Con fiesta, rock y música popular, pero también con rap, trap y pop indie se fue el evento musical argentino probablemente más esperado luego de dos años de una pausa obligatoria por la pandemia del coronavirus.
Después de dos años y un 2021 virtual, el festival que reúne a más de 150 artistas en la provincia de Córdoba volvió a la ceremonia presencial los pasados 12 y 13 de febrero. El Cosquín Rock 2022 hizo vibrar a más de 85 mil personas que se reencontraron con la música en vivo en las sierras del Aeroclub de Santa María de Punilla.
Entre jóvenes bañados en glitter, aritos y tatuajes, vasos a 300 pesos refilleables con cerveza y con fernet, fans sin una única bandera y banderas agitadas con euforia de recital en recital, cantos a puro pulmón con sonrisas llenas de lágrimas y pogos, muchos pogos, la 22 edición del Cosquín Rock se abrió para recibir a un público de distintas edades y gustos con una misión en común: disfrutar.
“Vengo al rock desde que tengo siete. Es “EL” evento del pueblo. Cuando el año pasado se canceló, en Cosquín se vivió algo parecido a una tragedia. Fue como si de la nada decidieran cancelar Navidad”, contó Matías Bertrand, residente del pueblo ubicado en las sierras cordobesas, a 55 kilómetros de la capital.
Bertrand nació en 2001 en el medio de una crisis nacional, el Cosquín Rock aparece como una suerte de fiesta de más de 48 horas en el que, aunque sea por un rato, no importa que los problemas no tengan solución. Hasta el día de hoy es, sin duda, uno de los festivales más importantes de Argentina, además de ser la gran cita anual para el rock local.
El evento cubre toda la escena nacional, reuniendo a los nombres ya consagrados, pero también a los emergentes que poco a poco van adquiriendo su derecho de piso. Así, se mantiene intacta la esencia y personalidad cuidando la reputación frente a aquellos fanáticos seriales de la vieja escuela del rock nacional, mientras que, en paralelo y lejos de quedarse varado en una época, conquista nuevos públicos, incorporando en sus escenarios las propuestas del momento. Lo que está claro es que el Cosquín Rock es un termómetro de la escena musical argentina.
“Desde que tengo oído musical me encantan bandas como Guasones y La Vela Puerca, pero hoy lo que más bailo es Bándalos Chinos”, confesó Rita Zlotnik, una porteña de veinte años que parece tener muy en claro lo que quiere en términos melómanos. Y agregó: “Tenerlas a todas estas bandas en un mismo predio es un sueño”.
Y como Rita piensan varios. Porque el reino de la composición argentina ya no le pertenece a los rockeros de los 80, pero la corona tampoco es exclusiva para los indies, traperos o reggaetoneros del momento. Sucede que hoy estamos en un periodo de transición en el que los subgéneros afloran y la innovación y colaboraciones entre artistas son constantes y llegan a puertos por años inconcebibles. Y así nacen cosas como la colaboración entre Julieta Venegas y Bad Bunny en LOSIENTO BB, o la de Wos con Ciro y los Persas en Pistolas.
“¿Qué pasa loco? ¿Están para una más o qué?”, gritó Wos desde el escenario Norte justo antes de casi cerrar su show con Púrpura. El público estaba absolutamente desenfrenado y todos empezaron a gritar “Wosito” de una manera paradójicamente tierna. Lo cierto es que el rapero de 23 años es muy querible. Tiene ese componente “sacado” pero con los pies en la tierra -menos cuando salta-, lleva un equilibrio perfecto entre lo hardcore y lo softcore y logra rescatar ese nosequé últimamente extraviado del rock nacional. Según algunos de sus colegas es la nueva cara del rock n roll.
