Alrededor de 10 mil argentinos están varados en distintas ciudades del mundo, según datos de la Cancillería argentina. Pero un número no refleja la realidad. Detrás de esa cifra, formularios y listas de repatriación están las historias de las personas que viajaron para pasar un tiempo de vacaciones, visitar a un familiar, trabajar o simplemente conocer otros lugares. Lejos de un viaje soñado, hoy viven en cuarentena, duermen en casas ajenas, se turnan para salir a comprar comida, se consuelan los unos a los otros y se esfuerzan por sentirse cerca de su país, cuando aún no pueden volver por más que lo deseen.
El 19 de marzo el presidente Alberto Fernández anunció en conferencia de prensa que comenzaba a regir el “aislamiento social, preventivo y obligatorio’’. Las fronteras siguieron cerradas, pero los vuelos de Aerolíneas Argentinas seguían trayendo a los argentinos varados en el exterior. Sin embargo, la situación que se vivió en cada aeropuerto alrededor del mundo no coincidió en todos los casos con lo que establecían las medidas del Gobierno nacional.
España. Wendoly Peña Laurencio, 22 años
Desde la casa de su amiga en España, Wendoly pasa los días entre apuntes de la facultad, juegos de mesa y películas que mira junto a su hermana. No salen de allí ya que en el país europeo rige un riguroso control y sólo una persona por hogar puede salir para hacer las compras semanales.
Europa tardó en reaccionar ante el virus y fue por eso que a pesar de la situación, Wendoly y su familia creyeron estar ‘’exagerando’’ al analizar la posibilidad de regresar antes de lo previsto. Tras recorrer Italia y decidir continuar con su viaje, fueron a España, último destino en el que estarían todos juntos antes de que sus padres regresaran. Pasaron unos días en Madrid y la familia se separó. Cuando las hermanas Laurencio llegaron a Barcelona, el panorama era completamente distinto. “Los supermercados ya estaban desabastecidos, la gente estaba desesperada y ya se hablaba de estado de emergencia. Decidimos no viajar y quedarnos acá“, recuerda.
A Wendoly le tiemblan las manos y decide dejar de escribir. “Es intenso, te llamo porque ya me tiemblan las manos. Nosotras teníamos escala en Lima y la aerolínea nos quería convencer de cambiar el vuelo por nuestra voluntad y no por la pandemia. Decidimos no ir a Madrid para viajar y faltando cuatro horas para que salga el avión nos mandaron un mail avisando que lo cancelaban’’.
La comunicación con Cancillería no fue fructífera: tanto Perú como Argentina las pusieron en una lista de espera hasta que se programen nuevos vuelos. ‘”El vuelo humanitario no es gratuito, nos hacían pagar 400 euros a cada una para subirnos al avión. Nuestra idea es esperar a que abran las fronteras de vuelta y poder usar el vuelo que quedó cancelado, el plan es esperar pero se nos vence la visa y no sabemos qué va a pasar’’, asegura del otro lado del teléfono.
España. Sofía Fernández Cosentino, 26 años y Nélida Rodríguez, 80 años
Sofía es médica y junto a su abuela emprendieron un viaje para visitar a Ramona, hermana de Nélida. El plan era viajar a Portugal y luego visitar algunas ciudades italianas aprovechando su arribo a Europa. Pero la pandemia avanzó y hoy desde un departamento en Madrid, Sofía cuida de su abuela y esperan pacientes la llegada de alguna noticia que pueda devolverlas a Tucumán.
Cuando volvieron de Portugal, ya había casos positivos y muertes en España, por lo que decidieron regresar a Madrid. “Cuando vimos que se multiplicaban los casos, cambiamos nuestro pasaje del 31 de marzo al 18’’, asegura. Sin embargo, Aerolíneas Argentinas había cancelado vuelos y desde los distintos consulados comenzaron a hacer un registro de la cantidad de argentinos en los determinados países.
