Con la legalización de la marihuana medicinal, se habilitó el autocultivo regulado y la venta de aceites para quienes sufren alguna patología. Esta demanda había tomado fuerza, luego de años de lucha, entre aquellos que la necesitaban. Ahora, visualizan la luz al final del camino.
Julián es un chico de 16 años que fue diagnosticado con TEA (trastorno del espectro autista) cuando era pequeño. Según relata su madre, Cynthia, hace cinco años su hijo no se podía comunicar con su familia ni con sus pares, y tenía conductas agresivas. “Se escapaba a la calle, se lastimaba”, recuerda ella. Para ese entonces, Julián consumía veinte pastillas diarias pero su situación no mejoraba. Cynthia decidió darle gotas de aceite de cannabis por su propia cuenta. “Casi que fue mágico, la semana en que Julián empezó con las gotas pudo ver una película entera. Antes, eso era impensable para él”, cuenta.
Hay muchos casos como el de Julián. Después de años de reclamos por parte de padres, organizaciones y actores políticos, el Gobierno nacional emitió en noviembre un decreto para legalizar el autocultivo de cannabis, que ampara a todas aquellas personas que cultivan su propia marihuana terapéutica. En el mismo día la Legislatura porteña aprobó por unanimidad la adhesión de la Ciudad de Buenos Aires a la nueva normativa.
¿Para qué sirve el aceite de cannabis?
Según la Fundación Canna, una entidad que estudia la planta del cannabis y sus principios activos, el aceite puede resultar antiinflamatorio, analgésico, protector y reparador del tejido nervioso, anticonvulsivante, relajante muscular, antitumoral, antiespasmódico, estimulante del apetito, ansiolítico, inductor del sueño, regulador de la inmunidad, antioxidante y preventivo del síndrome de abstinencia. No obstante, muchos especialistas afirman que se debe seguir investigando la utilidad del cannabis medicinal en la salud.
A su vez, se comprobó que ciertas patologías y trastornos más severos también pueden encontrar un alivio en los componentes de esta planta: Pablo Pérez, director de Mamá Cultiva, una ONG autogestiva con el objetivo de conseguir un marco legal para el cultivo de la marihuana, hace especial hincapié en el autismo, la epilepsia y en diversas enfermedades neurológicas. En el caso de afecciones crónicas como el cáncer, puede funcionar para aliviar el dolor y las molestias ocasionadas por la quimioterapia.
Los cambios y expectativas respecto del marco legal
Pero además del factor medicinal que implica la reciente regulación, existe un aspecto judicial que introducen las nuevas normativas. Leandro Halperín, legislador porteño de UCR-Evolución y coautor del proyecto de ley de cannabis medicinal que se aprobó en la Ciudad, explica que “al registrar a los cultivadores que tienen fines medicinales, los jueces, los fiscales y la policía tendrán que venir a preguntar antes de proceder con la denuncia”. Expresa que, de esta forma, se evita que trabajen en vano y, al mismo tiempo, se protege a las familias. Y afirma: “Por eso es tan importante que el Estado intervenga y se anticipe a los conflictos. Que no llegue tarde, mal, bruto y violento”.
Natalia Taratuto, pediatra y especialista en Neurología infantil y terapias con aceite de cannabis, sostiene: “Las madres no van a dejar de cultivar.Los frasquitos importados que están permitidos en este momento cuestan entre 400 y 500 dólares cada uno. Una mamá que pudo ver los beneficios en su hijo lo seguirá haciendo, diga lo que diga la ley. Si la ley la ampara, mucho mejor”. Para Taratuto, quien forma parte de la fundación Procannt, al igual que para Halperín, la idea es que haya control del Estado y que “la gente que cultiva pueda hacer cursos de actualización, que los aceites no tengan agrotóxicos, gérmenes, bacterias u hongos, que en definitiva puedan afectar la salud de quienes lo consumen”.
La ley 27.350, sancionada por el Congreso Nacional en 2017, establecía un marco regulatorio para la investigación médica y científica del uso medicinal del cannabis y sus derivados. Tiempo después, hubo un decreto del Poder Ejecutivo que, al reglamentar el ejercicio de esta ley, restringió el derecho a aplicarlo para algunas patologías. Con el nuevo decreto 883/2020 se autoriza el autocultivo a nivel nacional y la venta de los derivados de la planta en farmacias autorizadas con una regulación. También se va a instrumentar el programa Reprocann (Registro del Programa de Cannabis), con el que el Ministerio de Salud registrará y autorizará a todos aquellos que requieran el cultivo de la planta para tratar enfermedades.
Halperín manifiesta: “Antes de que saliera el decreto, la marihuana seguía siendo un delito salvo que el uso del cannabis fuera medicinal, terapéutico o con fines de investigación, en ese caso pasó a ser un derecho. Y la ley no dice que no podrá ser producida por los usuarios. Como no lo prohibía, los estados locales no podían hacer una interpretación restrictiva de los derechos que la ley otorga. Pero sí que los restringe cuando los otorga”.
Previo a la ley, muchas familias padecían los efectos de la clandestinidad. Ismael tiene seis años y a los cuatro le diagnosticaron un trastorno dentro del espectro autista, por lo que su madre Carolina empezó a indagar en el cannabis medicinal. Ahora ella cultiva la planta para el aceite de su hijo y recuerda: “Las primeras veces compré el aceite. Un día se me ocurrió llevarlo a analizar. Cuando vi que no tenía casi nada de cannabis, porque daba solo 0,1% de THC, me di cuenta de que me estaban estafando. A partir de ese momento, decidí involucrarme y empoderarme con el autocultivo”.
