El sueño comenzó a concretarse en una madrugada. Un televisor, un control remoto y un pianista argentino de 78 años, mundialmente reconocido y premiado, que hacía zapping a las cuatro de la mañana en su casa. “¡Quiero tocar con ellos!”, se dijo a sí mismo Bruno Gelber. Levantó el teléfono y en tan solo dos días arregló con la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos “Pascual Grisolía”, compuesta por más de 50 integrantes, para hacer música con ellos en el Centro Cultural Kirchner. El concierto se realizó este jueves a sala llena, frente 1800 personas de todas las edades.
“Fue increíble. Toda la situación fue mágica”, dice con fascinación Martín Merayo, director orquestal de la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos. “Él (Gelber) nos vio en televisión y al otro día ya estaba tratando de hacer un contacto para tocar con nosotros. Nunca en toda su carrera levantó el teléfono, siempre lo llaman, y esta es la primera vez que levanta el teléfono y dice ‘quiero tocar con este grupo’”, agrega. Merayo,
Las horas previas al gran concierto fueron de puro ensayo y nervios. “Siento una transpiración fría”, decía uno de los artistas, entre risas. “Toda actuación para el músico es el primer día”. El auditorio nacional del CCK esperó a todos a las 17 para hacer las pruebas de luz y sonido. Ya todos ubicados en los lugares que iban a ocupar durante la función, el arte comenzaba a hacerse escuchar.
“Estamos muy separados, ¿nos pueden acercar un poco más?”, pedía el director para estar más cerca de sus músicos. “¡Bien! Mejor, pero no nos estamos escuchando, ¿no?”, les preguntaba a sus compañeros de banda. “Bien, todo eso que acabamos de lograr, pero un puntito menos todos”, seguía aportando.
Merayo, repasaba una y otra vez, junto a los 48 miembros de la Banda Sinfónica, la partitura del Concierto para piano y orquesta n°3 de Beethoven, el “plato fuerte” de la presentación de la noche. Escuchaba las dudas de los artistas, corregía y volvía a arrancar.
En tanto Gelber, quien conoce y toca esa melodía desde los nueve años, seguía la práctica al compás de sus compañeros de escenario. Relajado, sin partitura, opinaba y aportaba musicalmente a los comentarios de Merayo.
El artista movía sus dedos armoniosamente sobre el piano y daba indicaciones a los operarios de técnica para que lo iluminaran del lado “correcto” de la cara. Se sabe que Gelber es exigente, detallista y obsesivo por el trabaja, características que se notaron en cada comentario que hacía en búsqueda de una mejor performance. Por ejemplo, cuando movieron de lugar el piano, un hermoso y brillante Steinway & Sons, más de una vez a pedido del pianista.
“Mirá lo que es Gelber”, comentaba Luis Rodríguez, trompetista y delegado de la banda, al final del ensayo. Mientras todos encaraban los camarines para prepararse, el pianista de 78 años se quedaba en el escenario, solo, mientras perfeccionaba sus movimientos, sentado en su asiento rectangular. “Hace más de 15 minutos que está estudiando los mismos ocho compases. Es obsesivo, es genialmente obsesivo. Es un grande y lo admiro mucho”, sumaba Rodríguez.
La humildad de un grande
Que uno de los pianistas más talentosos del mundo llame a colegas argentinos, con los que nunca estuvo en contacto, para llevar adelante un show de esta magnitud, habla bien de Gelber. Su humildad, sus ganas y su predisposición fueron destacados por los artistas del concierto.
Son pocos los músicos reconocidos y premiados que se entregan al 100% a sus ensayos, y que dedican su tiempo y su cuerpo a los artistas involucrados.
Marcos González, coordinador general y programador artístico de la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos “Pascual Grisolía”, remarcó el profesionalismo y la buena predisposición de Gelber en los encuentros con la banda. “Fue a cada ensayo, se sentó y estuvo disponible para hacer todas las pasadas que hicieron falta y discutir sobre música”, contó González. “Es extraordinario y es oro para la Sinfónica. Es impecable, profesionalmente, musicalmente”.
“Que venga una persona con esa capacidad musical y esa trayectoria es tremendamente enriquecedor”, afirmó Merayo, el director de la orquesta, quien se mostró contento y movilizado en cada instante. “Bruno es muy sensible, muy intuitivo, y ni bien nos vio supo que tenía que tocar con nosotros. Trabajar con una persona como él es increíble”.
“Esto es un logro de la humildad de un grande como el maestro Bruno Gelber”, coincidía Luis Rodríguez, artista de la banda. “La verdad es que es emocionante escuchar que él pidió venir con la banda. A nosotros esto nos pone en el mundo”.
El concierto
El auditorio nacional del Centro Cultural Kirchner se puso de pie y ovacionó a los intérpretes en tres ocasiones. Durante casi una hora y media de concierto se palpitó la emoción y el orgullo argentino constante por la entrega de los músicos.
La obra comenzó con la obertura de “Las bodas del Fígaro”, de Mozart, interpretada por la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos. Bruno Gelber ingresó al escenario quince minutos más tarde, para sumar y emocionar con su magia en su obra predilecta de Ludwig van Beethoven: el “Concierto para piano y orquesta N°3”. Una vez finalizado el despliegue musical del pianista, la banda dirigida por Martin Meroya cerró el concierto a la española con un espectacular desempeño de “La boda de Luis Alonso”, que se llevó todos los aplausos finales.