“Nos hicieron llenar un formulario y nos informaron que nos iban a programar en un vuelo humanitario del 23 de marzo. Mi abuela tiene 80 años, movilidad reducida, es diabética y tiene problemas cardíacos así que yo me quería asegurar de que teníamos lugar en ese avión. Cuando llegamos a Madrid para viajar, nos dijeron que el vuelo estaba completo’’, recuerda.
Encerradas en el departamento, Sofía sale a hacer las compras y desinfecta meticulosamente producto por producto, se mantiene en contacto con sus familiares y amigos y hace que su abuela hable con los que están en Argentina. “Cuando hay un poquito de sol nos sentamos en el balcón a tomar algo de vitamina D’’, bromea. ‘’Hago que mi abuela se mueva un poco dentro del departamento mientras yo estudio sobre esta patología, porque cuando vuelva quiero seguir trabajando’’.
Hace poco, el consulado les informó que están en la lista de prioridad para subir a un vuelo con destino a Buenos Aires. Sofía y su abuela pasan los días a la espera de que llegue el día en el que puedan estar sentadas en un asiento de avión que las regrese a Argentina.
México. Daiana Fosco y Nuria Martín, 22 años
Daiana y Nuria son dos amigas de 22 años que desde hacia medio año pagaron y planearon un viaje a Cancún para pasar unos días de vacaciones. El virus parecía afectar a todo el mundo excepto a México y las declaraciones del presidente Andrés López Obrador buscaban calmar a turistas y ciudadanos que debieron tomar recaudos por sí mismos. Mientras que allá la vida seguía como si nada pasara, en Argentina se ordenaba el cierre de fronteras y, por ende, todo vuelo proveniente del exterior era cancelado, como el de Daiana y Nuria.
Ante la desesperación de no poder volver, la negativa de la aerolínea y una embajada que las mandó “a pedirle ayuda a sus familias’’, según contaron, las dos amigas se anotaron en una lista de espera con la esperanza de subir a algún vuelo de repatriación que las devuelva a sus hogares.
La preocupación se apodera de Daiana y la voz se le quiebra cuando relata su experiencia. “Alquilamos un departamento para esperar a que Aerolíneas mande un vuelo, tenemos una caja de ahorro donde nuestras familias nos está transfiriendo plata, están haciendo un gran esfuerzo en juntarla. Sin esa cuenta no teníamos ni para comer ni para dormir”, cuenta casi entre lágrimas. Después de varias dificultades por conseguir hospedaje, pasan sus días encerradas a la espera de un vuelo previsto para el 2 de mayo, para que las traiga de regreso.
Canadá. Estefanía Montecchio, 32 años
Estefanía es becaria de UCA-CONICET y viajó a Canadá junto a su novio para participar de un congreso y disfrutar unos días de vacaciones ante el esfuerzo que les implicó realizar ese viaje. Ante el avance de la pandemia, los países y las aerolíneas tomaron diferentes medidas, pero ellos nunca recibieron información de que sus vuelos estaban cancelados. Canadá no declaró una cuarentena obligatoria, pero de a poco los locales fueron cerrando por iniciativa propia.
A Estefanía se la escucha preocupada, las noticias que recibe, lejos de dar una solución, confirman lo alejada que está de poder regresar pronto a su casa. Al contactarse con Cancillería, le informaron de un vuelo que salía desde Brasil y otro que salía desde Panamá con destino a la Argentina. “Nos dijeron que vuelos de repatriación no llegaban a esta zona porque no éramos tantos los varados. En principio seríamos como 150 así que no sé cuántos necesitan y que estaban tratando de buscar soluciones’’, explica.
Tanto ella como su novio enviaron varios mails y mensajes vía WhatsApp con los números habilitados pero no obtuvieron novedades. Y recuerda: “Parecía una tomada de pelo que nos tiraran el vuelo de Panamá como una posibilidad, no hay forma de llegar de acá a Panamá’’.
