Su columna vertebral tiene una inclinación forzada que se acentúa cuando se aproxima a la mesada para escribir los cientos de números y letras blancas que se perciben en el fondo negro de la pantalla del ordenador. Sus dedos largos y ágiles pegados sobre el teclado saltan al ritmo de una coreografía mecánica. El reloj marca las 18:30h, es hora de comenzar la clase, pero los ojos aún están sumidos en una honda reflexión como si rastrearan la solución de un complejo acertijo. Debajo del escritorio, sus piernas envueltas en un jean claro se sacuden inquietas e intrigadas mientras los pies permanecen inmóviles en puntillas sobre las ruedas de la silla. Es un hombre robusto con facciones serias y contextura amplia, su pelo engomado hacia atrás y el olor a perfume le dan un aspecto antiguo que emana prolijidad y disciplina.
Se trata de Edward (31), Primer Teniente de la Fuerza Aérea Argentina y Docente de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica Argentina. Él es uno de los 30 alumnos que ingresaron al programa de Desarrollo Web Full Stack en Digital House, el primer Coding School presencial de la Argentina que abrió sus puertas el 21 de Marzo de este año.
Coding viene del inglés, codificar, pero en Argentina mutó en codear. Las líneas de código son las creadoras del mundo digital con el que nos conectamos todos los días. Están compuestas por distintos lenguajes, cada uno destinado a un propósito diferente, pero es a través de su combinación que se puede crear desde una página web hasta una aplicación para el celular, la lista de su utilidad es infinita. Además, no es necesario ser un experto en computación, todos pueden aprender a programar y aplicarlo a los distintos ámbitos de la vida cotidiana.
“A pesar de mis raíces humildes, cuando era pequeño tuve la oportunidad de que me prestaran una computadora, y desde ese momento siempre me interesó el gran mundo del Internet, pero nunca pude aprenderlo hasta ahora”, afirma Edward mientras descansa su cuerpo sobre el espaldar entramado en red de una silla ergonómica de moderno diseño. Entre sus proyectos, está el deseo de fusionar su profesión como doctor con los nuevos conocimiento técnicos que está incorporando en el curso: “Quiero materializar mis ideas, y entre las distintas opciones que tengo, aspiro a crear un programa que me lea un electrocardiograma”.
Argentina posee un déficit de programadores, según la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos, se solicitan unos 7000 profesionales para el sector de IT nacional, pero menos de la mitad logra abastecerse. Es una habilidad altamente valorada en el mundo empresarial y cuyo aprendizaje siempre se ha limitado a cursos online como Udemy, Codecademy, DevCode, KeepCoding. Digital House, Coding School, posee la novedad de ofrecer cursos intensivos presenciales en un campus diseñado y estructurado para crear una comunidad digital de profesionales digitales que posean contacto directo con empresas e inversores de distintos rubros que apuestan al desarrollo tecnológico del país.
Tras dos horas de clase, comienza el receso de 15 minutos. Edward se apura para comprar un café en la máquina situada en el espacio de co-learning del primer piso. Es un lugar que los estudiantes utilizan para compartir aprendizaje antes del horario de inicio, y en el que los profesores están disponibles desde las 10h. Goza de grandes ventanales que dan paso a la luz natural, cuadros abstractos con colores chillones, lámparas de diversas formas geométricas que cuelgan como esculturas luminosas, y simpáticos bancos de colores que dan vida al ecosistema digital. Seis alumnos se recuestan sobre una tarima de madera y comienzan a discutir sobre el lenguaje recién aprendido, otros cuatro se retiran al piso inferior para jugar al ping-pong, y el resto se dispersa por el edificio para disfrutar de un paisaje diferente a la pantalla.
“Elegí Digital House porque su propuesta me convenció desde un principio. Su dinámica educativa es totalmente novedosa, y te demuestran que cualquier persona de cualquier edad puede programar. Aparte, todas las clases vienen especialistas dispuestos a enseñar y a escuchar preguntas. Es tan práctico que se me hizo más fácil que estudiar Medicina”, explica Edward. Nacido en Misiones, se formó en la Escuela Latinoamericana de Medicina en Cuba gracias a una beca que consiguió por mérito académico. Hoy, casado y con una hija, nada lo detiene en su anhelo de ser parte de la próxima generación de coders.
A las 21h la clase se reanuda y es hora de completar el módulo práctico. Poco a poco las voces se acallan y el sonido del teclado inunda el salón. La oscuridad de la noche contrasta con la luz blanca de las computadoras que ilumina las caras corrompidas por un ceño fruncido. La concentración excesiva parece realzar la capacidad de abstraerse en un mundo colapsado por números, letras e eternas oportunidades de creación. Se acerca la hora de terminar y comienza a ejecutarse casi de manera automática una acción corporal que se repite en todos los alumnos. Un suspiro profundo, una ancha sonrisa de satisfacción, un cantó de “terminé” y un saludo de hasta mañana.
Así se aproxima una nueva era tecnológica con perfiles digitales profesionales diversos que se adaptan a las distintas industrias del país como empleados del mercado tradicional o con espíritu emprendedor. El futuro está en la capacitación de programadores que alteren el paradigma económico y creativo como acelerador del crecimiento.