Horas previas al concierto, Meroya hablaba del “desafío” que implicaba la preparación de la banda para la presentación final: “Estamos haciendo una obra que es muy larga y ellos la tienen que estudiar de memoria. Mientras más larga, más difícil. Es un trabajo maratónico”. Sin embargo, con una mirada que transmitía alegría, nervios y tranquilidad a la vez, concluía: “Es un orgullo total porque lo logramos pensando que no íbamos a llegar ni de cerca”, dijo el director.
El sonido del maestro
No es fácil ser director de orquestra. O al menos eso parece desde afuera. Martín Merayo tiene 34 años, estudió en la UCA y se graduó con honores en las licenciaturas en dirección orquestal, dirección coral y composición. Hace más de dos años que trabaja con la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos, pero hace poco más de un año que es el director oficial de la banda.
Merayo contó que, antes de tomar su rol como director, tenía “una necesidad de explorar otros mundos que no fuesen los musicales” pero que hubo un “click” en él que lo ayudó a tomar la decisión de comenzar a trabajar con la banda. “En un momento me di cuenta que lo que tenía era un acto de comodidad”, reflexionó el director. “Me di cuenta que era más valioso, ante esos problemas, ir y ayudar, llevar luz a ese lugar. Estoy muy feliz de haber tomado esa decisión”.
En el ensayo, se veía un director de orquesta diferente al de las películas. Un director exigente, sí. Pero Merayo demostró ser, en esas horas de práctica, un director pedagógico, que sabe escuchar, y que disfruta de su relación con los artistas. Finalizado el concierto, mientras la audiencia aplaudía con locura a los intérpretes, el director recorría el escenario saludando uno por uno a cada uno de los músicos, emocionados por el reconocimiento.
Hay otra razón por la cual Merayo es diferente a la gran mayoría de los directores musicales que hay en el mundo. Su manera de comunicarse con los artistas durante el concierto es muy particular. No hace señas y gestos como cualquier otro director de orquesta. “Es muy difícil dirigir la sinfónica de ciegos”, cuenta Luis Rodríguez, el trompetista de la banda, sobre el trabajo de su director. “Se comunica mediante chasquidos, golpes, respiraciones”.
“El mecanismo básico es usar distintos sonidos que no están pautados”, explica Martín Merayo. “Son códigos internos nuestros que incluso los voy cambiando sobre la marcha: a veces es una respiración, a veces una palabra, un ruidito, un gruñido. Son gestos”. La comunicación entre ambas partes es increíble: es un entendimiento que se da de manera coordinada y prolija. Los artistas de la banda no tienen partituras en braille donde apoyarse, solo su memoria y los sonidos de Merayo.
El director de la banda comentó que “le encanta” trabajar con la Sinfónica de Ciegos y “que se puede hacer música como en cualquier otro lado, entendiendo que quizás los caminos son distintos”. Las prácticas previas a la obra son claves para Merayo: la comunicación que se da durante el show no es casualidad, es fruto de trabajo previo. “Hay cosas en las que no puedo incidir durante el concierto en vivo si no lo trabajé antes desde la palabra”, confirma el director.
Sacrificio y perseverancia diaria
Con 72 años de trayectoria, la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos es hoy el único lugar en el mundo que reúne ciegos haciendo música. Fue premiada por la UNESCO en 1997 por “los extraordinarios aportes en beneficio de la comunidad”, y recientemente reconocida por el diario La Nación por el valor de la “Perseverancia”. “Eso nos hizo conocer en el mundo”, contó Luis Rodríguez, miembro y delegado de la banda.
Pascual Grisolía es una “gran familia”. Sus integrantes son todos músicos y artistas; la gran mayoría posee discapacidades visuales de diferentes magnitudes. Entrenan todos los días en la sede de Sánchez de Bustamante (en Almagro) y en sus respectivas casas: memorizan, leen y revisan partituras escritas en braille. El valor del sacrificio está incorporado en sus prácticas cotidianas.
Desde la creación de la banda, muchos integrantes llegaron y encontraron un hogar en Pascual Grisolía. Luis Alberto Rodríguez, trompetista riojano y delegado del grupo, es excombatiente en Malvinas y ex Policía Federal. La diabetes causó que quedara ciego del ojo izquierdo y que perdiera una visibilidad del 70% en su ojo derecho. Emocionado, con sus lentes azul oscuro, el músico reitera lo especial que es la Banda Sinfónica y el valor que tiene en el país: “Esta banda tiene magia. Es un milagro de la Argentina, esto es patrimonio de cada uno de los argentinos”.
Sin embargo, uno de los reclamos que persisten en el tiempo es la difusión de sus actividades. “Sería lindo que haya más teatros donde tocar. Donde va la banda, las personas están ávidas de escucharnos. Eso es difundir la cultura”, analiza Rodríguez. “Mientras se considere esto como inversión para el pueblo y no como gasto, vamos a conseguir cosas increíbles. Que nos sigan, que le vamos a dar lo mejor que tenemos, que es nuestro corazón”.
Desde la banda insisten en la importancia de invitar a todas aquellas personas ciegas que tengan intenciones de aprender música con instrumentos de viento.
“Cuando se unen las voluntades se consiguen los sueños”, dijo Luis Rodríguez, emocionado, quien el próximo 6 de diciembre, junto a otros 14 músicos de la banda, recibirá el título de Técnico Superior Instrumental de Orquesta y Banda, diploma que los habilitará a capacitar a otros ciegos para el ingreso a la banda.