Sin vuelos de repatriación, sin poder comprar un vuelo y sin un lugar fijo donde quedarse, apelaron a la solidaridad de los ciudadanos canadienses y arreglárselas para poder sobrevivir día a día. “Cuando nos enteramos de todo extendimos la estadía en el hotel por dos noches más, después nos hospedamos en el living de un chico argentino, ahora estamos durmiendo en un cuarto de una chica que nos cobra $1200 por noche y en los próximos días nos estamos yendo a lo de otra chica’’, cuenta.
Air Canada suspendió todos los vuelos a Sudamérica hasta junio. Si bien su plan no es quedarse, compraron una computadora para poder trabajar desde allá y no perder sus fuentes de ingresos. Hace unos días su suerte pareció cambiar: el consulado argentino fue informado de un avión que el gobierno canadiense mandaría a la Argentina para repatriar a sus varados. La intención del cónsul fue que ese vuelo devuelva a quienes estén en la misma situación que Estefanía. Sin embargo, el avión llegó vacío al país, el Ministerio de Salud no aprobó la llegada de argentinos y hoy continúan en Canadá a la espera de alguna información que les sirva para poder regresar.
Ecuador. Héctor Bandaborja, 51 años
Héctor Bandaborja es oriundo de Ecuador pero reside en Argentina hace 31 años. Decidió viajar a su país natal para visitar a su madre quien no se encuentra bien de salud, y debido a la progresión de la pandemia, el cierre de fronteras y el aumento de contagiados tanto en Ecuador como en Argentina, no pudo volver a su casa.
En un primer intento, se comunicó con LATAM pero la respuesta no fue la esperada. ‘’Ellos no pueden hacer nada sin la aprobación de los gobiernos. Llené una solicitud y en esa misma noche me contestaron que tomaban en cuenta mi situación pero no podían hacer nada.
La opción natural de Héctor fue consultar también con Aerolíneas Argentinas para ver si existía una manera de volver comprando un pasaje. “Aerolíneas solo respondía por sus clientes así que tampoco hubo opción de pasaje o tener la chance de volver a Buenos Aires’’, cuenta.
La imposibilidad de volver y las trabas de los distintos organismos lo llevaron a regresar a la casa de su madre y aguardar a alguna novedad. Con la tranquilidad que caracteriza su voz, y pese a la situación en la que se encuentra, Héctor destaca la atención que LATAM le dio ante sus dudas e insiste que aunque no tiene problemas económicos ni de hospedaje le urge volver al país.
El sistema de salud de Ecuador ha colapsado, sus hospitales no dan abasto y la gente entierra a sus muertos en ataúdes de cartón. La situación se complica cada día más y Héctor necesita volver a la Argentina. Su esposa y sus tres hijos lo esperan en Buenos Aires al igual que sus pacientes a los que atiende todos los días por teléfono o videollamada.
Costa Rica. Martina González, 22 años
Martina González viajó junto a su papá y su hermano a Costa Rica a pasar unos días de vacaciones. Su mamá, por trabajo, tuvo que quedarse en Argentina. El cierre de fronteras de la Argentina los dejó sin posibilidades de regresar y tras varios intentos y sin poder lograr nada efectivo, Martina armó una planilla con todos los varados en el país centroamericano. La comunidad que formaron fue recopilando los datos de todos los que estaban en la misma situación y organizándose para conseguir hospedaje, alimento y medicamentos. “Pudimos localizar a todos y gracias a la buena voluntad de los costarricenses pudimos ubicarnos en hosteles, posadas y casas de ellos bien baratas. Los únicos varados acá somos nosotros, los turistas de los demás países ya se fueron’’, relata.
Martina agradece cada vez que puede a los costarricenses. Según cuenta, ellos le permitieron salir de la situación en la que se encontraban. Y agrega: “Hay gente que se encuentra muy complicada en términos económicos y al no recibir ninguna respuesta de la embajada, la ayuda de la gente de acá fue muy importante”.