En el otro polo del predio, el Escenario Sur alardeaba mostrando artistas con trayectoria como Turf, Julieta Venegas y El Kuelgue, pero también a personajes emergentes, que definitivamente pisan fuerte, como Zoe Gotusso y Trueno. La performance de este último fue, según muchos, el momento cúlmine de la primera jornada, y contó con las visitas sorpresa de su novia Nicki Nicole en Mamichula, de Wos en Sangría y de Tiago PZK en Salimo de Noche.
“Trueno es el momento, sin dudas”, explicó Lucas Barros, un rosarino de 25 años que se animó a vivir su primer Cosquín porque “la vida es demasiado corta para seguir postergando experiencias”.
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La segunda jornada emanó un aire de mayor tranquilidad. Algo parecido a cuando ya pasó una semana desde que te instalaste en un lugar de vacaciones y entendés cómo funciona todo, o a cuando tenés algo importante que decir y ya vomitaste la primera frase. Airbag, La Vela Puerca, Fito Páez, Divididos, Las Pelotas, Miranda!, Dillom, La Mona Jiménez, María Becerra y Bándalos Chinos fueron algunos de los responsables de encender las sierras con el poder de la música.
“Esto es para todos los que vuelven a salir después de todo lo que pasó”, exclamó apasionadamente Patricio Sardelli, el cantante de Airbag, justo antes de arrancar a interpretar una versión rocknrollera del himno nacional que hizo que a todos se les pusieran los pelos de punta.
Hubo una atmosfera general de conmoción y emoción, algo parecido a lo que pasa después de una guerra. Se percibe un deseo colectivo de revivir y reconectar con todas esas cosas lindas que tan a menudo se nos pasan de largo. La Vela Puerca lo describe bien con la lírica de Atala:
“Y fui tomándome los días con ternura
Poquito a poco, desahogándome hasta aquí
Imaginándome la vida sin premura
Y también quizás mañana no existir”.
Para unos cuantos, el Cosquín Rock fue el último encuentro masivo prepandemia, y volver “aunque sea de a poquito” a la normalidad con el mismo evento de por medio le agrega una fuerte carga emotiva a toda la cuestión. El miedo al contagio ya no es protagónico y, salvando la instancia del ingreso al festival, fueron pocos los que usaron barbijo dentro del predio. Según un informe conducido por Lucas Miani y curado por Rodrigo Rojas, el 25% de los presentes tomó recaudos especiales para cuidar su salud.
“No hay que dar nada por sentado. Eso lo aprendí en la nueva normalidad. Estuvimos todo este tiempo con la incógnita de si podía haber o no festival. Las cosas están muy frágiles y cambiantes. Lo imprevisible siempre está presente y hay que prever alternativas frente a algunas posibilidades…estar conscientes de que vamos a ser elementos y factores de control para que la gente que acceda a un evento tenga la posibilidad de salir ilesa de un contagio”, reflexionaba José Palazzo, uno de los productores musicales y empresarios detrás de la organización del festival cordobés, unos días antes de que se concretara el gran retorno del festival serrano.
Fueron los Bándalos Chinos, representantes del género indie pop, los que estuvieron a cargo de poner el punto final a la edición 2022 del Cosquín Rock. La edición que marcó el reanude del ciclo para el festival, pero también el reanude a la vida festiva, funcionando al mismo tiempo como una bienvenida a nuestra nueva normalidad, después de dos años marcados por las limitaciones del encierro, la enfermedad y la incertidumbre. Una nueva normalidad un poco distinta a la que estábamos acostumbrados.
“Cosquín es un pueblo que se prepara durante todo un año emocional y físicamente, a nivel individual y colectivo, para un evento que empieza y termina enseguida. Durante dos días consecutivos miles de personas habitan un espacio que estalla con todo tipo de energías, para luego sumirse en un silencio que parece nunca terminar”, reflexionó en voz alta Malena, fanática por excelencia de “todo aquello que sea rock”, con un tono ambiguo y nostálgico. Ya pasaron dos semanas desde que sucedió el evento, para muchos, más esperado del año. Nuevamente y otra vez más llegó a su fin el Cosquín Rock.