A través de las redes, el movimiento global “Love is not tourism” busca visibilizar las historias de parejas binacionales no maritales que están separadas por la pandemia del coronavirus. Porque el amor es esencial, aquí cuatro testimonios.
El amor a distancia nunca fue algo fácil pero ahora, en contexto de pandemia, los viajes de reencuentro ya no son una opción y en consecuencia, muchas parejas binacionales están moviendo el mundo para volverse a encontrar.
“El amor se hace más grande y noble en la calamidad” decía el autor Gabriel García Márquez en El amor en tiempos de cólera y sólo resta con prestar atención a lo que está pasando en la actualidad, donde la calamidad se llama Covid-19 y el amor que crece es el de las parejas binacionales separadas por el cierre de las fronteras.
Agustín y Luciana: amor a 10,039 km de distancia
Una de estas parejas es la de Agustín Anania (23) y Luciana Rivero (23). Él es argentino y se recibió de economista hace sólo dos años. Ella es española y estudia Políticas y Estudios Internacionales en la ciudad de Madrid. Se conocieron en enero de 2019, en la capital del amor: París,. Ambos estaban haciendo un intercambio, tenían un grupo de amigos en común, estaban alojados en la misma residencia y el resto fue historia…
Desde que se pusieron de novios sabían que su relación sería a distancia pero esto iba a cambiar, por lo menos por un tiempo, en mayo. Luciana tenía la oportunidad de realizar un intercambio en Argentina pero, al igual que a todo el mundo, la pandemia la tomó por sorpresa. Las fronteras se cerraron, las visas de estudiantes se dejaron de expedir y las chances de vivir en Argentina pasaron a ser nulas.
La joven pareja entendió la situación pandémica mundial pero eso no los hacía extrañarse menos. De todos modos, tenían una fecha en mente que les daba esperanza: el primero de septiembre, la fecha en la que supuestamente se abrirán las fronteras.
¿Qué pasó? Terminó agosto, llegó septiembre y los gobiernos siguieron sin dar un visto bueno. “Teníamos esa fecha en la cabeza pero cuando vimos que entrabamos en agosto y que todavía parecía muy dudoso, empecé a sentir un poco la desesperación”, contó Luciana sobre la situación de incertidumbre.
Así, en vez de desmotivarse, empezó a buscar caminos para encontrarse con su pareja. “Pensé ‘tiene que haber más gente pasando por lo mismo, vamos a intentar encontrarlos y buscar una solución juntos. Así que me metí en Twitter, busqué algunas palabras claves y encontré el movimiento Love is Not Turism, a quienes justo la Comisión Europea había lanzado un mensaje de apoyo así que estaba sonando bastante en redes”, dijo.
Love is Not Turism es un movimiento mundial que se formó a partir de la pandemia y según explica Agustín: “Está plasmado en dos consignas que son muy claras: el amor no es turismo y el amor es esencial, y lo que buscamos es que el gobierno ponga como causa especial de viaje el hecho de tener una pareja, sobretodo una pareja que no tenga vínculo legal porque la realidad es que, hoy en día, hay un montón de parejas que no se manejan con vínculos legales y que igual son parejas estables”.
Pero su caso no era sólo volver a encontrarse sino que Luciana se estaba mudando para estudiar: “Mi idea era quedarme un año, entonces me siento atrapada sin salida, sin poder hacer los planes que tenía de vida”, explicó con un nudo en la garganta.
Hoy, estos dos jóvenes se ven obligados a seguir manteniendo su pareja a distancia pero la incertidumbre y la angustia son sentimientos de los que no pueden escapar. “Hablar con Agus me tranquiliza, hacemos todos los días videollamadas por Skype; la relación está bien pero uno está pensando constantemente hasta qué punto vamos a tener que seguir pasando por esto”, explicó Luciana.
Así, se encuentran esperando nuevas noticias pero mientras, siguen intentando darle más y más visibilidad al movimiento, y hacerles llegar a los gobiernos sus propuestas: “Si no llegan a abrir para todos los turistas que nos dejen al menos ingresar, de manera excepcional, a las parejas que cumplamos los requisitos que nos pongan. Estamos dispuestos a entregar pruebas de que efectivamente estamos en una relación estable y cumplir con cualquier protocolo que quieran que cumplamos: pruebas de Covid negativo, cuarentena estricta, tapabocas, declaraciones juradas, lo que sea. Vemos que es algo que sería bastante factible porque no hay tantas personas, en esta situación, que quieran ingresar a Argentina; entonces si son 100 personas, es muy fácil de controlar”, concluyó Luciana.