Su papá Guillermo, su hermano Juan Ignacio, ella y otros 15 argentinos están ahora alojados en un hostel en la capital costarricense, en San José. Sus días los pasan haciendo ejercicio, jugando a las cartas y hablando entre ellos. “Tratamos de escaparle a la incertidumbre y a la ansiedad de estar acá extrañando a nuestras familias”, asegura.
“Acá pensamos en el día a día, cuando veamos una oportunidad vamos a tratar de volver. El dinero se acaba, somos muchos y al no tener respuestas tenemos para aguantar pero no tanto. Mi mamá está sola y tenemos que volver para ayudarla, mi hermano tiene una patología psiquiátrica y necesita medicación que acá es muy difícil conseguirla’’, asegura.
Nerviosa y preocupada, tanto Martina como su familia y los otros 300 varados en Costa Rica ansían volver a sus casas. Sin embargo, la suerte cambió para algunos de ellos: LATAM anunció la salida de un vuelo comercial y Martina junto a otros 100 argentinos lograron arribar al país. Ahora serán alojados en un hotel hasta que pasen los días de cuarentena establecidos para luego poder reencontrarse con sus familias.
República Dominicana. Cristina y Agustín Lebednikas, 57 y 20 años
Cristina viajó junto a Agustín, su marido y su hijo a República Dominicana para pasar un grato momento de vacaciones en familia. Conforme la situación se fue agravando, los ciudadanos y centros turísticos decidieron tomar por iniciativa propia mayores medidas de higiene, distancia social y controles sanitarios. “Cuando empezamos a ver lo que pasaba en otros países vimos el estado de nuestros vuelos y estaban cancelados, vimos noticias de cierre de aeropuertos y nos dimos cuenta que volver iba a estar complicado”, recuerda.
El hotel que los hospedaba cerró y repartieron a los huéspedes en los lugares que quedaron disponibles para recibir a los varados. “Estamos hospedados en el único hotel que está abierto, obviamente con las actividades limitadas”, cuenta.
La incertidumbre se apodera de su voz al momento de contar cuáles son sus pasos a seguir: “Tenemos que pensar que corremos el riesgo de infectarnos. La decisión no está tomada, somos conscientes de la situación de las demás personas y el tema económico. Al extenderse la estadía la incertidumbre de si el hotel permanece abierto o no hace que otras personas busquen alojamiento afuera y eso es un riesgo porque entrás en contacto con otras personas”.
La familia entera trata de mantener una rutina para poder pasar los días. “Caminamos, nadamos, jugamos a alguna cosa o a otra, vemos con qué entretenernos. Si bien las cosas están sin funcionar tratamos de mantener la rutina del día, hablamos con otras familias”, enumera. Pasados unos minutos, Cristina quiso hacer una aclaración respecto a los argentinos varados: “Acá tenemos turistas de otros países que les han enviado dinero desde su Gobierno, a los argentinos lo hacen según su situación pero no nos enviaron ninguna respuesta, no nos preguntaron si necesitamos algún medicamento. Estoy con mucho dolor, estos días me di cuenta lo que es ser argentino estando afuera’’.
Los días pasan y Cristina aún sigue sin encontrar una solución. El intento por conseguir un vuelo a través de Aerolíneas Argentinas no fue más que un trámite engorroso donde no pudo sacar pasajes para toda su familia. Tras varios intentos, con ayuda y una compra hecha ”en tandas”, logró conseguir una posible fecha de regreso que, aparentemente, será en mayo.
Al día de hoy y con los programas de repatriación finalizados, son más de 200 mil los argentinos que lograron regresar al país en medio de la pandemia. Debido a los lugares en los que se encontraban, sus traslados se produjeron tanto por aire como por tierra o agua.