Hace seis años Sofía Piqué y Josefina Goñi fundaron Deslizate, un emprendimiento social que se centra en el skate porque “tiene un espíritu muy comunitario, de superación, que te caés y te volvés a levantar y que está bueno que los chicos aprendan”, explica una de las creadoras.
En un contexto en el que crece el desempleo, la pobreza e indigencia en Argentina, Piqué cuenta que eligieron a jóvenes para el proyecto porque en los barrios de vulnerabilidad social hay mucha oferta para niños y gente adulta, y vieron que faltaban más ofertas para los jóvenes.
“Hay muchas ONG que trabajan con jóvenes. Nuestro diferencial quizás es que damos herramientas para que los chicos se proyecten, enseñamos oficios de arte, para que sepan que pueden ser fabricantes de skates, muralistas y que hay más posibilidades de las que generalmente dicen que hay”, agrega la emprendedora.
Dentro de la empresa Divago, uno de los emprendimientos es Deslizate, en el cual los chicos aprenden desde el inicio a construir un skate y después se lo quedan. El primer taller fue en la Villa 1-11-14 del Bajo Flores, para treinta chicos entre 13 a 18 años.
El Informe de Personas en situaciones de vulnerabilidad del Observatorio de la Deuda Social de la UCA desarrolla la problemática de jóvenes pobres residentes en barrios vulnerables. Según el documento, se trata de “jóvenes que poseen bajo nivel educativo (…) y no sólo son vulnerables por su situación económica, sino también porque los procesos de exclusión socio-económica se profundizan durante la adolescencia y la juventud.”
La condición de pobreza aumenta la vulnerabilidad laboral de personas entre 16 y 25 años: el subempleo y la desocupación afectan al 57% de los jóvenes pobres, informó el Observatorio de la UCA.
A diferencia de los que viven en barrios con nivel socioeconómico medio alto, donde más del 40% accede a un empleo pleno, los jóvenes que residen en barrios de nivel socioeconómico bajo desciende a menos de la mitad (20%), mientras que los que habitan los espacios urbanos más desfavorecidos (villas o asentamientos) tienen tres veces menos de posibilidades de acceder a empleo pleno que los mejor posicionados.
“Es frecuente que los menores hagan changas, que quieran hacer su propio dinero para vivir o salir, porque en la casa no hay plata para esas cosas. Entonces se la rebuscan. Hay talleres y están los CFP (Centros de Formación Profesional), pero son para mayores, porque los menores deberían estar ocupados terminando el secundario”, comenta Agustín López Solari, actual diácono en la Villa 31. Colabora en hogares para los que luchan contra las drogas, para las madres en situación de vulnerabilidad, y sobre todo para las embarazadas y quienes sufren violencia de género.
En los talleres de Deslizate, asisten mayor cantidad de varones por lo general, por más que las impulsoras del proyecto intentan que sea más igualitario, y de hecho todas las profesoras son mujeres. En las clases suele haber un 70% de varones y un 30% de mujeres. “Tiene que ver con la edad, ya que muchas chicas adolescentes son madres o tienen que trabajar o cuidar a alguien de la familia”, explica la fundadora del proyecto.
En este punto coincide López Solari, quien explicó que es común que las chicas jóvenes tengan que quedarse a cuidar a su hermano, sobrino o un familiar. “No pueden ir a un encuentro porque ayudan en casa, desde cuidar a los hermanos, o hasta hacer la loza, ya que ayudan a construir desde los 14 años”, agrega.
A pesar de vivir en condiciones de desventaja y vulnerabilidad, después de asistir al taller, unos chicos que acostumbraban a andar en skate empezaron un emprendimiento de armado de lijas para patinetas. Otros siguieron la carpintería o el diseño. Y también algunos hicieron canales de Youtube para difundir todo lo que es el mundo del skate.
Así como les pasó a esos chicos, el taller puede ser para muchos otros, como define Sofía Piqué, “una excusa para aprender un oficio y que se proyecten haciendo cosas distintas”.