Camila y Logan: amor a 9,939 km de distancia
Camila Rebosolan y su novio neozelandés, Logan, son otra de las parejas que buscan respuestas bajo las consignas de Love Is Not Turism. Camila conoció a Logan en 2018 en un viaje que hizo al terminar su carrera como nutricionista, y están juntos desde ese momento. Ella empezó a hacer su vida en Nueva Zelanda, con visitas muy esporádicas a Villa Allende, su ciudad natal en Córdoba. Para estas fiestas, había regresado a Argentina pero volvió rápidamente en marzo para reencontrarse con su pareja e ir juntos a Australia para vivir allí por unos meses.
Sin embargo, llegaron y la situación se empezó a complicar. “De un día para el otro, empezaron a aparecer un montón de casos y la gente se empezó a volver loca, ibas al supermercado y no había nada”, explicó la cordobesa. Por esta razón, empezaron a buscar la manera de volver a Nueva Zelanda para no quedar varados, sin trabajo, en Australia.
“El 19 de marzo nos empiezan a llegar llamadas y mensajes de toda la familia de Logan porque la primera ministra había anunciado que las fronteras iban a cerrar esa misma noche; con sólo seis horas de anticipación decían que solo iban a poder entrar ciudadanos y residentes, y ahí nos caímos de cara”, contó.
Empezaron a averiguar qué opciones les quedaban: llamaron a migraciones, visitaron el consulado e incluso fueron al aeropuerto para hablar con las aerolíneas pero había tanta incertidumbre que nadie podía darles las respuestas que necesitaban. Cambiaron el pasaje a la fecha más cercana y pusieron su fe en que dejarían a Camila entrar a Nueva Zelanda sin ser residente, pero siendo pareja estable de uno. “Yo estaba muy confiada en que no íbamos a tener problemas y eso fue lo que más me dolió”, contó Camila ya angustiada.
“Una vez en el aeropuerto, fuimos directo a Air New Zeland y nos dijeron que si no era residente o ciudadano no podía viajar a lo que yo respondí explicándoles que nosotros estamos juntos hace dos años y que teníamos un montón de pruebas pero insistieron: ‘o sos ciudadano o residente o no lo sos’, y yo ahí me largue a llorar, mar de lágrimas”, explicó la cordobesa y terminó de contar este episodio con una escena casi de película: “Decidimos en ese momento, ahí en ese aeropuerto, que lo mejor sería que cada uno fuera a su país a esperar que esto se solucione un poco”.
Ahora, cada uno se encuentra en su país y están contenidos por sus familias pero cuentan los días para volver a encontrarse. “Hay días y días, hay momentos que me dan ganas de llorar y me da ‘cosa’ porque tampoco quiero que mi familia piense que odio estar acá”, dijo.
“Los dos nos lo tomamos como es: una pandemia mundial. Obviamente queremos encontrarle un punto final y estar reunidos de nuevo pero si no le encontrás el lado positivo te volvés loco y la mente te juega en contra en un montón de cosas”, explicó Camila.
“A las 6 de la mañana en Nueva Zelanda, cuando él se levanta para ir a trabajar, hacemos videollamada. Acá son las tres de la tarde porque nos pasa esto, tenemos 16 horas de diferencia. Una locura porque es difícil encontrar los momentos en los que los dos estemos despiertos”, comentó Camila y añadió emocionada: “Eso me sirvió un montón: nuestra comunicación. Creo que este tiempo que estuvimos distanciados nos ayudó a valorar al otro, extrañar y esperar para el reencuentro, nos ha fortalecido como parejas y creo que eso está bueno, si le tengo que encontrar el lado positivo”.
Ksenniia y Franco: amor a 16,819 km de distancia
El problema no sólo lo tienen aquellas parejas sin vínculos legales sino que para las parejas casadas, donde el cierre de fronteras también es una dificultad. Kseniia Mavlitutova tiene 26 años, es rusa y vive con su esposo Franco, de 33 años, en La Plata. Se conocieron en enero de 2019 en Uruguay y para diciembre ya estaban casados; su amor era tan grande y sus historias tan diferentes que un matrimonio les resultó la respuesta obvia para formalizar su situación.
Desde ese momento se instalaron juntos pero, al comenzar el año, Kseniia tenía que regresar a Rusia para renovar su pasaporte y validar su diploma de pediatra para poder ejercer la profesión cuando regrese a Buenos Aires. “En abril creíamos que volvería pero empezó la pandemia, las fronteras de todos los países del mundo cerraron y desde ahí, no tengo posibilidad de volver porque no tengo documentos de residente, no tuve tiempo de hacer esos documentos porque necesitaba volver a Rusia pero estamos casados por el derecho de Argentina, estamos casados en el registro civil de Buenos Aires y no entiendo porque este documento no importa y no puedo entrar al país, es difícil de entender”, explicó.
