El Proyecto Iberá, de la Fundación Rewilding, se propuso reintroducir al predador más grande de América en los Esteros del Iberá, en Corrientes, luego de que estuviera extinto desde mediados del siglo pasado. Hoy ya hay seis ejemplares de yaguareté en libertad y planean liberar dos más este año.
Aproximadamente 70 años atrás, los Esteros del Iberá, en la provincia de Corrientes, perdían una especie clave de su ecosistema: los yaguaretés. Como consecuencia de la caza, la destrucción de su hábitat y la pérdida de sus presas naturales, estos animales se extinguieron definitivamente de la zona y en el país quedaron solo tres poblaciones de esta especie aisladas entre sí: una en la selva misionera ―gran parte en el Parque Nacional Iguazú―, otra en la región del Gran Chaco, que abarca una pequeña parte del norte de Santiago del Estero, parte de Chaco y de Formosa, y la tercera es la población de las Yungas, compartida entre Salta y Jujuy. Se estima que actualmente sobreviven entre 200 y 300 ejemplares de yaguaretés en total.
Con el propósito de revertir la situación y que los yaguaretés puedan regresar a lo que algún día también fue su hogar, en 2015, se inauguró el Centro de Reintroducción del Yaguareté dentro del Parque Nacional Iberá y comenzó oficialmente el Proyecto Iberá, de la Fundación Rewilding Argentina.
¿Cómo funciona este programa y cómo logran reinsertar a estos animales en los esteros? Talía Zamboni, bióloga especialista en Manejo y Conservación de Vida Silvestre y actual coordinadora de Rewilding del Proyecto Iberá, trabaja en el proyecto desde 2017 y sostiene que “el yaguareté es una especie clave y para completar un ecosistema y que sea saludable, necesitamos tener de nuevo a las especies clave”.
¿Cómo se extinguen las especies?
Hay distintas formas, pero generalmente lo que ocurre es que el ser humano provoca algún impacto en el balance o equilibrio de los ecosistemas. Un ejemplo directo: la caza particular de determinados individuos. Por ejemplo, los animales que son importantes para la caza furtiva son los machos con grandes ornamentos o los elefantes más adultos. Entonces, si uno empieza a generar un impacto dentro de una población general o en determinados individuos, eso va a afectar en todo el proceso de crecimiento de esas poblaciones. Pero, después, tenés formas más indirectas: si destruís su hábitat, por ejemplo. Eso genera un gran estrés porque después los animales no pueden encontrar su comida, no tienen refugio. Si destruís su hábitat y lo vas achicando, generás que salgan a zonas menos seguras dónde son víctimas de otros predadores, de personas, autopistas, de la contaminación. Insertarles especies exóticas que compiten con ellos es otra forma que contribuye a extinguir una especie.
¿Qué sucedió en el Iberá puntualmente? ¿Cómo se extinguió el yaguareté?
En el caso de Iberá, afectó mucho la actividad previa que hubo en la zona. Estos esteros eran vistos como un lugar salvaje y la actividad que tenía la gente de la zona era internarse en su canoa durante semanas y meses a cazar todo lo que encontraran, a copiar esos cuero o plumas o pieles y venderlas a los mercados locales a veces y eso después los exportaban a Europa. Esta gran presión sobre el ecosistema durante varias décadas hizo que muchas poblaciones bajaran de número. Por otro lado, en Iberá también se dio la introducción del ganado doméstico, de las vacas particularmente, que insertaron también enfermedades, propias del ganado, que afectaron a otras especies, por ejemplo, a los ciervos o los venados de las pampas.
Históricamente, ¿dónde se podía encontrar a los yaguaretés?
El yaguareté iba desde el norte de nuestro país hasta la provincia de Río Negro, el norte de la Patagonia. Sin embargo, hoy por hoy se retrajo y quedan nada más que tres poblaciones aisladas entre sí que son: la de la selva misionera, gran parte está en el Parque Nacional Iguazú y es compartida con Brasil. Después tenemos la de la región chaqueña, que abarca el norte de Santiago del Estero y parte de Formosa y Chaco, con El Impenetrable. Y, por último, la población de las yungas que es compartida entre Salta y Jujuy. Entre las tres poblaciones hay alrededor de 250 ejemplares.
¿Cómo se inició este proceso de buscar reintroducir a los yaguaretés en el Iberá?