El caso de Ismael refleja una problemática general. Halperín explica que el conflicto es que “en el mercado negro cobran caro y a lo mejor dan cualquier cosa, sin garantía. Puede ser aceite de oliva, un placebo o algo que haga mal. El autocultivo, cuando el Estado no se involucra en la producción de la sustancia o en la importación, no es solo un derecho, también es una necesidad porque garantiza una mejor calidad del producto que estás buscando”.
Una perspectiva más amplia
En el debate social, los sectores más conservadores argumentan que el cannabis es completamente nocivo para la salud ya que afecta al sistema nervioso. Halperín enfatiza que en realidad no es dañino incluso cuando se usa incorrectamente. A su vez, Taratuto manifiesta que las contraindicaciones son pocas comparadas con las de medicinas convencionales “que recetamos como aspirinas”. Menciona entre ellas la posibilidad de sufrir somnolencia, hambre, mareos o taquicardia. “Lo que pasa es que se lo mira con lupa porque es marihuana”, reflexiona.
Para la Pastoral de Adicciones, la legalización no se planteó de una manera responsable y prudente. Afirman que se debe a que el autocultivo de cannabis estaría permitido tanto para consumo personal como para terceros, y porque las enfermedades que ameritan su aplicación no están expresamente especificadas. “La norma puede convertirse en una legitimación encubierta de otros tipos de consumos –expresó la Pastoral en un comunicado– y eso nos preocupa”.
En relación con las consecuencias más graves de su uso a largo plazo, Taratuto aclara que los estudios existentes se hicieron sobre el uso recreativo de marihuana, con pacientes adictos que, generalmente, combinaban con alcohol y otras drogas. “No sabemos exactamente si genera el daño a largo plazo que tuvo tanta prensa todos estos años. Hay que seguir investigando”, concluye.
De todas formas, a pesar de los buenos resultados que se evidenciaron en los pacientes, esta no es la única terapia que utilizan los niños con autismo. Carolina, la madre de Ismael, le da el aceite medicinal como terapia complementaria junto con otras desde hace dos años. “No diría que es solo el cannabis, las terapias también lo ayudaron a salir adelante”, afirma su madre. Además, remarca la importancia de que su hijo lleve una alimentación biomédica, que consiste en evitar el consumo de gluten, azúcares, procesados, aditivos, lactosa y soja por la cantidad de transgénicos que contienen.
Por su parte Julián, además de consumir cannabis medicinal, que le ocasionó un cambio positivo en su vida y la de su familia, también asiste a terapias psicológicas para complementar el tratamiento.
De igual manera, en la mayoría de los casos las familias recurren al aceite medicinal como última instancia, luego de pasar por varios tratamientos. Es una decisión premeditada. Sin embargo, Taratuto afirma que muchas familias depositan en esta medicina su última esperanza. “Una mamá probó 21 plantas hasta encontrar la indicada para su hijo, y lo logró. No es tan fácil”, ejemplifica.
La especialista asegura: “Es un tratamiento más, no es el único, ni es la panacea. Siempre se trabaja en equipo: con las familias, los terapeutas, las escuelas y los cultivadores que tienen muchísima experiencia. Se trabaja para lograr el mayor beneficio para cada patología: no es lo mismo el chico con autismo, que el que sufre de epilepsia o el que tiene un dolor oncológico. No hay que dejar otras terapias por eso”.
Después de años de lucha, las madres, las familias y las organizaciones lograron que el Estado las proteja para poder tratar las enfermedades que no tenían una terapia efectiva y regulada. Les queda un gran camino por recorrer y años de investigación. Sin embargo, la mayoría de las familias consultadas concuerdan en que la legalización del cannabis medicinal fue un gran paso y que ahora pueden visualizar una luz al final del camino.
Por Renata Arese, Belén Liotti y Zahira Neme
Alumnos de Redacción Periodística (1° A)
La historia detrás de la planta
Seguramente, muchos no sepan de dónde proviene el cannabis. Lo curioso es que es una medicina milenaria. El conocimiento de los beneficios terapéuticos de esta planta data aproximadamente del 4500 antes de Cristo. No obstante, se cumplen 80 años de su prohibición. En 1961, la Convención Única sobre Estupefacientes de la ONU promulgó la primera regulación internacional, que restringía la utilización del cannabis con fines medicinales. En la antigüedad los usos que tenía eran variados, por ejemplo, se empleaba en rituales, ceremonias religiosas o como analgésico y antiepiléptico. En 1960, el científico israelí Raphael Mechoulam empezó a estudiar esta planta y sus componentes. Descubrió e investigó el THC (Tetrahidrocannabinol) y, en 1990, su equipo de trabajo halló que el cuerpo humano cuenta con un sistema endocannabinoide.
¿Qué es el sistema endocannabinoide?
Muchos especialistas, como la pediatra Natalia Taratuto, afirman que el cuerpo posee moléculas llamadas cannabinoides. Las moléculas y los receptores tienen una estructura similar a la de la marihuana. Su función es lograr el equilibrio en todos los sistemas Poseen una sustancia que opera de igual forma que el THC. Sus receptores se encuentran en varios sistemas a lo largo del organismo y es por esta razón que la planta tiene numerosas utilidades para el cuerpo humano. “Negarlo es como decir que no creés en el sistema digestivo. No tenés que creer, existe. Y el sistema endocannabinoide también”, explica Taratuto.