”, sentenció el guionista.
Kioskos y usados para comprar comics
La buena noticia es que existe un público dispuesto a descubrir y consumir historieta nacional. Silvia Peralta, del Quiosquito de Libros, lo confirma desde su experiencia en la Feria del Libro: “Llegaba gente preguntando por El Eternauta. Cuando les decíamos que no teníamos, les mostrábamos más historieta nacional y más de uno se quedaba”.

Diego Rey, de Hotel de las Ideas, coincidió: “Consultaron mucho en el stand y alguno se quedó y compró”. Asimismo, remarcó que, si bien es difícil medir el efecto concreto en las ventas, el interés es real: “El impacto es positivo y puede acercar público que estaba alejado de la historieta”.
En un contexto cultural complejo, donde muchas editoriales independientes luchan por subsistir, el caso de El Eternauta funciona como un recordatorio del potencial dormido de la historieta argentina.
No se trata solo de nostalgia por un clásico del siglo pasado, sino de una oportunidad concreta para que el cómic nacional recupere su lugar en la escena editorial y cultural.
Una oportunidad que, si es acompañada por políticas de difusión, federalismo y apoyo a nuevas voces, podría marcar el comienzo de una etapa de mayor visibilidad y vitalidad para el noveno arte argentino.