Hay que remontarse muy atrás en la historia de la fundación. Los Tompkins fueron quienes compraron tierras en el Iberá y son los fundadores de este proyecto. Compraron estas tierras con la idea de luego crear el Parque Nacional, lo que sucedió el 5 de diciembre de 2018. Luego de que empezaron a interiorizarse con la historia del lugar y a consultar a expertos, armaron una lista de especies que habían desaparecido del Iberá y que tenían potencial de volver. Siempre se supo que el yaguareté tenía que volver, así que cuando la fundación ganó reconocimiento, se empezó a trabajar para traerlo de nuevo. Y la recepción de los pobladores vecinos no fue mala, al contrario. Hubo entrevistas y encuestas a los pobladores de la zona para ver qué opinaban y, por suerte, la respuesta fue favorable, aunque obviamente hubo miedo y dudas sobre cómo iba a ser el proceso. Así, en 2015 se inauguró el Centro de Reintroducción de Yaguaretés, llegaron los primeros animales y comenzó oficialmente el programa.
No todos los ejemplares de yaguareté que llegan al centro pueden luego ser puestos en libertad. Algunos ingresan y, por diversos factores, deben permanecer en el centro, que cuenta con varios recintos de diversos tamaños, el más chico es de media hectárea y el más grande de 30 hectáreas. Actualmente, hay seis ejemplares en libertad: Juruna y Mariuá —dos hembras hermanas— y sus respectivos pares de cachorros. Las yaguaretés arribaron en diciembre de 2018 de Brasil después de ser rescatadas de la vida silvestre luego de que unos cazadores furtivos mataran a su madre. Pero por el Centro también pasaron otros ejemplares y poco a poco se fue formando un gran árbol genealógico. Un evento destacado desde el comienzo del proyecto ocurrió en 2018, cuando nacieron los primeros cachorros correntinos después de varias décadas, Aramí y Mbareté.
¿De dónde provienen los yaguaretés que reciben en el centro?
Lo ideal siempre sería poder traer animales silvestres que vengan de poblaciones saludables, así te asegurás que los animales ya saben cazar y que pueden vivir libres. Pero es muy difícil. En la mayoría de los casos trabajamos con especies que están muy amenazadas en todo su territorio. Por esto, entonces, buscamos instituciones que tengan animales en cautiverio y que estén interesadas en donarlas al proyecto, para que estos luego tengan crías acá en el Centro. Los primeros animales que trajeron eran todos de zoológicos, entonces se supo desde el principio que esos animales no se podían liberar. Sin embargo, sí se podían reproducir y tener cachorros que tuvieran mínimo contacto con el ser humano en el centro y así luego poder liberarlos.
¿Cómo son esos primeros pasos para preparar al animal para que pueda ser liberado?
Desde que llegan, los animales tienen mínimo contacto con personas y lo vital es que nunca asocien al ser humano con quien les lleva el alimento, si no, cuando el animal esté libre, lo primero que va a hacer si tiene hambre es ir a buscar a un humano para que le de comida. Esta es la regla básica. Para lograr esto, se introduce al yaguareté en un primer corral, el cual cuenta con un sistema de puertas con guillotinas, cubiertas a la visual de los yaguaretés para que no puedan verlas. Por estas puertas se ingresan a las presas. De esta forma, el animal nunca vio que una persona le dio comida. Siempre les damos presas vivas: carpinchos que capturamos en la zona y chanchos cimarrones, que son cerdos exóticos. Es vital poder evaluar si el animal logra cazar esas presas para asegurarse de que cuando este libre va a poder hacerlo por su cuenta. Y la verdad es que el instinto que tienen estos bichos es impresionante. Siempre cazan. Incluso Tania, una hembra que en el zoológico perdió la pata de atrás. Aun así, la hembra es la mejor cazadora.
¿Y luego?
Pasamos al animal a otro corral más grande, de 30 hectáreas. Después, nosotros ingresamos con vehículos a este corral. Tenemos una antena de telemetría que nos permite saber exactamente dónde está el animal e intentamos, si se puede, acercarnos a él. Con esto, evaluamos qué reacción tiene el animal con nuestra presencia: si se esconde, se acerca, si nos quiere atacar o no. El yaguareté en sí es una especie súper tímida, lo normal sería que no busque atacar. En base a la respuesta que tenga, determinamos si se comporta como un animal silvestre y se puede liberar o si no es recomendable. Por ahora, las dos hembras que hemos liberado se comportan súper bien. Cada vez que entramos al lugar, siempre se esconden en el pastizal o se van lejos.