Desde entonces, la pareja llama casi todos los días al Ministerio del Interior, al consulado de Argentina en Rusia e incluso le han escrito cartas a sus presidentes; están desesperados y lo único que quieren es reencontrarse.
“El 25 de junio fue su cumpleaños y yo no podía estar con él porque la vida es así”, explicó Ksenniia y añadió: “Hace tres semanas, el consulado argentino de Rusia me llamó y me dijeron que había una posibilidad para entrar pero primero tenía que hacer una visa de reunión de familia; esta visa es muy cara, cuesta mil dólares y eso es solo para entrar al país, no me asegura nada porque no es residencia y no sólo hay que hacer la visa sino que también debo hacer, por ejemplo, la apostilla y su traducción”.
La situación se complica aún más para ellos, ya que Franco está enfermo y solo en La Plata. Desde que inició el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio en el país, salió solo tres veces de su casa para ir a la farmacia y así, Ksenniia explica otro punto importante del movimiento: la salud mental y psicológica tambien es salud y mantener a parejas separadas puede afectar su bienestar.
“Nuestra situación es muy complicada, nuestros padres están muy preocupados y yo estoy muy preocupada por mi marido”, comentó y agrego angustiada: “Por esta situación él está deprimido, tiene estrés y me parece que esta situación no es buena para toda nuestra familia y no es buena para la salud”.
Pero Ksennia, a miles de kilómetros de distancia, mantiene la esperanza y dice: “El amor es una fuerza que podría hacer muchísimas cosas, espero que todo mejore, esta situación cambie y que Argentina abra un poco las fronteras. No por turismo, entiendo que ahora el turismo es un poco difícil y peligroso pero no somos turistas: somos familiares, somos parejas y queremos estar juntos con nuestros amores”.
Micaela y Jake: amor a 0 km de distancia
No todo son malas noticias. Hay algunas parejas que, en este contexto, encontraron la manera de reencontrarse y formalizar su amor para que las obligaciones legales no se interpongan en sus caminos. Este es el caso de Micaela Varsky y Jake Damelio, que luego de cuatro años de relación a distancia eligieron este año rarísimo para casarse.
Se conocieron en 2016 en un centro de ski de Utah, Estados Unidos. Micaela trabajaba como instructora y Jake en los medios de elevación. Un día les asignaron trabajar juntos y fue en ese momento cuando se enamoraron. Lamentablemente, ella a los pocos meses tuvo que volver a Buenos Aires para seguir estudiando y mantuvieron su relación de la misma manera que muchas parejas se ven obligadas a mantenerla hoy. “Recurrimos mucho a Facetime, veíamos películas juntos, compartimos cenas a través de la pantalla del celular de la computadora, tratábamos de generar planes juntos”, explicó Micaela.
Su plan era casarse hace ya un tiempo, los documentos eran un tema complicado pero con la llegada de la pandemia se dieron cuenta que era necesario terminar de formalizar todo para que las fronteras no sean un impedimento en su relación.
“El año pasado me vine a vivir a Estados Unidos con una visa de turista con el fin de poder casarme y acceder a la Green Card pero me informaron que no era la mejor forma de hacerlo”, comentó Micaela con Jake a su lado, festejando su luna de miel en Vermont. “Por esta razón, aplicamos una visa de fiancée, me tuve que ir de Estados Unidos pero en enero de 2020, nos la aprobaron. Yo estaba por viajar en marzo y lamentablemente llegó la pandemia, que nos golpeó muy fuerte, canceló todos los planes y tuvimos que volver a adaptarnos a la relación a distancia por 6 meses”, amplió.
Por suerte, con los papeles y los trámites hechos antes de la pandemia, todo se resolvió hace un mes: “Llegué a Estados Unidos para sorprenderlo a Jake en agosto y hace dos semanas, nos casamos y ahora estoy aplicando para la Green Card”.
De todas formas, la situación actual para parejas binacionales sigue siendo de un gran incertidumbre. Hay pocos países que permiten este tipop de reuniones y Argentina no está en la lista.
Love Is Not Turism sigue avanzando con su iniciativa por redes pero por ahora, tuvieron poca respuesta de autoridades gubernamentales y sin este apoyo, el avance de la causa se hace muy lento.
¡Ayudá firmando la petición!