Una vez que el yaguareté pasó por todo este proceso y está en condiciones, ¿se lo libera?
Sí, exacto, se lo libera y empieza la etapa de monitoreo. Para monitorearlos utilizamos radiocollares, que se los colocamos en sus cuellos. Estos collares tienen dos tecnologías: una es VHF, una tecnología que emite una señal y uno con la ayuda de una antena y un receptor puede detectar que tan lejos o cerca está del animal. Cuanto más cerca, un sonido se emitirá con más intensidad. Lo usamos con todas las especies. La otra tecnología es GPS. El collar emite todos los días, cada 3 horas, un punto de ubicación. Podemos saber cada tres horas donde estuvo el animal. Y a la vez está programado para que, si el animal se acerca a zonas pobladas, nos mande un mail de alarma. Para este trabajo, además, tenemos a un compañero cuya labor es ir a visitar a cada poblador, sentarse a tomar unos mates, y mostrarles dónde está cada hembra, qué está haciendo, le muestra fotos vídeos fotos, responde preguntas de la gente. La verdad es que la gente está súper contenta y tranquila y eso es lo que nos alegra.
Entonces, ¿la razón de este monitoreo no es solo por el cuidado y la protección del animal?
Exacto. En el Iberá hay parajes donde la gente cría ganado, pero no en grandes cantidades. Como hacemos un monitoreo diario de estos animales, día a día podemos saber dónde están. Eso nos permite poder abordar cualquier conflicto que pueda haber antes de tiempo. Nuestra premisa es que si los yaguaretés tienen comida natural disponible no van a ir a atacar a una vaca. Los predadores siempre tienden a cazar lo que les de más energía, pero con menor costo y matar una vaca requiere de mucha más energía que matar a un carpincho, por ejemplo, que de por sí le provee la carne necesaria. La cantidad de presas que hoy tienen los yaguaretés en Iberá, en su entorno, es tal que es muy poco probable que vayan a otro lugar a buscarlas. ¿Puede pasar? Sí, por eso justamente los yaguaretés tienen su collar GPS y tenemos al equipo que visita los parajes de la zona.
¿Por qué de alguna manera la reintroducción del yaguareté es más importante que la de otras especies?
El yaguareté es una especie clave, y una especie clave es aquella cuya presencia en un ecosistema genera un efecto mayor que cualquier otra, por más que en número no sea muy abundante. Generalmente, los predadores no son los más abundantes del ambiente, hay pocos individuos, pero ejercen un efecto muy fuerte. La ausencia de estas especies también genera un efecto mucho mayor que la ausencia de otras, por eso siempre decimos que para completar el ecosistema y que sea saludable, necesitamos tener de nuevo a las especies clave.
¿Por qué este tipo de trabajo de reintroducción no solamente representa un beneficio para la naturaleza como si fuese algo separado de nosotros, sino que de alguna manera nos beneficia también a nosotros?
Con la pandemia se habla mucho de cómo un ambiente sano, en el que todo funciona bien, disminuye los riesgos de que se transmitan enfermedades. Cuanto más conservado tengas a un ecosistema natural, más estás garantizando que no se genere un brote de enfermedades a las que nosotros, los seres humanos, no estamos adaptados a resistir. Pero, además, otro beneficio que buscamos siempre es el desarrollo de las comunidades locales. Cuando se crea un área protegida, muchas veces al que vive al lado del área no le parece buena idea que haya un guardaparque que lo controle y le diga que puede y que no puede hacer. Por eso, es muy importante siempre que quienes vean el beneficio de estas áreas protegidas sean las comunidades que rodean a estos parques. Otra pata de nuestro trabajo es el desarrollo local: trabajar con los artesanos, con los cocineros y con los guías. Acá en Corrientes se hizo, por ejemplo, la Red de Cocineros del Iberá, que ya es una cooperativa de cocineros que van a eventos y son todas personas que vivían en los pueblos alrededor, a quienes se les dio talleres y capacitaciones para mejorar sus productos. Hoy ellos son los emprendedores.
¿Hay planes de liberar más yaguaretés?
Sí, este mismo año esperamos liberar, si se puede, dos más. Y también seguimos buscando más ejemplares que puedan venir desde Brasil, Uruguay, Paraguay. Así que, si llegan más animales juveniles y aptos, también podrán ser liberados.
Crédito foto de tapa: Matías Reback / Rewilding Argentina.